El otro día aparecía un post en rankia escrito por Macroymicroblogger en el que se preguntaba si estamos condenados a la ortodoxia económica. Plantear así esta pregunta provoca un gran problema derivado de cierta trampa en la que todo el mundo parece haber caído: ¿Qué es la ortodoxia económica?
La definición de ortodoxia es: “Conformidad con los principios de una doctrina o con las normas o prácticas tradicionales, aceptadas por la mayoría como las más adecuadas en un determinado ámbito.”
Pero más allá de esta definición, un tanto aséptica, me gustaría citar a significados.com, ya que nos explica respecto a ortodoxo que: “Ortodoxo es algo legítimo, algo correcto o verdadero, que es seguido por la mayoría de una comunidad. Normalmente, ortodoxo también es algo antiguo, tradicional, rudimentario, poco evolucionado o conservador”. En la misma página encontramos que: “Algo heterodoxo es algo que no es ortodoxo, por lo tanto, es algo falso, no verdadero, incorrecto” y que algo poco ortodoxo “también se refiere a algo que es poco rudimentario, tradicional o antiguo. Un comportamiento poco ortodoxo puede significar un comportamiento no educado o a haber tenido una actitud, un comportamiento o realizado una acción sin haber pensado bien antes o con sabiduría”.
Si reflexionamos un poco podemos llegar a la conclusión de que se ha jugado mucho con estos conceptos. Hoy nos encontramos con toda una serie de medidas consideradas como ortodoxas en base a la consideración de “legítimas, correctas o verdaderas”. El reciente caso de Grecia puede ser considerado el más paradigmático: el consenso nos muestra que Grecia se ha rendido a las únicas soluciones posibles. Es decir, una combinación entre la doctrina TINA (There is no alternative) y la doctrina del virtuosismo nos llevan a concluir que las medidas son inevitables y además positivas, correctas, sabias, justas y demás. Para los falsos, los que están en un error, no educados o que no han pensado bien o con sabiduría sólo les queda la destrucción (autodestrucción por supuesto) o la rendición. Lamentablemente parecen olvidarse de unos cuantos detalles.
Hoy sabemos que tales medidas conducen al desastre (Las alusiones más o menos veladas al TINA no son baladí) y que además este hecho era conocido por las instituciones desde hace mucho tiempo. Hoy sabemos que todo (no sólo en Grecia) estuvo diseñado para salvar al sector financiero, sin que importase nada más. La lista de supuestos fracasos y supuestos errores es interminable (uso la palabra supuestos porque está perfectamente claro que las instituciones y los analistas conocían los desastres que iban a ocasionar las medidas que nos vendían como buenas, de tal forma que no se puede defender que hayan sido ni errores ni fracasos).
Pero debemos entender que las medidas adoptadas no son las únicas; y aún más importante es que recordemos que ni tan siquiera eran consideradas ortodoxas hace unos pocos años. El ejemplo más claro es el relativo a las políticas monetarias; cuando hablamos hoy en día de las políticas ortodoxas de los Bancos Centrales de alguna forma nos estamos refiriendo a lo que hace menos de tres años se denominaba como heterodoxo. Las medidas de políticas monetarias no eran las únicas posibles, no eran consideradas beneficiosas y hasta hace muy poco eran directamente consideradas ilegales (de hecho aún de vez en cuando tenemos cierta incertidumbre relativa al tribunal constitucional alemán, que parece ser el único importante).
Yo creo que antes de calificar las medidas actuales debemos recordar el caso de Allied Irish Bank; en 2013 se conoció la existencia de unas grabaciones telefónicas entre John Bowe (el directivo que llevó las conversaciones con el Banco Central en el rescate de 2008) y Peter Fitzgerald (otro alto directivo de la entidad). En esas conversaciones se explicaba cómo se había conseguido determinar el importe que necesitaba la entidad financiera (7.000 millones frente a los 30.000 millones que fueron finalmente) y sobre todo cómo se había conseguido convencer al gobierno para hacer algo que en aquellos momentos era impensable: que los gobiernos inyectasen dinero sin parar en las entidades financieras.
Bowe contaba que la cifra de las pérdidas estimadas (repito: los 7.000 millones) la sacó del culo (así de ortodoxo, permítanme la licencia). Su razonamiento era simple:
“They might say the cost to the taxpayer is too high . . . if it doesn't look too big at the outset . . . if it looks big, big enough to be important, but not too big that it kind of spoils everything, then, then I think you have a chance. So I think it can creep up."
Mr. Fitzgerald, the Director of Retail Banking, is heard saying: "Yeah. They've got skin in the game and that is the key."
Es decir, el gobierno podía pensar que los costes eran demasiado altos si se le daba una cifra importante; en cambio, si esta cifra no era lo suficientemente grande como para ser inasumible el Estado entraría; una vez aceptase, el Estado estaba en sus manos.
Por esta razón, todo el mundo se ha lanzado a todo tipo de medidas completamente heterodoxas, contraproducentes, dramáticas y desastrosas. Es decir, simplemente se han vendido como asumibles para salvar el sistema financiero. Sin embargo, finalmente se comprueba que no eran asumibles, que no eran suficientes, que los costes son mucho mayores.
En este proceso es cuando, con la ayuda de una importante campaña de imagen, se acaban convirtiendo las medidas heterodoxas en ortodoxas. A este respecto me gustaría recordar un post publicado el 17 de mayo de 2012 en el que explicaba como en aquellas fechas se estaban redefiniendo los conceptos de ortodoxia y heterodoxia. Parece que el trabajo ya está hecho.
Por tanto, en mi opinión, la pregunta clave es: ¿estamos condenados a salvar siempre al sector financiero o podemos recuperar en algún momento cierta ortodoxia?