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Lo primero, para empezar,  un fenómeno sobradamente conocido: llega un currito a una casa, (me refiero por "currito" a uno de esos  sedicentes "profesionales", oséase, fontaneros,  electricistas, pintores,... técnicos en suma de variada adscripción u oficio: gas y calefacción, albañilería, telefonía o informática,  etc.), observa con desdén el desaguisado que motiva el haberle llamado, y con displicencia, mascando con fruición un mondadientes,  señala alguno de los puntos de la instalación que explican  la avería que justifica el que hayamos recurrido a él, e indefectiblemente oiremos de sus labios el "mantra" de todo "buen" profesional que se precie: ¡vaya chapuza que le hicieron!.  Incluso, en estos tiempos, y para marcar diferencias si se trata de un currito nacional, quizás hasta se permita un par de comentarios acerca de lo malos profesionales que son los emigrantes.

 

Obviamente, sea verdad o no esa explicación/excusa, la razón que a ella  subyace está clara: si el profesional que tenemos delante hace también una chapuza, ello no será debido a su palmaria incompetencia sino a la de los "otros", los anteriores;  si por el contrario sucede (lo que no suele  ocurrir) que hace una auténtica virguería, entonces no sólo habrá justificado la factura sino que se  nos hará merecedor de una compensación extra por sus desvelos, pues habrá compensado con su buen hacer la incompetencia de los anteriores.

 

Añadir algo a lo recién dicho sería una redundancia, pues se trata de una situación tan habitual y conocida por todo el mundo que casi nos suele pasar inadvertida. Una consecuencia de índole teológica de esta común actitud es que, por el conocido mecanismo de la inducción hacia atrás, se tiene que al final y como apuntaban los Monthy Pyton en aquella hermosa película de título Time Bandits ("traducido" aquí como Los héroes del tiempo), el mismo Dios es un chapuzas, el Gran Chapucero realmente, pues de su primera gran chapuza, la Creación, se siguen como las cuentas de un rosario, todas las demás...incluída esa última que nos lleva a llamar a algún sedicente "profesional".

 

La otra consecuencia, ya más terrenal, es que en la medida que las chapuzas son fenómeno generalizado en las interacciones económicas, la economía, es  una kakonomía, del griego kakos, y que puede traducirse por "economía de los peores resultados o economía de la mediocridad o de la chapuza).

 

La misma palabra Kakonomía y el primer ensayo interpretativo acerca de las potencialidades de este nuevo concepto se debe a Gloria Origgi, una investigadora italiana residente en Paris. Por kakonomía, esta autora se refiere a la preferencia de los agentes por comportamientos mediocres o chapuceros  en las interacciones de estos mismos agentes entre sí. Y esto que parece en principio muy raro (¿cómo es posible que alguien pudiera querer que la chapuza o la mediocridad sea la norma común en las interrelaciones con los demás, o sea que no sólo lo sea uno sino que prefiera que los demás sean también unos chapuzas?) dista de serlo.

 

Para entenderlo, imaginémonos una interacción entre dos individuos o agentes que buscan hacer algo cooperativamente en mutuo beneficio. Pero al hablar de interacción. es necesario usar esa palabra en su pleno sentido, o sea incorporando palabras, y no como frecuentemente se supone o se modeliza en la Teoría de Juegos, en la que las interacciones entre agentes son interacciones entre "máquinas con apariencia humana", o entre seres humanos mudos*. Lo que esto significa es que, cuando dos agentes interaccionan, actúan después de haber llegado a un acuerdo, o sea, tras un intercambio lingüístico, tras haberse prometido o comprometido a hacer algo el uno para el otro, tras haberse comprometido mutuamente en "poner" lo acordado en el proyecto común, tras haberse pues palmeado las espaldas prometiéndose la excelencia y la eficiencia, tras haberse "dado la palabra" de cumplir cada uno lo acordado.

 

Pero, ¿qué sucede entonces si el coste de esforzarse como habían acordado es muy elevado para cualquiera de ellos? Pues que tiene la alternativa de escaquearse y no cumplir con lo pactado o lo prometido. Para el análisis económico tradicional, esta opción puede ser en muchos casos la más deseable para cualquiera de ellos cuando considera sus opciones aisladamente, siendo la razón de ello el que si él se escaquea y el otro no, entonces disfruta del esfuerzo ajeno sin coste. O sea, que se aprovecha del otro, que acaba resultando ser así un "pardillo". Cuando este "otro" agente razona en términos similares, el resultado conjunto es que ninguno de los dos cumple lo acordado, ninguno se esfuerza lo necesario, cada uno tratando de "tangar" o aprovecharse del otro. Este resultado, o mejor, esta interacción entre agentes se conoce como Dilema del Prisionero, y los economistas la usan como modelo descriptivo de todas aquellas situaciones de la vida económica y social en que ocurre que cada uno de quienes en ellas interviene tratando de maximizar su beneficio privado se comporta de tal manera que el resultado colectivo es malo o mediocre.

 

Pero no es esta pauta la que se da en un entorno kakonómico. Aquí, lo mejor para un agente no sería el escaquearse de las propias responsabilidades y que el otro que no lo haga, como ocurre en las situaciones de Dilema del Prisionero. Aquí, lo peor es que uno se escaquee o haga una chapuza y el otro no, de modo que su socio  le "pille" en un renuncio. En una situación kakonómica, por tanto, lo peor para cualquiera de los participantes en una interacción económica o social es que uno sea incapaz de cumplir lo acordado y el otro sí, pues en tal caso el otro puede "sacarle los colores", afectando así a su estima social y a su autoestima.

 

El resultado, paradójico, es que en estas situaciones lo mejor para cada agente es no cumplir lo acordado, o sea  escaquearse, pero sin que ello le suponga a ninguno coste alguno, lo cual sólo puede suceder si el otro también se escaquea, si el otro también hace una chapuza. Pues en tal caso, conjuntamente, pueden seguir usando el disfraz de la excelencia y la eficacia. Y, con arreglo a lo dicho, lo peor para el que es un chapucero sería el caso en que el otro por contra  sí cumpliera lo acordado, pues aunque ello le beneficiase en términos "materiales" le pondría en evidencia, le haría sentirse culpable y le expondría al desprecio de los demás. Así que lo mejor para quien quiere ser un chapuza es que el otro lo sea también, lo que permite mantener la ficción de que ambos son "excelentes" en sus tareas.

 

Dicho con otras palabras, la chapucería o la mediocridad de los "colegas", facilita la mediocridad y la chapuza propia. El que los "colegas" incumplan lo acordado o prometido facilita o abarata la propia mediocridad. Y ello nos libera de nuestras obligaciones contraídas de ser eficientes, a coste cero o muy bajo. En un mundo kakonómico, en el fondo, por debajo de nuestras proclamaciones de excelencia, confiamos en que los demás no sean confiables, en que sean tan poco dignos de confianza como lo somos nosotros mismos.  

 

Ello da origen a una situación de acuerdos implícitos por los que un trabajo realmente mal hecho, una auténtica chapuza,  se enmascara en forma de un trabajo excelente, pues nadie tiene el menor incentivo en gritar, como el niño del cuento de Andersen, que el rey no lleva un manto de armiño sino que está realmente desnudo. Es un mundo en que la chapuza es la norma, y todos lo saben y todos las hacen, pero nadie lo dice. Es un mundo en que todos nos lanzamos flores pregonando nuestra mutua excelencia tapando así nuestra real mediocridad y carencia de fiablilidad. Origgi, en un artículo con Diego Gambetta ("L-worlds. The curious preference for low quality and its norms"http://halshs.archives-ouvertes.fr/docs/00/43/66/55/PDF/Gambetta-Origgi_24_10_09_final2.pdf) en que usan como ejemplo  Italia, consideran que allí la kakonomía es ubicua y ha llegado a un extremo difícilmente superable ("un cocktail de confusión, dejadez y promesas incumplidas"), y citan como ejemplo el caso de un amigo suyo norteamericano que estaba rehabilitando su casa y les decía: "los que rehabilitan aquí las casas nunca cumplen lo que prometen, pero lo bueno es que tampoco esperan que les pagues como les prometiste".

 

A este respecto sólo puedo decir que no sé si España tendría mucho que aprender de Italia, pero lo dudo. Para Origgi y Gambetta, por otro lado, el resultado a corto plazo y a nivel microeconómico de los comportamientos kakonómicos es confortable para ambas partes, pero a escala macroeconómica y a largo plazo es destructivo para la eficiencia económica y la supervivencia de las instituciones y organizaciones.

 

Para los lectores más propensos a lo analítico, la kakonomía puede modelizarse de forma sencilla. Supongamos dos agentes económicos (el 1 y el 2) que tienen una relación entre ellos de la cual derivan un beneficio conjunto  que se distribuyen en forma de rendimientos para cada uno de ellos (para no complicar las cosas, supondremos adicionalmente que el resultado colectivo se lo reparten igualitariamente).  Supongamos, además, que ambos tienen ante sí sólo  dos alternativas, o bien esforzarse mucho en sus tareas acordadas (alternativa M) y trabajar con alta calidad, o bien escaquearse y trabajar poco (alternativa P). Obviamente, cuando los dos agentes se esfuerzan mucho (o sea cuando ambos eligen la alternativa M) el resultado colectivo es de alta calidad con un valor Q, del cual se lleva cada uno Q/2 (o sea, la mitad) menos  el coste de esforzarse mucho que supondremos también que es igual para ambos (e). Es decir que el pago que se sigue de "seguir" la estrategia de esforzarse mucho cuando el otro (o los demás ) también lo hacen es:

                                            (Q/2) - e

Por contra cuando ninguno se esfuerza, ambos eligen la alternativa P, el resultado conjunto es q (tal que Q>q)  pero no hay costes de esfuerzo, por lo que cada uno se lleva a casa:

                           q/2

  Hay un situación intermedia en que uno se esfuerza Mucho y el otro Poco. Supondremos que el resultado conjunto es entonces L, tal que Q>L>q. En este caso, el que se escaquea obtiene:

                            (L/2) - d

ya que si bien no se esfuerza nada, sufre un "coste" psicológico asociado a su "mal" comportamiento dado que se ha escaquado en tanto que el otro ha cumplido.  Por contra, , el otro, el que se esfuerza y va de "pringado", se lleva:

                            (L/2) - e 

Obsévese que cuando ambos se escaquean y son unos chapuceros, ninguno sufre un coste por hacerlo, por no estar a la altura de lo que habían pactado, pues su incumplimiento al ser mutuo no supone ningun desdoro o perdida de estimación social o autoestima. 

En forma de una matriz de pagos de Teoría de Juegos, la interacción puede describirse así:

 

                                                                    AGENTE 1

                         M                                      P

            M   (Q/2) - e; (Q/2) - e    (L/2) - e; (L/2) -d    

AGENTE 2

              P         (L/2) - d; (L/2) - e     (q/2); (q/2)

 

Se estaría en un situación kakoeconómica cuando los distintos valores de esta matriz de pagos estuviesen ordenados de la manera siguiente:

          (q/2) > (L/2) - d > (Q/2) - e > (L/2) - e

por lo que, dado que  Q  > L, se sigue, en primer lugar,  que  d <  e, es decir, que el coste asociado a quedar como el que se "escaquea" y no cumple ha de ser menor que el coste de "ir de pringao" (no escaquearse mientras el otro sí lo hace), y, en segundo lugar,  que

                  Q/2 - L/2  <  (e - d),

o sea, que la ventaja de la remuneración "bruta" individual cuando ambos "cumplen" y se esfuerzan  ha de ser menor que la diferencia entre el coste de "ir de pringao" y el coste de "ir de escaqueador".  

 

Dada esta ordenación, el resultado es que ambos agentes se escaquean. Cada uno elige P como estrategia dominante independientemente de lo que el otro elija. Con el resultado de que ninguno se esfuerza, ambos se escaquean y ambos obtienen (q/2). Un resultado, pues,  similar al alcanzado en  la conocida interacción del Dilema del Prisionero, pero hay una diferencia y es que en tanto que en el caso del dilema del prisionero d= 0, o sea no hay el menor sentimiento de culpa cuando uno se escaquea y el otro cumple con lo acordado, en una situación kakoeconómica cada uno de los agentes prefiere que el otro se escaquee, que sea un chapuza, pues si así lo hace se libera de su culpa.

 

En su artículo, Origgi y Gambetta usan de manera extensa y diría que exclusiva del mundo acdémico italiano para reflejar la prevalencia de comportamientos kakonómicos. Cuentan y no paran de su mediocre nivel de  investigación comparado con el del mundo anglosajón. Ni qué decir tiene que tanta dedicación a sus colegas como ejemplos de mediocridad "vestida de seda" da que pensar o que malpensar. A fin de cuentas, ambos son italianos y ambos están fuera de Italia (Gambetta está en Oxford). Un mal pensado podría pensar, kakonómicamente, que tanta acritud con el mundo académico italiano trasluce quizás un deseo de reconocimiento o algo semejante. Pero mejor no seguir por ahí. Como todo juicio de intenciones es un prejuicio. 

 

Sin embargo, no puedo concluir esta entrada sin señalar que, por lo que sé, el paradigma que Origgi y Gambetta ponen del comportamiento eficiente y no kakonómico, al menos en Economía, es más que discutible. Para cualquiera que no forme parte de lo que se ha venido en llamar la "academia" le sorprendería la prepotencia y la carencia de modestia intelectual de los economistas más reputados de nuestra sedicente academia de economistas. Aquellos que se consideran "los mejores" de la profesión porque la profesión les dice -de forma autoreferencial o autísta- que son los mejores. Aquellos a los que los políticos y los medios de comunicación prestan atención reverente. Aquellos que ocupan las cátedras y manejan los fondos dedicados a la investigación. Aquellos que dicen saber. Aquellos que deciden en la sombra sobre las reformas que han de hacerse.

 

Pues bien, no hay que ser muy crítico para darse cuenta de que los resultados reales de tanta investigación y tantos premios y alabanzas mutuas es sencillamente penoso. Lo estamos viendo en el día a día de esta crisis económica que ni supieron predecir ni han sabido como afrontar, y que incluso -yo diría- han provocado en último término. Dicho de otra manera, si usásemos con los economistas académicos que tanto pululan por los medios de comunicación y viven tan cercanos a los centros de poder y decisión usando de una vara de medir semejante a la que usamos con los curritos que vienen a nuestras casas, debiéramos concluir que pese a sus títulos y sus premios autoconcedidos, pese a sus cientos de artículos nunca testados ni sometidos a crítica científica-al menos tal y como ese entiende entre los "científicos" de verdad, o sea, los físicos y químicos-, pese a las palamaditas mutuas  en las espaldas que tanto prodigan en sus congresos y reuniones,  son unos auténticos chapuceros, los mejores ejemplos de la kakonomía

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  1. en respuesta a Paconomics
    -
    #6
    22/10/17 10:52

    Gracias. Sinceramente no se me había pasado por la mente que lo que estuviéramos viviendo fuese un ejemplo de Kakonomía. Sí que quiero dedicar una entrada a los "grandes" economistas que han estado jaleando en la sombra al "procés soberanista", inflando las expectativas y los ánimos de tantas gentes, pero quizás la aproximación kakonómica dé para más. lo dicho, pues, gracias.

  2. en respuesta a Paconomics
    -
    #5
    22/10/17 09:08

    Olvidé decirte que lo he enviado en Twitter.
    pc

  3. #4
    22/10/17 09:07

    Querido Fernando

    En estos días de incertidumbre y odio, este articulo tuyo me vino a la mente como una esperanza ultima de que todo lo que esta pasando tenga en el fondo una explicación racional.

    Un abrazo

    Paco Caballero

  4. #3
    02/07/11 11:43

    No veo chapuzas tal como entiendo el termino, si veo huidas hacia delante, medidas de corto plazo para ir solucionando el tema numero uno la falta de empleo para todos en los paises Occidentales.
    Los desequilibrios economicos generados por una globalización que al final solo va en un sentido, es la culpa de todos los males, de todas las huidas financieras, se sabian los riesgos pero se penso que era mejor asumir los riesgos y seguir hacia delante...esperando que el futuro nuevas emprasas, crearan el empleo.
    Si todos los economistas hubiesen fallado seria cierto, pero hay cientos de libros que desde 1987, nos avisaban de la crisis actual, por estar forzando la maquina con acciones de corto plazo.

  5. #2
    02/07/11 09:49

    Señores Esteve y Rodríguez:

    Interesante artículo, que entronca de forma algo indirecta con los estudios de selección inversa de Akerlof y su famoso modelo del "mercado de limones": si en un mercado no regulado solo los vendedores / prestadores de servicios saben de la calidad real del bien que ofrecen, y marcan mismos precios, los compradores aprenderán a suponer que todos o casi todos los bienes son de baja calidad, deprimiendo el precio de mercado. Así que en una situación kakoeconómica, la derivada resultante es la selección adversa, con el mecanismo del precio fallando a la hora de mantener bienes / servicios de alta calidad, porque se presupone baja calidad (presunción correcta, por otro lado). Una espiral de descenso de calidad y precio que puede acabar con un mercado bloqueado, y no por escasez de demanda, sino porque la falta de un precio atractivo para los prestadores de bienes de calidad bloquea su entrada.

    Por otro lado, tomen esto como una crítica constructiva: las faltas de ortografía y sintaxis deslucen muchísimo el artículo, sería aconsejable darle un repaso. Sin ser exhaustivo, les indico un par de frases con faltas evidentes:

    "Este resultado, o mejor, esta interacción entre agentes se conoce como Dilema del Prisionero, y los economistas la usan como modelo descritivo de todas aquellas situaciones de la vida económica y social en que ocurre que cada uno de quienes en ellas intervienen tratando de maximizar su beneficio privado se comportan de tal mnera que el resultado colectivo es malo o mediocre." -- "descritivo", "mnera".

    "aga este caso puede ocurrir que la situación más penosa para cada uno de Aquí, lo peor es que uno se escaquee o haga una chapuza y el otro no, de modo que su socio le pille en un renuncio." -- la frase no tiene sentido.

    " Hay un situación intermedia en que uno se esfuerza Mucho y el otro Poco. Supondremos que el resultado conjunto es entonces L, tal que Q>L>q. En este caso, el que se escaquea obtiene:

    (L/2) - d
    " -- Se olvidan de definir el término "d", así como de asignarle magnitud con respecto a "e".

    " (...) un cocktail of confusión, dejadez y promesas incumplidas (...)" -- aunque queda gracioso, lo de "cocktail of confusión" chirría bastante.

    Un saludo,
    Daniel

  6. Top 100
    #1
    01/07/11 22:29

    Yo me considero un vago, porque trato de lograr hacer las cosas con el mínimo esfuerzo, lo que algunos llaman "ser eficiente". No me gusta complicarme.

    Hay quienes no son vagos, pero erróneamente la gente les llama vagos, y simplemente gustan de postergar y no hacer las cosas. Mal por ellos, porque hacer mal las cosas obliga a hacerlas dos veces, lo cual obliga a trabajar más tiempo, el doble. Postergar lo único que hace es agregar estrés y adrenalina al intentar cumplir con la meta y obliga a bajar la calidad. La mala calidad crea mala reputación.

    Como a mi no me gusta la complejidad inútil, prefiero ser un vago que encuentra un procedimiento más eficiente para hacer las cosas sin complicarme. Me interesa gastar poco tiempo en mis deberes, sin gastar adrenalina y ganarme una buena reputación a pesar de ser un vago.