En estos últimos años he estado dirigiendo el Máster en Inteligencia Económica de la Universidad Autónoma de Madrid dedicado a la formación de analistas en inteligencia económica, algo distinto a un economistas o analista económico. Aunque ambos tipos de profesionales se dedican al mismo tipo de problemas: el análisis del comportamiento de instituciones económicas privadas (empresas) o públicas (incluyendo el estado) en un entorno económico, su perspectiva es diferente.
Aquí viene como anillo al dedo una distinción que se atribuye a Donald Rumsfeld, el Secretario de Defensa de los EE.UU con George Bush de presidente que fue responsable de aquel gigantesco "fake" de que el Irak de Saddam Husein tenía armas de destrucción masiva al que EE.UU debía de atacar para defenderse ("fake" en el que -a sabiendas- colaboró -entre otros- el presidente del Gobierno español de entonces, José María Aznar). Rumsfeld distinguió entre lo que sabemos que sabemos (known knowns) y lo que NO sabemos que NO sabemos (unknown unknowns) , o sea, aquellas cosas o partes de la realidad que no sólo no conocemos sino que ni siquiera sabemos no conocemos y que debiéramos conocer a la hora de tomar una decisión, señalando que estos factores "desconocidos y no conocidos" pueden ser los más importantes pues son los que definen o conforman el marco de incertidumbre (y no meramente de riesgo -el riesgo es una incertidumbre débil, pues puede matematizarse, o probabilizarse como sucede por ejemplo en los juegos de azar) en el que se desenvuelve en muchos casos la vida económica de empresas y estados, fundamentalmente cuando están en entornos de guerra económica.
Pues bien, se puede decir que un economista (al igual que un médico o un ingeniero o un físico) a partir del conjunto de cosas que se sabe que se saben (known knowns), o sea, de las cosas que ellos conocen gracias a los conceptos y teorías sobre la realidad que les suministran sus respectivas ciencias, se dedican a tratar de conocer lo que saben que no saben, (los unknown knowns de sus respectivas areas) y han de saber: los enigmas o interrogantes de sus propias ciencias .
Y aquí está claro que médicos, ingenieros o físicos gozan de una gran ventaja respecto a los economistas pues sus respectivas ciencias están mucho más avanzadas que la llamada "ciencia" económica. No hay un único modelo o aproximación a los asuntos económicos unánimente aceptado por todos los economistas como sucede en medicina o en física. E incluso sucede que el modelo de "ciencia" económica mayoritario o dominante entre los economistas, pues es el que se enseña en las facultades de Economía, se ha revelado en los últimos tiempos como muy inútil para entender y predecir la realidad pues carece de un modelo de comportamiento de las empresas y de la economía medianamente válido, como se demostró con la última crisis económica, que ningún economista académico de los partidarios de la aproximación económica dominante , la llamada Economía Neoclásica. Si a ello se le suma que existe un claro sesgo ideológico o político entre los economistas (los economistas neoclásicos son todos neoliberales, o sea, de derechas) se explica la clara diferencia entre, por ejemplo, los médicos y los economistas a la hora de explicar, predecir el comportamiento y tratar las respectivas "enfermedades" de sus objetos de estudio. ¡Qué mal saben los economistas entender y tratar las enfermedades económicas en comparación con los médicos!
Frente a los economistas, los analistas en inteligencia económica se enfrentan a los problemas que a los "organismos" económicos, privados y públicos, les plantean el par restante de situaciones que se siguen de la distinción de Rumsfeld, o sea, lo que NO se sabe que se sabe (known unknowns) y lo que NO se sabe que NO se sabe (unknown unknowns).
Para tratar de llegar a conocer o bien "lo que no se sabe" que se sabe o bien "lo que no se sabe" que no se sabe, los expertos en inteligencia económica adoptan una actitud metodológica que privilegia el conocimiento generalista frente a la especialización típica de los economistas, una actitud de "zorro" frente a la de "erizo" siguiendo la distinción de Isaiah Berlin a partir de Arquíloco (un "zorro" es un generalista aquel que sabe un poco de muchas cosas, en tanto que un "erizo" es un especialista sabe mucho pero sólo de una sola cosa). Los analistas económicos se nutren de "erizos", en tanto que los analistas en inteligencia económica requieren por contra ser "zorros".
Con esa actitud "zorruna", por así decirlo, así como con el uso de un conjunto de técnicas y modelos de recogida y procesamiento de información particulares, los analistas de inteligencia económica intentan con mayor o menor fortuna, pero nunca con éxito total salvo por azar, pues nunca es posible descorrer enteramente el velo de la incertidumbre, fundamentar las decisiones de los agentes o actores, ya sean empresas o estados, en entornos de guerra económica (concepto éste del que carece la Economía Neoclásica, y que por consiguiente no se explica en las facultades de Economía), es decir, en entornos donde el objetivo de otros agentes puede ser atacar y dañar al agente decisor manipulando la información. En situaciones, por tanto, donde no sólo hay "enigmas" sino también "secretos".
Y aqui, para no seguir alejándome de lo que quiere ser el objetivo de este post, recomiendo a los lectores una película muy entretenida para estos tiempos de confinamiento, Duplicity, de Tony Gilroy, en la que la guapa pareja de actores (Clive Owen y Julia Roberts) viven su aventura amorosa en el entorno de una guerra económica entre dos empresas donde los analistas en inteligencia económica juegan el papel fundamental. El manejo de la información privilegiada, los engaños y simulacros, el espionaje y demás técnicas de desinformación son herramientas en este mundo de la inteligencia económica.
Una de esas técnicas pasa por la implementación y uso de lo que se conoce como "Sistemas de Alerta Temprana" (Early Warning Systems), es decir, sistemas o estructuras de recogida de información, frecuentemente no convencional en el sentido de no asociada directamente con el objetivo que el agente persigue que detecten con antelación y con cierta probabilidad tendencias, riesgos y amenazas que anticipan hechos futuros de importancia para el mismo de modo que pueda organizar la adecuada respuesta. Mediante un Sistema de Alerta Temprana se pretende detectar signos y señales, indicios o rastros, que anticipan hechos o acontecimientos cuya realidad solo se hara real en el futuro. Dicho de otra manera, un Sistema de Alerta Temprana trata de convertir en conocido o significativo lo que está ya ahí, los known unknowns, lo que NO sabemos que ya sabemos o conocemos aunque lo tenfamos delante de los ojos: las señales estarían ahí, lo que no sabríamos es lo que significarían, y un Sistema de Alerta Temprana lo que buscaría sería precisamente el darles ese sentido, ese significado del que adolecen.
No es nada fácil generar un Sistema de Alerta Temprana eficiente, y por ello, tantas y tantas veces las organizaciones tanto públicas como privadas se ven sorprendidas por la realidad. Sorpresas que, a posteriori, siempre para los menos inteligentes (¡Oh, el famoso capitán Casado "el aposteriori"!) no les parecen tales, pues a posteriori, a "toro pasado", siempre son evidentes las conexiones que conducen de las más débiles señales y signos a los hechos que al final acontecen, de modo que -a posteriori- o sea, instalados cómodamente en el presente resulta facilísimo "conectar los puntos", "ver las señales" que evidentemente llevaban a lo que ha pasado hoy, es decir, predecir el presente.
¡Oh!¿Qué fácil es a posteriori "conectar los puntos", ver, por ejemplo, cómo los terroristas de 11 de septiembre en Nueva York o los del 11 de marzo en Madrid o los del 17 de agosto en Barcelona dejaban un rastro de obvias y evidentes señales, que sólo había que haber conectado para dar con ellos y haberlos detenido evitando sus actos! Fácil, sí. Lo difícil era haberlo hecho a priori. Si evidentemente, estos como otros muchos acontecimientos fueron fallos de inteligencia y está bien recordarlos. pero sólo para señalar la necesidad de tener más no menos de esa misma inteligencia.
Por que no es nada fácil ser un analista de inteligencia. Y más si a la dificultad de "conectar los puntos" a priori se une otra dificultad. Y ds que los sistemas de alerta temprana pueden caer en el error opuesto, el de "ver lo que no hay", el de "alucinar", lo que les lleva a los analistas en inteligencia a caer en el sesgo de "Pedro y el lobo", encontrando y dando sentido a señales que no tienen ningún sentido y no conducen a nada, anticipando una y otra vez riesgos y amenazas que nunca se manifiestan en la realidad.
Y, sin más preámbulos (es un decir), vayamos al caso que es el motivo del presente post. Sucedió que una semana antes de que se declarara el Estado de Alarma a cuenta de la agudización de la epidemia de coronavirus en España, quedé con un antiguo alumno del Máster para comer en casa. Tras darme cuenta de que no me quedaba cerveza suficiente, bajamos a comprarla a uno de los "chinos" de mi calle. Para nuestra sorpresa nos encontramos con que los dos "chinos" que hay en ella estaban cerrados. Al final, no obstante, encontramos un poco más lejos otro que sí estaba abierto.
Unas horas después, me llamó ya desde su casa en otro barrio de Madrid para decirme que en el suyo también estaban cerrados los "chinos", y que eso le "mosqueaba". Al día siguiente constaté que los dos "chinos" que están enfrente del Mercado de la Cebada también estaban cerrados, "por vacaciones" decía el cartel fijado en la puerta metálica. Raro, raro. Pues nunca, jamás, cerraban. Y menos aún un domingo de Rastro en el que pasan miles de personas por delante de sus puertas. Me acordé de mi alumno y le llamé. Tras contarle lo que había visto, me dijo que un amigo suyo, profesor de instituto le había comentado que sus alumnos de origen chino habían dejado hacía días de acudir a clase, y que, para él, sumando todos esos indicios, "la cosa estaba más que clara".
Para él, entrenado como estaba en "conectar puntos", para su particular y personal "sistema" de alerta temprana, el cierre generalizado de los "chinos" era una evidente señal, una señal de esas que se le había enseñado en el Master que un eficaz Sistema de Alerta Temprana debía recoger, estimar y evaluar. En su opinión, la causa del cierre de los "chinos" era que los ciudadanos de origen chino, que conforman un grupo étnico y cultural bastante cerrado en sí mismo y que comparte información con familiares y amigos en su país de origen, tenían "información" de que la epidemia de coronavirus que se avecinaba no era ni mucho menos como una gripe severa, como por aquel lejano entonces (o sea, hace tres semanas escasas) se decía, sino algo mucho, muchísimo, más grave. Por lo que, ante la falta de reacción por parte de las autoridades españolas y previendo lo peor, habrían decidido actuar con antelación respecto a como actuó el Gobierno días después, o sea, cerrando sus establecimientos preventivamente para evitar sufrir contagios.
No presté demasiado interés a su "explicación", pues había una "alternativa" explicativa más sencilla: que algunos "chinos" quizás estaban cerrando porque en los últimos días se habían dado casos de clientes que les habían estúpida y racistamente "acusado" de ser responsables de la epidemia, por lo que para evitar enfrentamientos habrían decidido tomarse unas bien merecidas vacaciones.
En la semana que siguió, TODO se aceleró de una manera impensable, y acabé olvidando la conversación con mi alumno, que se perdió en el tiempo. Fue lo normal. Pasó hace tanto, hace tantísimo tiempo, que es lógico que la olvidara. Pasó en otra vida: hace tres semanas y media.
Pero en los últimos días, una serie de hechos me la han hecho recordar. Y es que desde hace unos días, desde diferentes lugares y por diferentes razones, las cifras de afectados y fallecidos en la provincia de Hubei que las autoridades chinas han ofrecido se han puesto en cuestión. Tanto, tanto, que hoy ya cada vez menos gente se cree que la infección sucediese tan tarde (a finales de diciembre de 2019) y que los infectados y fallecidos hayan sido en China tan pocos, tan poquísimos dada su población, en comparación con lo que nos está sucediendo a europeos y americanos aún teniendo en cuenta, por ejemplo, factores como la desigual estructura demográfica, o sea, la más envejecida población italiana o española, o el confinamiento más estricto que en China se realizó .
Habiendo vivido bajo la dictadura de Franco, sé bien cómo las cifras oficiales que proporcionan las dictaduras no sólo son falsas cuando perjudica a su imagen, sino que, adicionalmente, esa falsedad no consigue al final el efecto propagandístico deseado pues la población, que con el tiempo deja de creerlas, las "ajusta", las "compensa", y careciendo de un sistema válido de ajuste o compensación, tiende a "sobrecompensarlas", por lo que el efecto final de la manipulación y desinformación sería contraproducente.
Supongamos que el número de los fallecidos en esa provincia que -recuérdese- se cerró totalmente no sólo al movimiento de personas sino a la información no ha sido los aproximadamente 4000 que dicen las cifras oficiales del gobierno de China sino de un orden de magnitud diez veces superior, o sea, unas 40.000. Pero que, como sucede en todas las dictaduras y ha sucedido sistemáticamente en China, sus ciudadanos saben que la cifra real está minusvalorada de modo que tras decenios de mentiras oficiales, "corrigen" esas cifras al alza haciendo una evaluación de ella tan falsa en el sentido de incorrecta como la oficial. Supongamos, por poner un ejemplo, que los ciudadanos de China "sobreestiman" la cifra de fallecidos en un orden de magnitud diez veces superior al real, es decir que creen que la cifra real está en 400.000 fallecidos.
Y, ahora, basta con permitir que esa cifra exagerada o una similar "corra" por ahí en el "boca a boca" de una ciudadanía acostumbrada al engaño de la propaganda oficial. Obviamente, cuando esa cifra llegase a los ciudadanos chinos afincados en España, el miedo ante una catástrofe sanitaria se extendería entre ellos como la pólvora. Y les hubiera llevado a tratar de autoprotegerse de lo que sabían que se les venía encima de la única manera posible dada la tibia respuesta del gobierno español: cerrando por su cuenta sus establecimientos mucho antes de que el gobierno instrumentase el Estado de Alarma.
Les habría llevado a ello el miedo, así como la sorpresa ante el bajo nivel de reacción inicial de gobiernos como el español o el italiano, respuesta débil, que se basaría en último término en la creencia en que los datos oficiales suministrados por el gobierno chino a la comunidad internacional y a la Organización Mundial de la Salud (OMS) eran ciertos. Dicho de otro modo, la inicialmente débil respuesta del gobierno español (y del italiano, el francés, el inglés y el norteamericano) ante la epidemia del coronavirus se debería, en último extremo, a la ingenuidad de los expertos y analistas en epidemiología de la OMS y de los gobiernos, en los que estos han basado sus decisiones, ingenuidad debida a que no tenían a su lado unos analistas en inteligencia epidemiológica que pusieran en cuestión las cifras suministradas por un gobierno sistemáticamente mentiroso como lo ha sido el chino cuyas cifras económicas, por cierto, nunca son creídas por los economistas al 100%. Recuérdese, a este respecto, que ya el gobierno chino había mentido en el pasado con otras epidemias.
Si esta "explicación" fuese correcta, y a día de hoy no sé si lo es, es decir, si mi alumno hubiese tenido razón y el cierre de la mayoría de "chinos" (el chino donde al final compramos cerveza hace ya tanto tiempo sigue por cierto abierto) era realmente una señal de alerta temprana de la amenaza que se nos venía encima, la actitud del gobierno chino debería ser penalizada por la comunidad internacional pues, no sólo el origen de la enfermedad se debería a su falta de cuidados para impedir que haya mercados de animales vivos en que se produzcan estos saltos de virus a la especie humana, sino en que los datos que suministraron llevaron a que la OMS y los gobiernos no se prepararan adecuadamente ante la epidemia. En concreto, los porcentajes de infectados que requieren atención hospitalaria y en las UCI a partir de los datos oficiales chinos han resultado ser más bajos que los que han tenido que afrontar los sistemas sanitarios de Europa y América, con los efectos que ello ha tenido y está teniendo.
NOTA: Transcribo aquí la cita de Donald Rumsfeld acerca de la clasificación de "lo que sabemos":
Reports that say that something hasn't happened are always interesting to me, because as we know, there are known knowns; there are things we know we know. We also know there are known unknowns; that is to say we know there are some things we do not know. But there are also unknown unknowns—the ones we don't know we don't know. And if one looks throughout the history of our country and other free countries, it is the latter category that tend to be the difficult ones.[1]