Probablemente sea cuestión de morro o tal vez la típica reacción del niño mimado que no quiere cargar con las consecuencias de sus actos.
¿Qué me induce a esta valoración con respecto a algunas entidades financieras? Pues dos noticias que me llegan esta mañana del 19 de enero de un año que se avecina complejo para millones de españoles.
La primera de las noticias me llega del ámbito local. Ayer Antich, Presidente del Govern de la Comunidad Autónoma de Illes Balears, se entrevistó con una delegación de los bancos y cajas que operan en las islas. Para su sorpresa (o no) resulta que dicha representación dejó muy claro que el Govern (es decir, los ciudadanos de Balears a quienes representa dicha institución) no verán ni un céntimo financiado para poner en marcha un programa de VPO con que suministrar vivienda barata a familias que no pueden acceder a la "vivienda libre". Ni un céntimo, repito. ¿Por qué? Muy sencillo: argumentan, sin pudor, que tal programa afectaría al precio de las viviendas que tienen en cartera procedentes de ejecución de préstamos y que no están decididos a bajar los precios por la existencia de otra oferta más atractiva. Es decir, simple y llanamente: si no notamos una corrección en el precio de la vivienda, el acceso a la misma sigue siendo prohibitivo y no se financia a un sector que es responsable de gran parte del paro es porque no les conviene. Hay que echarle morro.
La segunda de las noticias viene de la mano de la radio nacional. Ayer el Presidente del Gobierno de la Nación, quien representa en este caso a todos los españoles (a una parte de ellos a contrapelo, hay que decirlo) resulta que se reunió con una representación de la banca y cajas españolas. Para su sorpresa (o no) recibió una curiosa propuesta: la creación de un "ente" público que compre el stock inmobiliario (tóxico) de las entidades financieras y, con ello, estas ganarían liquidez. Es decir, simple y llanamente: todos los españoles compramos a precio inflado algo que tendremos que consumir nosotros mismos a un precio menor en el futuro para que ellos puedan contar con pasta fresca. Hay que echarle morro. Socializar las pérdidas y amarrar el beneficio que nace en una incorrecta actitud profesional de una banca que olvidó sus principios básicos en el frenesí de una burbuja en la que fueron parte interesada y cómplices necesarios.
En ambas historias atisbo nexos comunes: la existencia de un grave problema de sobrevaloración de activos inmobiliarios que no se quiere o no se puede asumir y la necesidad perentoria de controlar el precio del mercado manteniéndolo artificialmente en un escenario de sobrevaloración permanente aún a costa de otros sectores, salvo que las pérdidas las asuman otros.
Algo me dice que si disponen de efectivo vamos a ver cierres de sucursales y despidos masivos financiados con el dinero de todos para que ese personal engrose el paro o la prejubilación donde las nóminas nuevamente son soportadas por todos los españoles. Algo me dice que mientras esa horrible bolsa inmobiliaria retenga la sobrevaloración por mero interés particular (o por el efecto que supondría traducirla en términos reales sobre su solvencia) estaremos tolerando prácticas contrarias al Derecho en el ámbito de la competencia, de consumidores y usuarios y con graves efectos sobre eso que se ha dado en llamar el riesgo de quiebra del Estado que no es otra cosa que la de nuestro sector financiero.
Tal vez sea necesario apretarse los machos y dejar que alguna de esas entidades, literalmente, se vaya a la fosa séptica que es adonde hace mucho tiempo que la dirigen sus gestores. Y que luego esos prohombres que han gobernado su destino y los nuestros se sienten en el banquillo para dar cuenta ante los ciudadanos.
Ya está bien de que los ciudadanos paguemos las estupideces de los señoritos. Esos tiempos ya pasaron a la historia ¿o no?