En las batallas te das cuenta de que los planes son inservibles, pero que hacer planes es indispensable
Eisenhower
En un plan de inversión antes de lanzarnos a ponerlo en práctica hemos de determinar con mayor o menor precisión, pero siempre con claridad una serie de puntos. En la entrada anterior nos centramos en uno de ellos, la conveniencia de tener una opinión sobre la situación de los mercados en el momento de arranque del plan que nos permita modular adecuadamente tanto nuestras expectativas como los objetivos a los que podemos aspirar.
Vamos a mostrar de manera más sucinta el resto de los puntos para configurar con ellos una especie de hoja de ruta que guiará las actuaciones concretas que haremos a lo largo del plan.
El primero, de especial importancia y al que dedicaremos la mayor parte de la entrada, es determinar los objetivos del plan. En este caso concreto son dos en principio:
- Conseguir mediante la inversión en renta variable una rentabilidad superior a la que obtendríamos mediante una inversión de mínimo riesgo. A cambio asumimos la posibilidad de que este objetivo no se consiga, pudiendo ser la rentabilidad inferior a la de mínimo riesgo, incluso negativa
- Mantener el poder adquisitivo de nuestra inversión algo que los activos de mínimo riesgo no consiguen a largo plazo
Es importante subrayar que en realidad estamos planteando cambiar una pérdida segura de nuestro poder adquisitivo por una posible pérdida que puede llegar a ser muy importante, más que la vamos a tener manteniendo el riesgo al mínimo, pero a cambio nos da la oportunidad de mantener nuestro poder adquisitivo, incluso incrementarlo.
La bolsa es más rentable que las inversiones de mínimo riesgo y es capaz de proteger de la inflación, incluso obtener una rentabilidad adicional en términos reales:
- SI el plazo de la inversión es largo, de diez o más años,
- SI hablamos de LA bolsa, no de UNA acción, no de UN fondo de inversión, no de UN índice concreto
- SI los costes de transacción y fiscales son lo suficientemente bajos.
Aun cumpliendo todas estas condiciones, no hay ninguna certeza de obtener rentabilidades positivas en el largo plazo, solo una muy alta probabilidad, lo que no es poco. Aunque sean poco frecuentes hay “décadas perdidas”, por ejemplo, la que va del 31-12-98 (MSCI World Net en moneda local: 1.770,590) a 31-12-2008 (1.584,056, un 9% de pérdida, y hay que tener en cuenta que estamos hablando de rentabilidad total incluyendo el cobro de los dividendos y su reinversión). De poco nos sirve el consuelo de que la bolsa es rentable a largo plazo como verdad estadística si en nuestro caso concreto no lo ha sido.
Por ello es más prudente y aconsejable en casi todos los casos hacer un mix entre bolsa y activos menos volátiles. Si tenemos en cuenta los aspectos psicológicos, cuestión de importancia esencial, no sólo es aconsejable, es indispensable para garantizar el éxito en la inversión.
¿Cuál sería el porcentaje de inversión en bolsa respecto al total invertido que nos permitiría cubrir la inflación? Depende de las hipótesis que manejemos.
Siendo conservadores, es decir consecuentes con el conservadurismo que preside todo nuestro planteamiento y las poco alentadoras perspectivas de los mercados en la actualidad, vamos a suponer una inflación del 3% y una rentabilidad después de gastos y antes de impuestos del 6% para la renta variable. Invirtiendo en bolsa el 60% del total de nuestra inversión tendríamos una rentabilidad del 3,60%, pero hemos de tener en cuenta los impuestos.
Ahora mismo el tipo impositivo es del 19%, la retención aplicada en los reembolsos de los fondos, aunque será mayor si el importe total de las rentas excede los 6.000 euros. Si no excedemos este límite, la rentabilidad neta equivaldría aproximadamente a nuestra estimación de inflación, en concreto sería del 3,60%*(1-0,19) = 2,92%.
A lo que hay que sumar la rentabilidad que podemos obtener del 40% que no hemos invertido, en la actualidad ínfima o nula, incluso negativa si no somos cautelosos con las ofertas de renta fija en un contexto de política monetaria con tipos de intervención negativos. Ahora mismo [febrero 2019], el “seguro” Bund a 10 años ofrece una rentabilidad a vencimiento en torno al 0,10% (cero coma diez por ciento a diez años antes de costes e impuesto, no es una errata). Una vez que invertimos en el Bund a 10 años a través de un fondo, incluso de bajas comisiones, lo realmente seguro es que a largo plazo vamos a perder dinero no sólo en términos reales sino nominales.
Pero, aunque ahora el panorama sea ahora así de triste, no tiene por qué serlo a lo largo de toda la vida del plan, y podemos considerar que en algún momento veremos rentabilidades superiores y que nuestra inversión a largo plazo redondeará su esperanza matemática por encima del 3%. Y si no es así, y las rentabilidades permanecen a cero, la inflación va a estar casi con toda seguridad por debajo de ese 3% que hemos estimado de manera conservadora.
La gran ventaja de una asignación combinada de renta variable y renta fija (en las actuales circunstancias, liquidez como mejor o menos mala opción) es que disminuye significativamente la volatilidad de los rendimientos, es decir, aumenta mucho la probabilidad de obtener nuestro objetivo de rentabilidad a cambio de que este objetivo sea menor al que cabría esperar de una inversión en renta variable pura. Y no cierra la puerta a rentabilidades superiores, aunque su obtención dependerá en gran medida del azar.
Hasta aquí la determinación de objetivos, ahora pasamos al resto de nuestra hoja de ruta mucho más concreto y sin necesidad de grandes explicaciones porque ya las hemos dado a lo largo de nuestro discurso previo.
Cantidad a invertir: La fijamos en 18.000 euros en la entrada II de la serie
Plazo del Plan: Como ya hemos dicho, necesitamos al menos 10 años, por lo que fijamos este plazo, con la posibilidad de considerar una prórroga de hasta 5 años más si no se cumple el objetivo de rentabilidad.
Activos en los que vamos a invertir: Como hemos dicho más arriba, una cosa es LA Bolsa con nombre propio y mayúsculas, y otra las acciones individuales, regiones, países, sectores, estrategias, etc.
Por decirlo metafóricamente, si jugamos a una lotería trucada a nuestro favor, sólo ganaremos si compramos todos los números del bombo. Si jugamos a adivinar que números serán los que tienen más probabilidades de ganar, estamos introduciendo un mayor grado de incertidumbre que se traduce en que estamos incrementando el riesgo.
Puede que nuestra percepción subjetiva no lo vea así, sea porque eliminemos el riesgo de divisa (tema al que dedicaremos una entrada específica), sea porque compremos unas acciones que consideramos más “seguras” o más “baratas” a partir de unos criterios que han funcionado en el pasado, pero no tienen que seguir haciéndolo en el futuro; pero el resultado será un mayor riesgo y el éxito dependerá mucho más del azar de lo que nuestro orgullo esté dispuesto a reconocer. Son opciones a evitar si somos sana y racionalmente conservadores, sobre todo cuando el importe de la inversión es pequeño como sucede en el supuesto que planteamos aquí y no tenemos margen para enriquecer nuestra estrategia con pequeñas posiciones especulativas.
En consecuencia, lo más adecuado es “comprar el mundo”. En la actualidad, la mejor opción y prácticamente la única en pequeños patrimonios es el Amundi Index MSCI World comercializado a través de Self Bank que (de momento) no cobra comisión por ello y cuyos costes son sumamente bajos (0,30%).
Los costes son una cuestión muy importante que debe tener gran peso en nuestras decisiones de inversión, sobre todo porque es el que más podemos controlar y, en consecuencia, el menos sujeto al azar y porque cuando invertimos a largo plazo, una diferencia aparentemente pequeña de costes se convierte en una pérdida segura de un importe que llega a ser muy significativo debido al efecto del interés compuesto.
Lo ideal para que compremos realmente el mundo sería incluir a los países emergentes, pero no hay un fondo de inversión accesible fuera de Estados Unidos que replique el mundo en su totalidad (hay algún ETF como el Vanguard All World, pero fondos no). Y una combinación de fondos introduce una gran complejidad en la gestión, que debemos evitar para que el plan sea viable en la práctica.
Respecto a las reglas de funcionamiento, de momento establecemos las necesarias para arrancar y en la próxima entrada las desarrollaremos en su totalidad.
- Inicialmente, invertimos en renta variable el 60% del importe del plan (18.000*0,60=10.800)
- Haremos una observación mensual de la evolución de nuestra inversión realizando cuando procedan ajustes en el nivel de exposición a renta variable. La cuantificación de estos ajustes se hará mediante unas reglas claras y sistemáticas.
- No debemos olvidar la sabiduría que encierra la cita que encabeza esta entrada, que no sólo es de aplicación al mundo militar. Hemos de estar mentalmente abiertos a una realidad que puede resultar más compleja de lo que podemos prever ahora, y con disposición a revisar y modificar nuestras reglas si es necesario.