Estamos en una dinámica en la que “parece” que todos los gastos de las distintas administraciones están sujetos a fiscalización. Sin embargo, curiosamente tenemos un cierto olvido que contrasta con la cantidad de noticias respecto al aspecto olvidado que tenemos todos los días en los periódicos.
Un ejemplo muy bueno es un artículo que ha aparecido el otro día en “El Economista” titulado “el drama de las cuentas públicas suma ya 50.000 millones de euros en impagos”. El titular define perfectamente el artículo donde nos cuenta que las administraciones deben 50.000 millones a los proveedores de la administración por Obras Públicas, Servicios como limpieza y seguridad y por el gasto farmacéutico.
Desde luego es un problema que les debamos 50.000 millones a distintas empresas, pero lo que no se es capaz de entender es como nadie que pretenda atacar con rigor el problema de las finanzas públicas, no sea capaz de preguntarse el hecho de ¿Cómo es posible que la administración pública se gaste esta cantidad de dinero?.
En Román Paladino, lo que tenemos es que lo que tenemos es que reducir el gasto “social”, (pues el drama no son los parados, ni son las personas que tienen escasos recursos), para aumentar el gasto en “sociedades anónimas”.
Parece curioso como la patronal de empresas de limpieza, (que incluye empresitas como ACS, FCC) y demás llega a anunciar la posibilidad de recortes a los ciudadanos si esta situación persiste. Y en este santo país nadie, absolutamente nadie parece entender que para enfocar con cierto rigor el problema de las cuentas públicas, tenemos que analizar la conveniencia o incluso la posibilidad de que sigamos sosteniendo gigantes de la construcción con todos sus beneficios.
Lo que hace cualquier familia cuando pretende ahorrar es tratar de hacer las cosas por si mismo, de tal forma que incluso aquellos servicios que tuviese contratados de forma externa, los hará por si mismo. ¿Tiene sentido que una familia que está pasando dificultades financieras o económicas no prescinda de la asistenta?.
El problema es que estamos en una dinámica que lo único que importa son los negocios generados y no desde luego la riqueza generada. Sólo de esta forma, se explica cómo es posible que al mismo tiempo que se trata de ahorrar, se trata de buscar la forma posible de generar un mayor número de beneficios para determinadas empresas, olvidando que la ingente cantidad de millones de euros que gastamos son un gasto más.
Cuando se abordan los programas de recortes, se busca siempre e invariablemente el menor efecto sobre todas las empresas, en lugar del menor efecto sobre los contribuyentes. Es por esto por lo que escuchamos propuestas como aquellas de subir el impuesto de los hidrocarburos o bien instalar peajes en todas las carreteras, para que la administración pueda contratar a empresas constructoras para el mantenimiento de las carreteras. Todo ello teniendo en cuenta que ya se ha cambiado la normativa de la dirección general de tráfico para que todo lo recaudado en multas se invierta en la conservación de la red viaria, lo que significa que por un lado tenemos incrementos recaudatorios del 10% cada año, (que secan un poco más las cuentas de los ciudadanos), mientras que por otro lado tenemos un incremento de negocio similar para todo un conjunto de empresas de B.O.E. que alcanzan beneficios extraordinarios.
Lo más curioso del caso es que en este caso los defensores de lo que supuestamente decía Hayek, (interpretado de una forma libre por unos cuantos que se definen liberales mientras suplican intervenciones de los estados y bancos centrales para rescatar chiringuitos propios, mediante todo tipo de normativas, cuotas, concesiones y demás), de repente se acuerdan de lo que supuestamente decía Keynes y nos hablan de los beneficios de los estímulos económicos en relación al empleo, (de tal forma que a este también lo interpretamos de forma bastante libre, olvidando todo lo que en realidad ha dicho).
En realidad todo es bastante más simple; lo lógico y normal entre economistas (y los que no lo sean), es tratar de discutir sobre cuáles son los servicios que ha de prestar el sector público. Pero por supuesto sea cual sea el resultado, no hay ningún sentido en defender que se hagan de una forma no eficiente, y en que el gasto público se vea incrementado por los beneficios y los costes de toda una serie de empresas que viven (y de forma muy opulenta) de la contratación de la administración.
No hay ni un solo argumento para que el estado reduzca el gasto en médicos y lo incremente en conciertos sanitarios. Lo mismo ocurre con la educación; (hace poco en la presentación de las subidas de tasas universitarias en Cataluña, nos cuentan que no tiene sentido que la universidad pública salga tan barata como el bachillerato concertado; pero lo que no tiene sentido es pagar por conciertos cuando sale más barato hacerlo internamente); ocurre con auditoras, con servicios bancarios, con servicios de seguridad, (no hay forma de definir como razonable que una administración pague un dineral a una empresa de seguridad que a su vez paga una miseria a una persona que ejerza de guardia de seguridad que a su vez acabará llamando a las fuerzas de seguridad del estado ante cualquier incidencia).
Lo curioso de esto de la austeridad es que al final tenemos una trampa curiosa; a pesar de que determinados agentes se han abanderado con la defensa de recetas de austeridad. Desde esta trinchera se acusa a todo el que no esté de acuerdo con la austeridad llamándolo derrochadores. Y de esta forma, mientras estamos discutiendo si el estado debe pagar o no debe pagar algo, absolutamente nadie se está preguntando cómo es posible que nadie critique la ingente cantidad de derroches, (cuando no corruptelas directamente), de todos los días que generan unos beneficios a unas personas particulares. ¿aeropuertos perdidos, líneas de AVE que no se usan, estudios de todo tipo y color, autopistas que no se usan, mausoleos sin utilidad alguna vendidos bajo la premisa del prestigio de la zona….?.
Aquí es donde debe comenzar la austeridad; que el estado haga las cosas por si mismo, (como hacemos nosotros en casa cuando queremos ahorrar) y luego tratar de priorizar lo que se hace en función de los costes y los beneficios para la sociedad. Así a lo mejor nos encontramos con que quizás sea más productivo pagar un poco en un médico que cuatro millones de euros en el diseño de la estación del AVE en Ourense, (por poner un ejemplo); Claro que cuando se habla de inversiones productivas, siempre se nos cuenta que los 4 millones para Norman Foster son inversión productiva, mientras que pagar un médico que opere a un accidentado a las cuatro de la mañana de un fin de semana no es más que un gasto evitable.