Últimamente ante cualquier cosa que se les ocurra a “los de siempre”, lo primero que nos sueltan es “no le va a costar dinero al contribuyente”. Esta frase es el santo grial que nos sueltan amparándose en un tecnicismo y mucho morro.
El ejemplo más claro son todas las medidas de apoyo a la banca a lo largo de todo el mundo, que salvo casos puntuales, siempre se ha dicho que como son préstamos por los que la banca paga interés, o bien avales por los que la banca pagan comisiones, nos han contado que no nos cuesta dinero. El mismo argumento para defender que no nos cuesta dinero, sirve para determinar que no se les ha ayudado.
Por descontado todo este argumento se desmorona de forma muy clara cuando hay algún tipo de problema. Es decir, tras la caída de las subprime en agosto de 2007, se aprobaron unas medidas para la banca que se volvieron a intensificar en marzo de 2008 con la caída de Bearn, y al final resultó que en el final de 2008, los estados tuvieron que intervenir de forma salvaje. Incluso en estos momentos se decía que no iban a costar dinero, pese a que luego se ha comprobado que no era del todo cierto.
Pero aún asumiendo que nadie va a caer, lo cual es muy difícil de asumir, y olvidando ya los quebrantos pasados, lo que tenemos que entender es que si hay unas pérdidas que enjugar, habrá quien tenga que perder ese dinero. Jamás debemos olvidar que el sector financiero no crea riqueza, al no crear absolutamente nada. A nivel puramente teórico debemos tener en cuenta siempre que el sistema financiero, por definición, se ocupa de financiar el proceso de creación, que es el formado por el sistema económico. A nivel más realista, y en un entorno en el que no se financia la producción, absolutamente todo el beneficio no es más que un proceso redistributivo.
Si estamos hablando de un entorno en el que las entidades financieras tienen que pagar unos costes elevados por financiarse, pueden ocurrir dos cosas; o bien que no puedan asumir los costes de esta financiación, con lo que en definitiva es cuando entramos los contribuyentes a asumir el coste del desfase; o por otro lado, puede ocurrir que el contribuyente no tenga que entrar; en este caso, lo que ocurre es que la banca ha logrado de alguna forma cuadrar sus propias cuentas a costa de los demás participantes en el sistema económico.
Es decir; cuando la ley Salgado impone la eliminación de la competencia en depósitos, mientras todos los organismos hacen la vista gorda ante todos los abusos de las entidades para la captación de liquidez, mientras el banco central europeo les da todas las facilidades para la obtención de fondos, lo que se consigue es que sus costes se reduzcan; lamentablemente el hecho de que las entidades financieras no compitan en depósitos, lo que acaba suponiendo es un coste para los ahorradores, que han de pagar con unos rendimientos menores de lo que correspondería por la retribución de su dinero. A su vez esto altera las ecuaciones de riesgo, lo que unido a la laxitud, lleva a que la retribución de productos de riesgo sea muy inferior a lo que sería aconsejable, de tal forma que las personas acaban perdiendo cantidades ingentes de dinero en instrumentos financieros que además no ofrecen rentabilidades esperadas elevadas.
Por el otro lado, resulta que el mismo proceso se impone actuando con toda serie de medidas que logran que el coste de la financiación se incremente también sin control, lo que unido a la barra libre para que las entidades cobren las comisiones que les da la gana, sin que exista una competencia real en el sector, nos lleva a que sus ingresos son mayores que lo que correspondería en una situación de libre mercado utópica.
En definitiva, derivado de las sucesivas reformas financieras y de la adopción de multitud de cambios legislativos, de la laxitud y del trato claramente diferencial hacía las entidades financieras, unido a todas las facilidades de financiación que se nos puedan ocurrir, es posible que se llegue a un punto en el que los contribuyentes no tengamos que pagar absolutamente nada; sin embargo esto sólo ocurrirá si se consigue que sean los consumidores los que paguen la factura.
Curiosamente llegamos a un punto en el que tendremos que pensar si es mejor que lo paguen los contribuyentes o los consumidores. En una economía cerrada, la realidad es que los contribuyentes somos los consumidores, por lo que en términos generales el resultado sería idéntico; pero curiosamente no somos una economía cerrada; ni España, ni Alemania, ni Estados Unidos.
A la hora de abrir el campo es cuando nos encontramos con un efecto curioso que deberíamos tener en cuenta. Si nos ponemos en cualquier país podrá pensar que lo mejor es que paguen los contribuyentes de este país, o bien los consumidores de la banca de este país. De esta forma, suponiendo que estamos en Estados Unidos, los contribuyentes está claro que son los estadounidenses. En cambio los consumidores afectados por las decisiones de la banca USA son virtualmente todos los ciudadanos del mundo.
Este efecto, se ve tanto en el caso de las commodities, (instaurando todas las medidas que se nos ocurran para subir el precio de las commodities lo que se consigue es que los ciudadanos de todo el mundo paguemos más, a cuenta de unos beneficios para la banca de inversión), como en el caso de la deuda pública de los distintos países. En realidad en función del poder que tenga cada país, al final está logrando traspasar los costes de salvar a su propio sector financiero a los consumidores y(o) contribuyentes de otros países.
El problema lo encontramos en aquellos países que por las razones que sean no tenemos capacidad de decisión. En este caso, la realidad es que tanto en el papel de contribuyentes, como en el papel de consumidores, los ciudadanos acabaremos pagando los platos rotos de nuestro sistema financiero y además la parte que nos toca del sistema financiero exterior.
Y dado que al no estar financiando la creación de nada, lo que tenemos en definitiva es una salida de la riqueza para tratar de cubrir huecos ajenos, lo que no es otra cosa que un proceso de empobrecimiento, de forma que al final lo lógico y normal es que acabemos empobrecidos.