De las cinco grandes empresas eléctricas que operan en España, sólo E.On me parece adaptada al siglo XXI si aceptamos que el modelo energético de este siglo se parecerá poco al que tenemos aún hoy día.
E.On era hasta hace poco una utility europea más, un gran grupo energético que integraba tradicionalmente los negocios de prospección de hidrocarburos y generación eléctrica (generación de energía), redes (distribución de energía) y comercialización (venta de energía), dando lugar a una estructura típica de conglomerado energético tendente a operar en monopolio privado o en oligopolio. Una más entre el selecto club de RWEs, Enels, Endesas e Iberdrolas varias de Europa.
Como otras empresas energéticas, probó suerte en España, donde se la dieron con queso. No sólo se quedó con un palmo de narices en la puja por Endesa, lucha que ganó finalmente Enel with a little help from their hispanistanic friends, sino que al probar suerte al entrar como distribuidora comprando Viesgo en junio de 2008, lo hizo precisamente en el peor momento. Además de la red de distribución de 650.000 clientes de Cantabria y otras zonas ricas en energía hidráulica del Norte de España, se quedó con las centrales térmicas de Los Barrios (carbón) y Tarragona (gas natural en ciclo combinado). Una pica en Hispania, por aquello de diversificar.
Pero claro, justo pasado el verano, en septiembre de 2008, el gobierno empieza a dar muestras de que cree que las renovables se comen a los niños crudos y empieza a putearlas sin compasión. Las empresas con intereses minoritatios en la red de distribución o con un mix de producción basado sobre todo en centrales renovables (caso de E.On), o simplemente que provienen de países donde la seguridad jurídica es sagrada (caso de E.On de nuevo) se las ven y se las desean para mantener los números en negro en un país cuya opacidad regulatoria rivaliza con la capacidad de visionado a través de las paredes de hormigón.
E.On estaba desorientada. Pero después de todo, España es un país no demasiado importante y podría seguir por la senda "tradicional" y luchar por ser una empresa energética más, "competiría" con las otras grandes en centroeuropa.
Pero todo eso cambió apenas despuntaba la primavera de 2011. Fukushima hace acto de presencia y Alemania, con una conciencia medioambiental a prueba de balas, cierra una buena parte de sus centrales nucleares, asestando un palo tremendo a las grandes del sector. Las cotizaciones de RWE, E.On y otras caen estrepitosamente.
E.On empieza entonces a pasar un calvario en bolsa y a arrojar pérdidas en varias divisiones de forma sistemática.
Al poco, hacia 2013 empiezo a detectar un cambio en el discurso corporativo de E.On.
- Mientras las empresas oligopólicas defienden la generación con centrales de centenares de megavatios, el representante de E.On en España habla de generación distribuida y descentralización del sistema.
- Mientras Unesa echa la culpa de los males de la humanidad a las renovables, E.On apunta a las renovables como clave del futuro sistema energético.
- Mientras en España no se ven apenas coches eléctricos por las calles, E.On dice que que quiere convertirse en un proveedor de servicios para gestionar este elemento en el hogar y el trabajo.
- Mientras en España se parapetan las empresas oligopólicas protegiendo sus intereses basados en un sistema energético caduco, chirriante, contaminante y peligroso que se limita a ver girar la rueda del contador y expoliar a los ciudadanos, E.On habla de un cambio de sistema energético, de afrontar el siglo XXI y de proveer de servicios al consumidor, el cual se erige en protagonista del sistema.
Escuchar a una de las cinco grandes empresas dueñas de la red distribuidora española sobre la red eléctrica del futuro me produjo más sorpresa que ver a un dinosaurio andando por el Real de la Feria. Esto no podría terminar bien: O E.On triunfaba forzando un cambio en el gobierno español o se acababa largando.
Y eso es lo que ha pasado. La empresa repliega y se marcha con la música a otra parte. Opta por reconocer pérdidas, vende sus propiedades en España y decide apostar por una idea que lleva años fraguándose en la Unión Europea. E.On ha decidido apostar por el cambio de modelo, por la red eléctrica del siglo XXI. Tras vender sus activos en España se centrará en la gestión de la red (distribución restante en Europa), en buscar soluciones y ofrecer servicios a sus clientes (división de comercialización) y en mantener las energías del futuro (activos renovables). Por su parte, tiene planeado agrupar sus activos fósiles, mal llamados convencionales, y sacarlos en forma de spin-off en una empresa separada.
Dicen que E.On se divide en dos, pero yo no lo veo así. La empresa se centra en el modelo energético que cee imperará en el siglo XXI mientras que vende lo caduco, el pasado.
Si crees que ese modelo energético basado en una red más descentralizada y en más renovables será el que triunfe en Europa en el futuro, E.On es tu empresa para invertir a largo plazo. Si las perspectivas son las que yo creo que serán, la empresa habrá acertado al largar lastre y centrarse en el modelo energético del siglo XXI, que me parece que va a tener muy poco que ver con el del siglo XX.
Si, en cambio, crees que gracias a San Fracking y a la Virgen del Shale más otras panaceas energéticas venideras tendremos energía abundante para varias décadas y que el petróleo barato ha venido estos meses para quedarse para siempre, olvídala y compra deuda de empresas norteamericanas que trabajen en Bakken.
Ojo, KIO ha vuelto a España al participar en la compra de los activos de E.On. La participación de países árabes en el negocio energético español es ya muy notable.