Ya mencioné que la semana pasada tuve el lanzamiento que había predicho en aquel post de julio sobre el holgazán acomodado que no quería trabajar ni a tiros. En fin los típicos problemas con los parásitos de siempre. También comenté que tiempo que no me encontraba con un subastado de grado-4, ya sabéis, el típico listillo aprovechado que es consciente de que está viviendo de prestado en una casa que ya no es suya, pero que aún así tiene intención de aprovecharse de la oxidada maquinaria judicial y aguantar en la casa hasta el último minuto.
Hacía años que no participaba en un lanzamiento judicial y entre las agentes judiciales que participaron me encontré con una a la que conocía y con la que pasé un rato muy entretenido comentando algunas recientes anécdotas de lanzamientos bastante originales.
Por ejemplo ella venía de haber tenido otro lanzamiento esa misma mañana en la que el zoquete lanzado en ese acto se había ido de la casa llevándose sus muebles y dejándola vacía de todo excepto de un cubo lleno de agua que colocó cuidadosamente en la puerta de entrada al salón... ¡¡¡será iluso el muy ignorante!!! ¿Es que no sabe el remilgado cuidado con el que se entra en este tipo de viviendas subastadas? Otro error a sumar a una vida llena de ellos.
También me contaron de otra ocasión en el que el dueño de un piso en el sótano, había escavado un agujero de medio metro en el suelo y luego lo había cubierto con una especie de plástico para camuflarlo, con la idea de que el nuevo propietario o uno de los agentes judiciales cayera en la trampa. Lo que no sabían era si el agujero lo había cavado disfrazado de apache mientras su mujer le disparaba flechas con ventosa, ¡pandilla de infantiles inmaduros!
O la ocasión -esta vez más elaborada y que dio plenamente en el blanco- en que hicieron una conexión entre el timbre de la puerta y la electricidad. Se conoce que esta vez el demandado era electricista y sabía lo que hacía, porque consiguió el pleno y el agente que llamó a la puerta pegó un bote de dos metros y el pelo se le puso de punta. Incluso se abrieron diligencias para empapelar al travieso culpable.
Y lo que ya no pudo calificarse de travesura fue la ocasión en que el demandado, indignado porque le echaran de un piso que ya no era suyo y por el que escasamente había pagado un par de cuotas (reconozco que esto es cosecha mía), en vez de un cubo de agua, preparó una trampa digna de Crusoe en la que cuando el agente entró en el salón casi le acierta en la cabeza un tronco de 8 kilos de peso. Por lo visto en este caso no se abrieron diligencias porque el tronco no acertó, pero el demandado se libró de una buena.
Se conoce que todos estos ejemplos citados corresponden a necios que no contentos con lo mal que han conducido su vida hasta el presente, todavía les quedan ganas de cagarla un poco más. Todo tiene remedio menos la idiotez.
Y respecto a algunos lanzamientos que he visto por la tele en los que cuando entra la comisión judicial se encuentran con una casa destrozada y llena de agujeros, le manifesté a esta conocida mi estupefacción pues a mí jamás me ha pasado nada así. Ciertamente, en 20 años que llevo de subastero ningún lanzado (del grado que sea) me ha destrozado el piso adjudicado y ni siquiera me he encontrado otros desperfectos que no sean debidos simplemente al uso y al paso de los años. Su explicación es que la experiencia de los agentes judiciales es muy diferente entre que la casa la haya adquirido una persona o se la haya quedado el banco. A las personas les ven como sus iguales, gente a la que no se quiere perjudicar y a los bancos les ven como a una gran empresa capitalista que les ha expoliado.
¿Será solo eso? A esa explicación, yo añado que, en la mentalidad del subastado, una cosa es el banco capitalista que te expolia y otra cosa muy distinta es una persona que, como yo hago sin excepción, les visita cortésmente, se compadece de ellos, comprende su situación y trata de que ellos comprendan la suya y, finalmente, les hace propuestas constructivas que, aunque no las acepten porque ellos sean subastados de grado 4 ó 5, al menos les hacen ver que no eres más que una persona común y corriente que solo desea tomar posesión de su nueva casa cuanto antes. Respecto a esto último es muy importante no visitarles conduciendo un mercedes si hay peligro de que te vean, cae por su peso.
Y además otro añadido: No creo que sea nada fácil hacer destrozos en una casa que ha sido tuya, a la que tienes cariño, que llevas años cuidando y embelleciendo. Hay que ser muy mala persona para olvidar todo esto y coger la maza.
¿Cuál ha sido vuestra experiencia a este respecto?