Se cuenta en voz baja, en los mentideros, calles y plazas de todos los pueblos de esta curiosa nación que existe gente que hace que otros pierdan el libre albedrío, la capacidad de decidir o elegir libremente. No son zombies, pues sienten rabia, sino siervos. Para ello solo se precisan tres elementos: unos tienen que estar expuestos, otros contar con poder absoluto y pocos escrúpulos para pasar la línea roja de la ética y los últimos deben saber mirar hacia otro lado sin lesionarse el cuello.
Contrariamente a lo que hemos aprendido a lo largo de años de convivencia, resulta que igual está bien hecho comprometer la viabilidad de una empresa o negocio si no se suscribe un seguro de vida a prima única o si no se despluma a la competencia con una carta de mandato sin mover una neurona y en contra de la voluntad del cliente. Si con ello se doblega el más férreo de los espíritus igual hasta proporciona algo parecido a la excitación .
¿Quién va a negarse a firmar un seguro si con ello pierde su empresa, manda al paro a sus empleados y quien sabe qué otros males? ¡Qué pena de corderos! ¡Qué pena de lobos!
Como en las mejores historias de la camorra calabresa, la célebre 'Ndrangheta, aquí nadie dice nada, nadie sabe nada, nadie hace nada.
Cuentan las leyendas que la 'ndrangheta, como la mafia, fue exportada a Italia desde España. ¿Será que algo nos alienta desde los más primitivos genes?