Suelo rechazar al ochenta por ciento de los clientes que se interesan en que les busque piso en subastas judiciales. Realmente "rechazar" es la palabra más apropiada, aunque suene un poco brusca, pues aunque ellos no lo noten, o incluso aunque crean que son ellos quienes están rechazando mis términos, en realidad soy yo quien les está haciendo pasar por un filtro que solo superan los que cumplen cuatro condiciones:
- Que estén realmente interesados en comprar y no solo en marear al subastero
- Que tengan dinero suficiente para comprar o estén en verdadera disposición de tenerlo
- Que tengan la disposición psicológica necesaria para invertir en las subastas judiciales
- Que no tengan la cabeza llena de pájaros pensando que van a comprar a mitad de precio. Eso ya no ocurre y, cuando ocurre siempre tiene algunos riesgos.
Por marear al subastero me refiero a aquellos que siempre encuentran alguna pega al piso subastado porque aplican a la compra en subastas los mismos criterios que aplicarían si estuvieran visitando alguna de las cientos de promociones inmobiliarias de la provincia de Madrid. Las oportunidades se hacen esperar y solo pasan una vez. No es de recibo estar un año esperando a que salga en subasta a buen precio y en buenas condiciones un piso de 100 m2 en el Parque de las Avenidas de Madrid y, cuando por fin aparece la oportunidad, rechazarla porque no nos gusta que sea un quinto.
Si fuera un sexto o un séptimo no lo dudaría, pero es que un quinto...
No es lo mismo hincharse a comprar de boquilla apoyados en la barra de un bar, trasegando un cohete tras otro, mientras nuestras mujeres nos miran indulgentes, que echarle narices e ingresar noventa y cinco mil euros de fianza y meterse en un juzgado a pujar por un bien que se subasta. No, no es lo mismo.
Cuando menciono la "disposición psicológica" necesaria para invertir en subastas me estoy refiriendo a que este negocio no es para tibios o, mejor dicho -que ya está bien de sutilezas- que no es un negocio para cobardes. Que los cobardes lo pasan muy mal y, sobre todo, que me dan mucho la lata. Aún recuerdo con resentimiento a Javier "el tembleque", aquel cobarde gilipollas al que le compré un apartamento fabuloso de unos 60 m2 y que me estuvo martirizando con una llamada diaria durante los tres meses que tardé en conseguirle la Posesión del piso. No es que me pidiera noticias ni nada parecido, simplemente me llamaba para que le soltara las mismas frases repetidas de consuelo porque el muy mierda estaba completamente acojonado de lo que pudiera pasar. No tenía ningún motivo para estarlo, simplemente es que era un mierda y como tal se comportaba. Las llamadas eran para él como una especie de terapia que lo tranquilizaba hasta el día siguiente, en que le volvían a entrar las dudas.
Al final lo que pasó es que vendió por veintisiete millones de pesetas en el año 2002 lo que yo había comprado para él por diez millones en el año 1999, y todavía tuvo las narices de llamarme todo acojonado para preguntarme lo que debía hacer, si vender o no.
¡Haz lo que te salga de los huevos, pedazo de gilipollas!
Así que los inversores tibios y temblorosos, lo mejor que pueden hacer es invertir en los fondos de inversión de renta fija y alejarse todo lo que puedan de cualquier cosa que huela a riesgo.
De manera que algunos de los que contactan conmigo por mail se quedarán pensando que qué mal comercializo mis servicios o que no me interesan los clientes. Y no es nada de eso, al contrario, los verdaderos clientes siempre son bienvenidos; me permiten conservar la liquidez y siempre les he tratado lo mejor posible, al menos a quienes han llegado a serlo. Lo que pasa es que antes de acceder a reunirme con ellos, me aseguro de que cumplen los requisitos enunciados anteriormente y si no los cumplen les despacho rápido.
Por ejemplo, al principio les pedía que abrieran una cuenta corriente en el Banesto con la excusa de que así les resultaría mucho más fácil y cómodo ingresar fianzas y retirarlas dado que es el banco donde hay que hacer los ingresos judiciales. Lo sigo aconsejando encarecidamente, pero para lo que realmente me servía era para distinguir a los realmente decididos a comprar en subastas de aquellos que todavía albergaban secretas dudas. A estos últimos siempre es posible que unos días antes de la subasta les de pereza (o miedo) y se echen atrás con la excusa de que su mujer se ha puesto de los nervios o que habían calculado mal el dinero disponible, etc. Excusas nunca faltan y la verdad es que es una lata haber estado trabajando semanas o meses para nada. Eso por no mencionar el coste de oportunidad de haber ofrecido la subasta al cliente equivocado teniendo otros que hubieran estado encantados de asistir a esa subasta.
Actualmente la cuenta en el Banesto me limito a recomendarla y el sistema que utilizo para discriminar entre los que están realmente decididos a comprar en subastas de aquellos que al final se van a arrugar es pedirles que me hagan un poder notarial que me sirva para representarles en el acto de la subasta y en la tramitación posterior. Este poder, aunque no es estrictamente necesario para participar en las subastas, pues lo más usual es que mis clientes me acompañen a las mismas, sí puede ser necesario durante lo que dura el papeleo.
En cualquier caso no les pido que me lo den, solo que se molesten en hacerlo. Luego siempre pueden pujar por ellos mismos y, si resultan adjudicatarios y siguen sin querer darme el poder, siempre pueden llevar ellos mismos la tramitación. Pero el poder tienen que haberlo hecho, eso sí.
El próximo post tratará sobre este poder notarial y su capacidad de acongojar a los clientes más tibios, que supongo que son los menos decididos y que aún albergan secretas dudas acerca de las subastas, dudas que se multiplican en cuanto me oyen mencionarlo. Porque si hoy les atemoriza hacer ese poder (que no tiene ningún peligro potencial) no veas la tembladera que les entraría el día antes de la subasta. Es mejor saberlo ahora que entonces, con todo el trabajo ya hecho.
¿Vosotros creéis que tiene sentido este sistema para ahuyentar a los más timoratos?, ¿se os ocurre alguna idea mejor?
No quiero terminar el post sin mencionar que al final el Tembleque le cogió el gusto a las inversiones inmobiliarias y, tras el pelotazo del 2.002 empezó a dedicarse a comprar sobre plano y a vender a la entrega de llaves y fue así hilando una operación con otra hasta que a finales del 2.007 se metió en cuatro o cinco inversiones sobre plano. Confieso que la noticia de su ruina me hizo feliz cuando me la contó un amigo común, tal era la inquina que llegue a tenerle. Si, ya se que es malvado decirlo, pero peor es que sea verdad. Acabé de él hasta la mismísima coronilla.