Un pobre subastero llamado Tristán tuvo la ocurrencia de comprar en una subasta judicial un bareto en un pueblo de dieciocho mil habitantes situado en una de esas comarcas en la que casi todo el mundo está subvencionado de alguna manera.
Pobre imbécil, ignorante de que a las autoridades de aquél Puerto Hurraco de los Gorrones les importa más impedir que el forastero capitalista se lucre a costa de los parroquianos que los puestos de trabajo que pueda crear en el pueblo, el muy iluso ha ido al ayuntamiento para preguntar si podría rescatar la anterior licencia de apertura o si tendría que sacar una nueva.
- La anterior solo le vale si el titular se la traspasa
- El caso es que el anterior titular fue desahuciado por el anterior propietario y se largó del pueblo echando pestes y ahora no quiere saber nada
- Pues es lo que hay.
- ¿Y cuánto tardan aproximadamente en dar las licencias?
- Unos seis meses, si todo va bien.
- Ufff, y quien me lo alquile... ¿podría ir abriendo mientras esperamos a que llegue la licencia?
- ¿Esta usted loco? Juaaaaaan, mira lo que dice el forasteeeeero, que si puede abrir sin licencia.
- Juas, juas, juas, anda que no son listos ni nada estos...
- Es que en Madrid, por poner un ejemplo, los comerciantes pueden presentar la documentación y abrir inmediatamente, sin esperar al resultado, a sabiendas de que si les llega una inspección basta con enseñar el documento acreditativo de que la licencia está pedida.
- Oiga, amigo, es que aquí no somos tan chulos ni tan listos como los de Madrid y resulta que tenemos nuestra propia forma de hacer las cosas. Los campesinos somos así.
(Ostras, Pedrín, este hijoputa me va a obligar a pedirle perdón por ser madrileño o incluso puede que me reclame por la milonga esa de la deuda histórica)
- No, no, si solo era una sugerencia y dígame, ¿cuales son los requisitos y formalidades para pedir la licencia esa?
Y aquí ya es cuando aluciné del puto país burocrático en el que vivo pues la simple lectura de los documentos que tenía que aportar al proyecto para la licencia me produjeron unos deseos incontenibles de ir al bareto y prenderle fuego y mandarles a todos a tomar por culo.
Menos mal que no lo hice.
Porque esta conversación, o una muy similar se produjo hace unos diez meses, aunque finalmente el local se le alquiló a un vecino del pueblo, quien visitó el ayuntamiento con mis mismas intenciones pero con un resultado muy diferente, de manera que hace ya un par de meses que el tipo dispone de licencia y yo de una rentita mensual exigua pero muy gratificante.
Aunque no olvido a aquellos funcionarios que sesteaban en el ayuntamiento aquel día.
Y por cierto, he titulado este post "Un bareto en el desierto" no porque el bar esté en una comarca especialmente seca o calurosa. Nada de eso, es mas bien al contrario. La comarca no tiene nada de seca y los lugareños no tienen pinta de estar especialmente sedientos. Si lo he titulado así es porque se trata de una comarca completamente desierta de industria y emprendimientos.
Y la verdad es que no lo comprendo, ¿por qué será?