Es difícil saber a dónde vamos a llegar en una situación tan absurda en la que directamente tenemos a todo el mundo entendiendo que nos vamos a un desastre absoluto pero a su vez haciendo todos los esfuerzos posibles por evitar plantearse determinadas cuestiones, en un loco esfuerzo por conseguir que al final nada cambie.
Los Bancos Centrales, se encuentran en una loca carrera en la enésima intervención inyectando dinero a los sistemas financieros, ofreciendo aquello de los estímulos para el crecimiento (en los países en los que se intenta bajar el tipo de cambio), y porque no queda más remedio en los países en los que se habla de la necesidad de subir el tipo de cambio, (recordemos la serie sobre la extraña guerra de divisas). Pero se niegan sistemáticamente a analizar la efectividad de las medidas anteriores. De vez en cuando alguien recuerda que las medidas no sirvieron para nada, pero pronto se olvida para proponer en esencia lo mismo. Por descontado parece que no tienen ningún efecto perverso, hasta el punto de que sería lógico preguntarse: ¿Por qué la Reserva Federal no inyecta 100.000 millones en lugar de 40.000 más las reinversiones al mes en la QE3?. En definitiva, nos olvidamos en las discusiones tanto de la utilidad de las medidas, como de los efectos secundarios, discutiendo tan sólo de la inflación (que si es buena o mala), pero que curiosamente no aparece.
Los estados parecen aún enfrascados en un absurdo mucho mayor. Se toman unas medidas para reducir el déficit, mejorar la economía y la competitividad y recuperar el empleo. El resultado de estas medidas es que el déficit se incrementa, (en todos y cada uno de los casos incluso el caso de la disciplinada Irlanda, que siempre tiene perspectivas que no se cumplen, aunque parece que a nadie importa), mientras la economía de los países empeora y la situación laboral está en niveles dramáticos y empeorando. Lo más curioso es que dado que estas medidas no funcionan, lo que hacen es ¡volver a hacerlas!, esta vez con mayor ímpetu, de forma que volvemos encontrarnos en la misma situación y así indefinidamente.
Es simplemente de locos, y lo peor es que como toda esta situación se basa en dos premisas falsas, resulta que nadie puede decir lo contrario so pena de encontrarse en una trampa muy curiosa. Si nos fijamos la Reserva Federal nos cuenta lo de estimular la economía. Da exactamente igual que no exista ni una sola medida que suponga ni tan sólo un estímulo a la economía, sino que todas y cada una de ellas, son medidas destinadas a inyectar dinero a la banca, para que estas entidades a su vez luego hagan lo que les de la real gana, sin ningún tipo de control o freno, (y normalmente lo que hacen es usar estos fondos y poder precisamente para obtener beneficios a costa de la economía). Lo importante es que directamente si alguien critica la Reserva Federal se encontrará con la crítica de ¿Dónde estaríamos si no se hubiese estimulado la economía?. En definitiva, nos encontraremos con el discurso de que la economía ha de ser estimulada, aunque esto no responda en absoluto a la realidad.
En el caso de Europa el caso es muy similar, (aunque parezca lo contrario), ya que en definitiva se han tomado las mismas medidas, (si bien es cierto que en unos casos se da publicidad y en otros no), pero aquí contadas bajo la premisa de la austeridad. En este caso, ante la crítica a las mismas medidas, nos encontramos con un discurso en que se tachará al que critique las medidas como derrochador. ¿no es irónico?. Desde luego no tiene mucho sentido, que estemos en una situación en la que por criticar lo mismo, las mismas voces te acusen de derrochador y de demasiado ahorrador a la vez.
El problema es que al igual que en Estados Unidos, donde no se ha estimulado la economía, en Europa no se está ahorrando, sino que se están comprometiendo ingentes cantidades de dinero en rescatar al sistema financiero, de tal forma que curiosamente la austeridad y los estímulos se acaban pareciendo mucho.
De hecho lo curioso es que también se está olvidando el pequeño detalle que tanto los estímulos de la economía, como los ahorros y la gestión adecuada de los recursos son aspectos claves en el sistema económico. Y esto no es tan complicado.
Para hablar de la situación económica, lo primero que se debe hacer es replantearse todo lo que el estado o el sector público debe hacer. Está claro que el sector público debe adoptar un papel para salir de este atolladero, en el que por cierto nos encontramos tras toda una serie de decisiones, dogmas y políticas de los últimos treinta años, en los que este ha desaparecido por completo.
Debe recuperar el papel de controlador de los distintos agentes económicos, (en especial de aquellos con más poder, para equilibrar las relaciones en los distintos mercados), y sobre todo en su papel de prestador de servicios públicos, (ya sé que puede parecer una revolución hoy en día que el estado preste servicios públicos, pero al final los nombres vienen de algún lado). Si nos damos cuenta, estamos eternamente hablando de “donde desaparecer”, sin que exista ni tan siquiera como posibilidad lo contrario.
Y por otro lado, lo deben hacer de la forma más barata posible, y olvidándose de generar negocios a cuenta de esto. Los servicios públicos han sido siempre servicios públicos precisamente porque realizarlos por la administración pública ha sido siempre la forma más barata de prestar estos servicios.
Estamos metidos en toda una serie de gestiones privadas de servicios públicos, que se basan en aquello de “poner en valor” estos servicios públicos, lo que siempre acaba generando que los ciudadanos debamos asumir un coste mayor y unos recursos mayores para pagarlos. Es así de simple. No se podrá hablar de ahorro, si absolutamente nadie se plantea sin dogmas, el “cómo se prestan los servicios”, y mucho menos si absolutamente nadie se para a pensar de que facilitar ingentes negocios y crear campeones de concesiones, es algo que tiene mucho que ver en que las cuentas públicas no sean sostenibles, (¡como si tomar todas las medidas que sean necesarias para que determinadas empresas y fondos ganen mucho dinero, no tuviese nada que ver con los pagos que hemos de hacer para conseguir esto).
Van siendo hora de plantearse todas las concesiones, subcontrataciones, conciertos y demás instrumentos, que por cierto, tirando del recurso fácil de comparar esto con una familia, (algo que gusta mucho por ahí), son el equivalente a contratar a personas de fuera para las tareas domésticas. ¿nos creeremos al que dice ahorrar encargando la plancha a la asistente además de la limpieza?.
Y alguien supongo que se preguntará ¿Qué hacemos con el sector privado?. Pues a lo mejor, tratar de crear riqueza en los mercados en lugar de en los despachos y compitiendo, aunque quizás esto suene ya a revolucionario.
Pues eso.