Estos días me está dando mucho la lata para que le arregle cierto asuntillo uno de estos avezados nuevos inversores que están acudiendo al ladrillo al calor de la recuperación económica.
Incluso me ofrece revenderme el activo que compró en subasta a finales de año al mismo precio al que él se lo adjudicó. Que no era un mal precio, por cierto. De hecho es un precio cojonudo incluso a pesar de la cercanía a Pan Bendito, uno de los peores barrios de la capital. El piso es un buen piso y está ubicado en un edificio casi nuevo. Con ese precio de adjudicación se le podrá sacar al menos un sesenta por ciento de rentabilidad, lo que no está nada mal.
¿Y por qué estaría Enrique, el valiente inversor, dispuesto a renunciar a semejante rentabilidad y cambiarla por una pérdida asegurada de al menos el ocho por ciento, que es lo que le va a costar el pago del ITP más los gastos de inscripción registral?
Pues una pequeñez de nada. Parece ser que el piso está okupado por la familia de un gitano de armas tomar, uno de los jefes del que fue uno de los clanes más violentos de Madrid, el clan de los Fernández, que ahora está más o menos desmantelado pero que conserva su leyenda y quizás una parte de su conocida agresividad. O al menos eso le parece al tal Enrique.
¿Y por qué Enrique no se preocupó de investigar un poco esa subasta antes de participar en ella?
¿Os acordáis de aquel post en el que yo afirmaba que aunque los alpinistas pudieran llegar en tren al campo base del Everest eso no redundaría en la seguridad de las ascensiones sino que, al contrario, eso traería a mucha gente muy poco preparada por lo que los accidentes serían más numerosos?
Aquel post fue publicado el mes inmediatamente anterior a la implantación de la subasta judicial electrónica y mi tesis era que, con la facilidad de pujar desde casa, las abejas acudirían a la miel pero caerían por millares.
Está ocurriendo.
Rescato el siguiente párrafo:
La facilidad de poder llegar en tren hasta el mismísimo campo base solo conseguiría llenar éste de turistas blanduchos, desmusculados y sin capacidad de sufrimiento, que se vendrían abajo en cuanto tuviesen que respirar por encima de los cinco mil metros. La mayor afluencia de alpinistas, que obviamente sería innegable, no produciría un mayor número de ascensiones sino un mayor número de accidentes.
Y este otro:
Los alpinistas de siempre seguirían ascendiendo casi con normalidad excepto por el hecho de que la mayor afluencia de novatos les dificultaría el camino.
Joder, debo ser adivino porque esto es exactamente lo que está ocurriendo.
Y se le puede aplicar a Enrique, el "caguica" de Pan Bendito, con exactitud milimétrica.
Y lo cierto es que no tengo ni la menor intención de ayudarle.
Me pide que adapte alguna de mis consultorías de Subastanomics a su caso. Y eso estaría muy bien si yo tuviera algún interés en vender esas consultorías. Pero lo cierto es que no son más que una carga que me he autoimpuesto como solución al tremendo problema que tenía con las docenas de gorrones que cada día asaltaban mi correo electrónico. Ahora lo siguen tomando al asalto, pero la inmensa mayoría salen por patas en cuanto les doy a elegir entre los 150 euros que cobro por Hello Tristán, los 300 euros que cobro por Tristán el detective y los 600 euros que cobro por Tristán el Guardaespaldas.
Mis consultorías son el filtro que utilizo para distinguir al gorrón internáutico del cliente que merece ser ayudado. Los que no huyen y aceptan pagar la tarifa son clientes que están dispuestos a pagar por el esfuerzo ajeno y merecen ser ayudados con lo mejor de mi tiempo.
Enrique no es ni una cosa ni otra sino lo que describo en el título de este post.
Coño, si la has cagado al menos mantente firme y asume las consecuencias de tus actos.
Yo por ejemplo. Hace un año y medio hice una pequeña inversión en un par de solares a raíz de la cual tuve que iniciar un procedimiento de disolución de proindiviso. Procedimiento judicial que he perdido. Ahora me va a tocar palmar un buen dinero. Lo contaré en su momento, cuando todo haya acabado. Pero el caso es que me equivoqué con esa inversión. Me equivoqué al iniciar ese procedimiento judicial, que no era el camino más indicado (como me ha explicado luego un estupendo abogado urbanista), y me equivoqué, finalmente, con la elección de letrado que, en vez de quitarme esa idea de la cabeza, lo que hizo fue prometerme un pronta victoria.
Solo he acertado al negarme en redondo a apelar la sentencia condenatoria. Me puedo equivocar, pero al menos no soy un empecinado. Cuando me doy cuenta del error rectifico y asumo las pérdidas en vez de huir hacia delante.
Y volviendo a lo de Enrique...
El caso es que en vez de formarse adecuadamente en esto de las subastas, el tal Enrique decidió que él es más listo que nadie y que esto de participar en subastas estaba chupado. Así que simplemente comprobó que la casa no tenía cargas registrales y se tiró a la piscina.
Y solo después, cuando se ha enterado de la identidad del okupa de la casa que acababa de comprar, se ha puesto como loco a investigar y a leer todo lo que ha encontrado por internet. Y así ha llegado a aquel relato sobre una posesión judicial violenta en el que un bruto llamado Piolín trató de forma tan poco considerada a nuestro amigo Daniel.
Y ahora no le cabe por el culo ni un cacahuete.
Y lo entiendo perfectamente porque como todo el mundo sabe "algunos" gitanos son gente bastante poco razonable. Digamos que sus razones y las nuestras no siempre siguen el mismo camino. Y precisamente uno de sus temas sensibles es el asunto este de la vivienda. No se en qué se basan algunos de ellos para considerar que la vivienda no es un concepto en el que haya que gastarse dinero. ¿Quizás que hasta hace un par de decenas de años se la construían en cualquier parte y con una docena de ladrillos y tres chapas?
Estoy convencido de que el capo ese de los Fernández no concibe ni por un momento que nadie tenga derecho a sacar a su familia de su casa y sin duda considerará una agresión cualquier intento en ese sentido. Este señor seguro que se considera a sí mismo una persona muy pacífica, pero no entenderá que el nuevo propietario no intente al menos llegar a un acuerdo razonable.
Lo malo para el adjudicatario es que para la mentalidad del Sr. Fernández un acuerdo razonable es, por ejemplo, que el nuevo propietario le alquile la vivienda por unos razonables cien o ciento veinte euros mensuales.
Les he tratado muchas veces y estoy más que convencido de que esa es exactamente la situación.
Y por eso a Daniel no le va a quedar más remedio que desahuciar al Sr. Fernández por las malas.
Y es que si pretendes vivir de las subastas tienes que aprender a desahuciar, eso está claro.
Por mi parte yo tengo mis propios asuntos y no tengo ningún interés en implicarme en los de los demás.
Así que he decidido NO dedicarle ni un minuto a ayudarle.
Y tampoco aceptar su oferta.
Pero me lo pensaré con muchas simpatías si le descuenta un veinticinco por ciento a su precio de adjudicación.
Si tiene que asumir pérdidas, al menos que pierda en condiciones.