El 26 de abril de 1986 se desató el infierno nuclear sobre la Tierra. Millones de europeos están vivos y sanos gracias a los liquidadores de Chernóbil. Para ellos va este post en el trigésimo aniversario de uno de los mayores desastres nucleares de la historia.
Liquidador es el nombre que se dio a cada una de las aproximadamente 600.000-800.000 personas que se ocuparon de minimizar las consecuencias del desastre del 26 de abril de 1986 en Chernobyl. Fueron los bomberos, obreros y voluntarios que se encargaron de apagar los incendios y construir el sarcófago, estructura diseñada para contener la radiación liberada durante el accidente de Chernobyl. Estas personas se arriesgaron a construirlo sin equipo protector y absorbieron gran cantidad de radiación.Muchos de los liquidadores tuvieron efectos secundarios y varios miles murieron. De acuerdo con Georgy Lepnin, un médico bieloruso que trabajaban en el reactor número 4, "aproximadamente 100.000 liquidadores han muerto". En abril de 1994, un texto de conmemoración de la embajada de Ucrania en Bélgica cifra 25.000 muertos entre los liquidadores desde 1986. Según Viacheslav Grishin del sindicato de Chernóbil, la principal organización de liquidadores, "25.000 de los liquidadores rusos han muerto y hay 70.000 personas con discapacidad, aproximadamente el mismo número en Ucrania y 10.000 muertos en Bielorusia y 25.000 discapacitados", lo que hace un total de 60.000 muertos y 165.000 discapacitados.
Una turba ignorante no sirve para nada en un accidente tecnológico tan complejo. Los equipos de liquidadores estaban compuestos, sobre todo, por bomberos, científicos y especialistas de la industria nuclear; tropas terrestres y aéreas preparadas para la guerra atómica; e ingenieros de minas, geólogos y mineros del uranio, debido a su amplia experiencia en la manipulación de estas sustancias. Es necio suponer que esta clase de personas ignoraban los peligros de un reactor nuclear destripado cuyos contenidos ves brillar ante tus ojos en un enorme agujero.Los liquidadores acudieron, sabían lo que tenían ante sí, y a pesar de ello realizaron su trabajo con enorme valor y responsabilidad. Cientos, miles de ellos, de manera heroica hasta el escalofrío. Los bomberos que se turnaban entre vómitos y diarreas radiológicas para subir al mítico tejado de Chernóbyl, donde había más de 40.000 roentgens/hora, para apagar desde allí los incendios (la radiación ambiental normal son unos 20microrroentgens/hora). Los pilotos que detenían sus helicópteros justo encima del reactor abierto y refulgente para vaciar sobre él los buckets de arena y arcilla con plomo y boro. Los técnicos y soldados que corrían a toda velocidad por las galerías devastadas cantándose a gritos las lecturas de los contadores Geiger y los cronómetros para romper paredes, restablecer conexiones y bloquear canalizaciones en turnos de cuarenta o sesenta segundos alrededor de la sala de turbinas (20.000 roentgens/hora). Los mineros e ingenieros que trabajaban en túneles subterráneos, inundándose constantemente con agua de siniestro brillo azul, para instalar las tuberías de un cambiador de calor que le robase algo de temperatura al núcleo fundido y radiante a escasos metros de distancia. Los miles de trabajadores y arquitectos que levantaban el sarcófago a su alrededor, retiraban del entorno los escombros furiosamente radioactivos y evacuaban a la población. Salvo a los soldados, sometidos a disciplina militar, a nadie se le prohibía coger el petate e irse si no quería seguir allí; casi nadie lo hizo. Es más: muchos de ellos llegaron como voluntarios desde toda la URSS, especialmente muchos estudiantes y posgraduados de las facultades de física e ingeniería nuclear. Esta fue la clase de hombres y no pocas mujeres que algunos creen o quieren creer una turba ignorante y patética. Esto fueron los liquidadores.
Es evidente que esas mascarillas no protegían de la radiación nuclear.
Los liquidadores recibieron una distinción especial por su valor y sacrificio, esta medalla.
Detalle central de la medalla entregada a los liquidadores representando las 3 clases de radiaciones junto a una gota de sangre.
En cualquier país decente los liquidadores serían reconocidos como hérores que dieron su juventud y salud por los demás. Desgraciadamente Ucrania atraviesa una terrible crisis económica que ha menguado muchísimo las magras pensiones de los que han sobrevivido hasta hoy.
Ya no hay excusa. Todos sabemos a lo que nos exponemos. Fukushima nos recordó también que ninguna central está construida a prueba de comunistas, tsunamis o incluso explosiones. La energía nuclear es una lacra para la humanidad. Una forma muy torpe de producir electricidad que hoy día sólo es imprescindible en dos países del mundo, uno de los cuales, Francia, el país más nuclearizado del mundo, quiere dejarla atrás cuanto antes para abrazar a las renovables.
Una ruina no sólo para el medio ambiente o la salud sino especialmente para el bolsillo, como saben muy bien los accionistas de Areva o EDF. La energía nuclear sólo puede producir electricidad y sólo es rentable si recibe subvenciones públicas milmillonarias.
Tenemos alternativas, ya no son el futuro, están hoy aquí.
¿Cuántas centrales, ya muy envejecidas, deberán derramar su radiactividad por todo el planeta para convencernos? Por mera ley estadística veremos otras centrales nucleares reventar, es sólo cuestión de tiempo.
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