En la imagen, un parisino llora ante la ocupación nazi. A su lado aplauden.
"... es porque casi todos ellos eran propietarios. Podían escoger entre su propiedad, su pequeña casa, su pequeño jardín, su pequeña tienda, su pequeño taller, su pequeño campo, sus pocos bonos del tesoro y Francia. Prefirieron su propiedad". General Charles de Gaulle
Recién concluida la II Guerra Mundial, De Gaulle pronunció ante Francia estas duras palabras refiriéndose a sus compatriotas y a la postura que estos adoptaron ante la ocupación nazi y el gobierno colaboracionista de Vichy. Se preguntaba por qué tan pocos franceses "libres" se habían enfrentado al invasor y por qué tantos optaron por abrazar sus exiguas propiedades en lugar de unirse para defender el bien común. Hubo incluso quienes se unieron como colaboracionistas al verdugo a cambio de un salario; más adelante dirían que “solo cumplían órdenes” y se asemejan demasiado a quienes cometen barbaridades con sus semejantes tan solo a cambio de un salario o de una comisión cumpliendo órdenes de algún sádico.
De Gaulle utilizó la palabra "pequeña" reiteradamente para referir, para describir, la miserable defensa de lo nimio ante la magnitud de lo expuesto. La palabra "Francia" permanece sola, al final de la frase; se basta a sí misma y personifica para el General el bien supremo que justifica la lucha.
Probablemente el ciudadano de a pié tuvo durante la ocupación la sensación de que si se movía iba a perderlo todo, hasta la vida. Y probablemente tenía razón.
Probablemente no tuvo a su lado otros con quienes hablar, el miedo impulsó a callar y a pensar que ellos eran las únicas víctimas mientras el entorno se paralizaba, perplejo. Una visión individual de la vida les convirtió en víctimas, pero también en cómplices necesarios de todo cuanto aconteció. Les transformó en protagonistas de la vergüenza nacional.
Hoy aún están vivas estas palabras en la memoria colectiva de quienes no hicieron nada por sustraerse de la ocupación; las masas y la justicia se ocuparon de que no llegaran a nuestros días quienes colaboraron como victimarios. Hoy la pregunta sigue viva, pero en otros escenarios.
¿Qué diría de Gaulle (permitidme la licencia) si fuera mediador o consumidor de seguros en este país?
¿Acaso nosotros mismos no tenemos a veces esa desagradable sensación de estar vendiendo nuestra alma al diablo, en lugar de actuar con dignidad y enfrentarnos con decisión a la ocupación de nuestros negocios o la tiranización de nuestros hogares por ciertas entidades, al pillaje y abuso sistemático realizado por extorsionadores financieros, al negocio fácil e impune de quien se salta todo lo regulado?
Nuestro colectivo mediador (incluyendo a la bancaseguros que opera con respeto a consumidores y competidores) y el de clientes están hermanados. También están plagados de víctimas que se abrazan a su cartera o a su hipoteca y continúan soportando lo que les echen. Con ello también se comportan, sin saberlo, como garantes de un statu quo que no cambiará sin acción. Si cambia, ¿será necesariamente a peor? Lo dudo.
El síndrome de Estocolmo nos recuerda a aquellos secuestrados que acabaron por pensar que sus torturadores tenían razón y les justificaban tenazmente. Las víctimas nuevamente colaborando, protegiendo al victimario que a cada minuto crece en fanatismo. Este trastorno tiene aliados: el tiempo de secuestro y el sufrimiento soportados son directamente proporcionales a la intensidad del síndrome e inversamente proporcionales a la posibilidad de recuperación.
Aún no tenemos conciencia de colectivos capaces de unir fuerzas para alcanzar resultados. Aún no hemos dado el paso de pensar que existe algo más que el día a día, que cumplir un presupuesto, pagar la hipoteca tal cual nos la han colocado o empatar los gastos y que somos fuertes actuando unidos, no como individuos frágiles y aislados.
Y además si se razona un poco el asunto apenas tenemos qué perder, pues somos los elementos primordiales (que no prioritarios) de producción y compra, lo que alimenta la máquina, la mano de obra y pagadores que permiten póliza a póliza, préstamo a préstamo que muchos consejeros delegados y directivos jueguen al golf, cuenten con ingresos de cine y nos digan cómo tenemos que hacer las cosas para asegurárselo.
También podemos aconsejar a quien es víctima de abusos en una Entidad financiera o cualquier perfil mediador, invitándole a denunciar; que por cúmulo de denuncias la Administración actúe de una vez por todas abandonando su ceguera histórica y selectiva. Asimismo, conocemos a quienes actúan dentro de la profesión de mediador de forma desleal y ponen en riesgo al consumidor y a nuestros negocios; acabemos con su impunidad.
¿Debe ser tan difícil desarrollar un espacio de encuentro que nos permita a los mediadores junto a los clientes a quienes representamos actuar por el bien común?
Tenemos una institución Colegial para los asuntos profesionales; además, los mediadores deberían asociarse para defender sus respectivos intereses empresariales como agentes o corredores, dado que sus problemas y necesidades precisan soluciones ad-hoc y a veces enfrentadas y no pueden ser resueltas en un ente común. La bancaseguros pese a su enorme capacidad de presión y poder consideró oportuno recalar en AMAEF sus acciones colectivas. Por tanto, hasta los grandes monstruos financieros recurren al asociacionismo para defenderse. ¿Acaso no deberíamos aprender de ellos esta buena idea?
Los consumidores se asocian. Pero tan solo cuando es demasiado tarde y ya están siendo víctimas. Es importante actuar preventivamente en esta línea y dejar la mezquina idea de que tomar medidas es un gasto inútil.
Creo llegado el momento de que consumidores y sus representantes en materia de seguros se sienten a hablar para contener, rechazar y erradicar los abusos. Juntos podrán lograrlo.
Basta ya de facciones, intereses particulares y personalismos: la mediación precisa de un interlocutor hábil, negociador, consensuado, inteligente y con reputación intachable para entablar con la Administración cuanto se tercie en aras de intentar que no seamos pasto de los tiburones. Mientras no integremos en nuestras mentes una firme resolución de participar activamente en la lucha, en “la Resistencia”, no habrá paz merecida ni perdón para los indolentes.
Cuanto más tardemos unos y otros en tomar la senda de la acción, más horchata y menos sangre en las venas. Y más cruces en el cementerio. El mundo tiene mucho que ofrecer, además de Vichy y Estocolmo. Seguro.
Nota: este artículo fue publicado en la revista Balears Assegurances hace unos años y en la web www.mediadorbalear.org. Ha sido editado en la actualidad para que exista una cierta unidad temática con el anterior post “YO ACUSO” de este blog en el que se destacan prácticas abusivas y contrarias al derecho de los consumidores y de la competencia que se dan masivamente en el sector asegurador.