Vivo en un país donde todo el mundo conduce un Dacia.
Vivo en un país donde todo el mundo pide el montadito de chopped en el bar
Vivo en un país donde todo el mundo acude al abogado de oficio
Vivo en un país donde solo hay hostales, ni un hotel de una estrella o más.
Vivo en un país donde solo se vende aceite de girasol
Vivo en un país donde todo el vino es de brick
Vivo en un país donde todo el mundo compra su ropa en tiendas de todo a cien
Vivo en un país donde todos los hombres y mujeres nos perfumamos con heno de pravia
Vivo en un país donde solo bebemos la cerveza en litrona
Vivo en un país donde no existe la propina porque no se reconoce el valor del servicio
Vivo en un país donde la gente se autodefiende en los Tribunales para ahorrarse el abogado
Vivo en un país donde la cirugía se la hace uno mismo
Vivo en un país donde la asesoría financiera de la empresa la hace su primo sin estudios
Vivo en un país donde andamos todos con chanclas
Vivo en un país donde dormimos con colchón de espuma
Vivo en un país donde cerraron Lacoste, V&L, Rolex y Nike. Había falsificaciones suficientes a la venta
Vivo en un país donde todas las casas son de 30 metros con muros de pladur
Vivo en un país donde desapareció la carta en los restaurantes; solo hay menú
Vivo en un país donde los bancos venden ollas, vajillas, jamones, cafeteras, bicicletas, ordenadores y seguros. Con idéntica pasión.
Vivo en un país donde durante 30 años hago lo que me diga el banco renunciando a mis derechos fundamentales como consumidor, sin derecho a elegir. Claro que les debo la vida por dejarme que les pague intereses y comisiones...
Realmente, ¿estamos analizando el seguro en términos de inteligencia similares a los de otras compras, por insignificantes que sean estas?
¿Por qué esta repentina obsesión por el precio en algo que no es trivial, que tiene consecuencias de gran importancia?