Qué cosa más curiosa me sucedió hace un par de meses en una subasta judicial de provincias. Salía a subasta un piso de un pueblo del sur de Madrid, (ya he comentado que la subasta era en otro lado) que pertenecía a un muerto al que le habían embargado por una deuda de 600 euros. Supongo que el buen señor habría pagado la deuda antes de la subasta de no haberse producido aquel accidente en la carretera unas semanas antes del día D.
Ignoro si tenía o no herederos, el caso es que la subasta se celebraba y allí nos encontramos tres subasteros de Madrid y dos locales, uno de los cuales tenía una pinta de revirado que no veas. El tío se nos acercó y con muy malas maneras nos dijo que tenía mucho interés en quedarse con ese piso porque lo quería para su hija y que nos ofrecía 300 euros a cada uno a cambio de dejarle entrar solo en la subasta.
¿Trescientos euros? ¿Es que nos has visto cara de pasar hambre? Ni trescientos euros ni tres mil, el piso será para quien más pague y sanseacabó.
Le contestó uno de los madriles, más por la mala pinta y la chulería del gachó que por otra cosa.
- Bueno, pues entonces dadme a mí diez mil y me voy a mi casa. O eso o no compra ni Dios.
- Mire usted, ni le vamos a coger trescientos euros ni le vamos a dar diez mil. Lo que vamos a hacer es entrar en el juzgado, pujar unos contra otros y el que puje más se queda con la casa. Y no tengo nada más que hablar con usted.
- O me dais el dinero o me voy al banco, pago la deuda y se acabó la subasta. Como me llamo Pepe que esta subasta no se celebra.
- ¿Qué? ¿Pero nos está tomando por idiotas o qué? ¿En qué cabeza cabe que vaya usted a pagar la deuda? Déjese de bravatas, entre en la subasta, puje y déjenos en paz.
Y allá que se va el tío todo cabreado.
El otro subastero local nos dijo entonces que el fulano era capaz de pagar la deuda y de mucho más. Que estaba majara y que era impredecible, que hacía lo primero que se le pasaba por la cabeza sin medir las consecuencias. Y nos contó algunas de sus últimas locuras.
Ya veréis como viene del banco con el ingreso hecho y suspende la subasta. Lo doy por seguro, no pienso pujar.
A la media hora el agente anunció la subasta y le entregamos las cuatro fianzas, tras lo cuál se celebró una subasta no demasiado reñida de la que resultó adjudicatario uno de los madrileños. Unos minutos después vemos al tronado entrar en el juzgado y entregar el impreso de ingreso al oficial encargado del procedimiento quien, tras hablar con el secretario se nos acercó a decirnos que la subasta estaba suspendida porque el principal de la deuda había sido pagado.
A los postores nos devolvieron la fianza inmediatamente, excepto a Carlos, que por ser el adjudicatario debió volver a los pocos días. No es la primera vez que me suspenden una subasta unos minutos después de haberse celebrado, ni será la última, pero sí es la primera vez que veo a un tercero pagar la deuda de un extraño en un arranque de ira.
¿Estaba el majara tan loco como parecía, o por el contrario era más listo que el hambre? No se que opinarán mis ilustres lectores.