Como ya había comentado en un reciente post sobre riesgo-país en los mercados emergentes, las mayores incertidumbres que se ciernen sobre la economía global giran en torno a la evolución de los tipos de interés estadounidenses, que son regulados por la FED, tomando esta como referencia para ello la evolución de la inflación , influyendo sobre esta distintos factores, entre los que cabe destacar principalmente la guerra comercial con China, con efectos sobre el crecimiento, desempleo e inflación.
La guerra comercial se ha traducido de forma más evidente en la imposición de aranceles, lo que supone en realidad un impuesto al consumo, afectando directa e indirectamente al consumidor americano. Directamente a través de los bienes de consumo importados, e indirectamente a través de los bienes intermedios incorporados a los procesos de producción, que incrementa costes y los traslada al consumidor y a las exportaciones; contribuyendo en este último caso a reducir su competitividad.
Pudiendo la pérdida de competitividad de las exportaciones trasladarse al empleo. Cuando curiosamente el empleo que ha formado parte de las excusas del presidente estadounidense para establecer aranceles a la importación, ya que según Trump, las importaciones baratas chinas son las que han destruido el empleo en el sector de las manufacturas estadounidense.
Esta afirmación no se corresponde con la realidad, ya que se atribuye una mayor pérdida de empleo a la tecnología y automatización que a la globalización . Aún así, ante la afirmación de Trump, también se ha indicado lo opuesto , indicando que en lugar de haber destruido empleo, las exportaciones chinas han contribuido a generarlo, al contribuir a crear más empleo del que destruye. Ya que, mientras la destrucción de empleo se produce en las manufacturas, la creación de empleo generado a partir de los bienes intermedios importados se distribuye a través de toda la economía.
Una medida de la importancia que suponen las importaciones estadounidenses procedentes de China, se manifiesta en lo que suponen con respecto al total de importaciones (tabla siguiente)
Product Group |
2013 |
2014 |
2015 |
2016 |
2017 |
All Products |
19,43% |
20,17% |
21,79% |
21,42% |
21,85% |
Capital goods |
28,95% |
29,14% |
29,03% |
28,41% |
30,10% |
Consumer goods |
24,53% |
25,35% |
26,25% |
25,65% |
25,58% |
Intermediate goods |
9,03% |
9,78% |
10,34% |
9,66% |
10,04% |
Raw materials |
1,26% |
1,43% |
2,17% |
2,25% |
1,98% |
Tabla.- Cuota de las importaciones chinas en U.S. (todos los productos, bienes de capital, bienes de consumo, bienes intermedios y materias primas). Datos del Banco Mundial (WITS)
Como se muestra en la tabla, con datos del Banco Mundial, las importaciones de bienes procedentes de China suponen el 21,85% del total de importaciones de bienes estadounidenses, y de estos, el 25% del total de bienes de consumo.
Pero como indicaba anteriormente, los aranceles no afectan únicamente a los bienes importados de consumo final, sino también a los bienes intermedios utilizados como inputs en los procesos productivos. Suponiendo los bienes intermedios más de la mitad del valor de producción en casi todos los sectores manufactureros, de los cuales, el 22% proceden del exterior.
La pérdida de competitividad de la economía estadounidense se produciría en este caso porque los europeos y japoneses podrán seguir importando bienes intermedios chinos sin el sobrecoste de los aranceles. Aunque por otra parte, y como ya viene siendo algo habitual, U.S. podría amenazar con sanciones a los europeos y japoneses en caso de mantener relaciones comerciales con China, de forma semejante a las establecidas como resultado del conflicto nuclear con Irán, siendo la incógnita la resistencia que podrán oponer a las sanciones estadounidenses, dado lo importante que es el mercado estadounidense.
Pero los efectos económicos sobre la economía estadounidense serían todavía mayores, ya que las exportaciones hacia China pueden reducirse a través de la imposición de aranceles como represalia, a través de barreras arancelarias no económicas como una mayor regulación o entorpecimiento burocrático, amén del propio boicot que pudiera producirse por los ciudadanos chinos a los productos americanos.
Cuando además, debemos tener en cuenta que parte de las ventas que llevan a cabo las empresas estadounidenses en China, como Apple y General Motors, no solo se llevan a cabo a través de las exportaciones, sino también a través de las ventas de bienes producidos dentro del propio mercado chino, por lo que el volumen de ventas es superior al mostrado por las estadísticas comerciales, que reflejan solo parcialmente el volumen de las relaciones comerciales bilaterales y la importancia de China para la economía estadounidense.
Puede pensarse que la reducción de exportaciones a China puede ser insignificante para la economía estadounidense, ya que en 2017 han supuesto solo un 8,4% de las exportaciones totales en 2017 , equivalente a solo un 0,67% del PIB estadounidense, frente al 3,5% que suponen las exportaciones chinas hacia U.S. Sin embargo, no debemos olvidar que las exportaciones estadounidenses hacia China desde el año 2000, según datos del US Census Bureau , se han incrementado un 586,79%, frente al 96,59% que se incrementaron sus exportaciones totales, poniendo de manifiesto la cada vez mayor importancia de China para las exportaciones estadounidenses, cuando además es un mercado en crecimiento de 1.300 millones de habitantes.
En cualquier caso, independientemente de su origen, la economía americana sufre de déficits comerciales crónicos, principalmente como resultado de sus relaciones comerciales con China, y de, según Trump, la competencia desleal de este país, lo que se traduce en un perjuicio para las empresas y trabajadores estadounidenses.
Sin embargo, el déficit comercial no tiene su origen en las barreras comerciales de los países importadores o en las subvenciones encubiertas a las exportaciones con el objeto de hacerlas más competitivas, llegando a suponer incluso estas últimas una subvención al consumo de los ciudadanos estadounidenses
Aunque pueda sorprender, la verdadera razón del déficit estadounidense recae sobre el propio país. En el escaso ahorro, privado y público, y a que este es inferior a la inversión, y tiene que ser suplido por ahorro externo dando lugar a un déficit exterior. Conclusión que deriva de la identidad económica de A – I = SE, donde A=Ahorro, I= Inversión y SE= Saldo exterior.
Motivo por el que las políticas proteccionistas únicamente afectaran a la estructura de este déficit, pero no a su volumen; siendo la solución al problema estadounidense principalmente el incremento del ahorro, o secundariamente una reducción de la inversión.
Hasta ahora, US ha sido capaz de sostener el déficit comercial gracias a la financiación exterior. Y aunque no existen garantías de que esto continúe en el futuro, tampoco ninguna razón por la que tenga que acabar, al menos a medio plazo.
Y en el caso de darse esta situación, y los extranjeros redujeran su demanda de activos estadounidenses, estos últimos reducirían su precio y se elevarían los tipos de interés, lo que incentivaría el ahorro, reduciría la inversión, y contribuiría a reducir el déficit exterior.
El problema entonces sería, a largo plazo, la tasa de crecimiento del PIB, que depende de la inversión. Y si el déficit exterior se hunde porque la inversión se reduce, se pondría en peligro la tasa de crecimiento futura. Sin embargo, si el ahorro aumenta, es posible mantener o incrementar la inversión sin que se vea afectado el PIB a largo plazo.
Pero además, no debemos olvidar que los efectos de la guerra comercial se trasladan más lejos de lo que supone el comercio bilateral, ya que afecta también a las inversiones entre los países. Y en este caso, aunque suponen un porcentaje pequeño del PIB estadounidense, se ha estimado que han contribuido a crear casi 140.000 puestos de trabajo . Pero en estos momentos, las inversiones se han paralizado, en gran medida por las barreras regulatorias impuestas por la administración americana.
Y no debemos olvidar en este caso que muchas más empresas estadounidenses venden en China que chinas en U.S., poniendo de manifiesto las muchas derivadas de la situación que perjudican a la economía estadounidense y que ponen en evidencia los riesgos del proteccionismo.
En este contexto, sorprende en cierta medida como U.S. ha olvidado la historia y las consecuencias de la ley Hawley-Smoot de 1930, que contribuyó a potenciar los efectos de la Gran Depresión. Indudablemente los efectos hoy en día no serían los mismos, dado el desarrollo de los sistemas de bienestar social y avances de la ciencia económica para hacer frente a este tipo de situaciones, como en cierta medida se ha apreciado en La Gran Recesión, pero ello no excluiría consecuencias importantes sobre el crecimiento de la economía mundial.
En el caso de la economía estadounidense, como ya he indicado, la imposición de aranceles incrementará la inflación, incluso a pesar de un posible efecto amortiguador derivado de la devaluación del yuan, y/o la importación o consumo de bienes sustitutivos.
Este efecto inflacionario se verá potenciado a nivel salarial, dada una situación de la curva de Phillips, que relaciona la reducción de la tasa de paro con mayor inflación a través de la presión salarial, más plana de lo habitual. Lo que sumado a la reducción de la competencia exterior, en un escenario con una tasa de desempleo inferior a la tasa natural de desempleo y un output gap (diferencia entre PIB real y potencial, correspondiéndose este último con la utilización de todos los factores productivos disponibles) próximo a cero, ambos indicadores inflacionistas, contribuyen a crear un escenario propicio para un incremento de tipos de interés por la FED.
En cualquier caso, las políticas económicas actuales estadounidenses, incidiendo en estímulos como la baja de impuestos e incremento del gasto público alargando el ciclo económico no parece muy apropiada; ya que incrementan déficit y deuda públicos en una economía que no necesita estímulos, con una tasa de paro por debajo de su tasa estructural a largo plazo, una inflación próxima al 2% y un crecimiento económico envidiable próximo al 3% .
En caso de no llegar a un acuerdo el 1 de marzo, es posible que las conversaciones se alarguen, ya que a nadie le interesa un no acuerdo, acuerdo que por cierto impulsaría los mercados al alza. Sin embargo, de esta situación no se puede excluir que se produzca la ruptura de negociaciones, ya que situaciones que parecían poco creíbles, como por ejemplo la situación actual del Brexit, persisten y tienen dificil solución.
Como resumen podríamos concretar que aunque el déficit comercial de U.S. con China es elevado, y aun suponiendo que sea debido a prácticas desleales chinas derivadas de vulneración de la propiedad intelectual, subvenciones, o trabas al acceso a su mercado, el origen del déficit comercial estadounidense es doméstico y radica esencialmente en la falta de ahorro, público y privado, de tal forma que la imposición de aranceles no reducirá el déficit, simplemente modificará su estructura.