FERNANDO ESTEVE MORA
Causa asombro y hasta admiración la tozudez, el empeño indesmayable, la dedicación total con que Podemos defiende políticas que, por un lado, nada tienen que ver con los problemas sociales y económicos de la mayoría de la sociedad española, y que , por otro, y como es lo consecuente, lo conducen a la inanidad política y a su desaparición como partido en el medio plazo.
Por supuesto, ni la derecha ni la izquierda tradicionales tienen nada que objetar a estas políticas que defiende el "nuevo" Podemos. Y es que la máxima de Napoleón de que no se deben perturbar los intentos de suicidio de los generales enemigos, vale también para la política; pero sorprende bastante el que su famosa y geométrica visión de la realidad sociopolítica que distinguía y oponía verticalmente a los pocos de arriba (la élite o la casta) de los muchos de abajo (el "pueblo"), se haya trasmutado en múltiples oposiciones horizontales: hombres/mujeres, feministas/no feministas, hetero/homo, trans/no-trans, etc. Y ahora, parece que han encontrado otra: la que "enfrentaría" a gordas contra delgadas, a las guapas versus las no-guapas.
Y es que este verano, en esa su pertinaz defensa de los más "débiles" siguiendo ya no a Marx sino a la Madre Calcuta, Podemos ha decidido echar una mano a los más gordos. O mejor, a las más gordas. A lo que parece hay por ahí una suerte de ladrones raros raros que no están bajo el radar del Ministerio del Interior, cuyo negociado es en principio el perseguir a los ladrones.
Es sabido que a Sabina, hace unos años, le robaron el mes de Abril. Pero esos chorizos poco eran con los que Podemos denuncia ahora, estos ladrones de hoy amenazan ¡nada menos! con robarles "violentamente" a las gordas el verano. Sí: así como suena. Y, claro, desde el Ministerio de Igualdad, siempre tan sensibles "ellas" ante las discriminaciones sociales han decidido luchar contra tamaño desafuero y hacer una campaña para luchar contra esos gordófobos que pretenden dejar a las gordas sin verano.
Textualmente, el Ministerio, poniéndose en la piel de las gordas, ha señalado en redes sociales lo siguiente:
“El verano también es nuestro. Disfrútalo como, donde y con quien tú quieras. Hoy brindamos por un verano para todas, sin estereotipos y sin violencia estética contra nuestros cuerpos”.
Y ha pagado una campaña en que aparece la siguiente imagen:
En opinión del Ministerio podemita, las gordas (ya sean ricas o pobres, trabajadoras o capitalistas) sufren en verano de un nuevo tipo de violencia personal, la violencia estética (sic), que les impide de "alguna manera", quizás mágicamente infiltrándose en sus mentes, ir a las playas o sentirse bien en ellas a causa de su gordura. Se trata de una " violencia" sutilísima y sofisticadísima que, a lo que parece, se la infringen directamente los medios de comunicación y las campañas publicitarias que casi siempre "sacan" a mujeres muy bellas de cuerpos esculturales, e indirectamente -me imagino- que esa violencia estética también se la deben de infligir (no se si voluntaria o involuntariamente) las mujeres no-gordas por el mero hecho de no serlo cuando están también en las playas.
Afortunadamente el gasto en esta patochada ha sido mínimo. Como otros gastos públicos, no se desperdicia (alguien ha cobrado por el anuncio de marras) , aunque sí que cabe pensar que tiene un coste de oportunidad. Por ejemplo, en términos del número de arboles que se podrían plantar usando ese dinero.
Pero si traigo este asunto hoy aquí a colación es porque también se lo puede ver desde una perspectiva económica. Y es que existe un análisis económico de la obesidad cuya importancia ha ido en aumento dados los costes sociales de la misma, pues la obesidad se considera ya por la OMS una auténtica epidemia. Esos costes sociales incluyen los costes sanitarios asociados al tratamiento de todo el cúmulo de patologías directamente relacionadas con la obesidad, y también otro tipo de costes que la obesidad supone en áreas como el transporte, la defensa (para los EE.UU. la gordura de sus soldados se ha convertido en un problema que afecta a su capacidad militar) y la ecología.
Como siempre, a la hora de hablar de las causas de un fenómeno, lo mejor es partir de la clasificación aristotélica y escolástica de la causación. Así se tiene que la causa formal de la obesidad, o sea el cómo se vuelve uno obeso es, obviamente, porque uno come más de lo que su cuerpo necesita y puede asimilar/utilizar como fuente de energía. Así de simple. Sobre las causas eficiente y final de la obesidad, las que indagan el porqué y el para qué de volverse obesos son debatidas por nutricionistas, sociólogos, psicológos, etc. Y nada me importan aquí. Por contra, la causa material de la obesidad, aquello que la explica, es de interés para la economía, pues indaga en las condiciones que explican el comportamiento que produce materialmente la obesidad es decir, el qué hace o permite que los obesos se pueden permitir el hacerse así.
Pues bien, la obesidad es consecuencia de un conjunto de factores económicos. Primero, el llamado efecto-renta. Y es que, gracias al crecimiento económico, cada vez más poblaciones en el mundo pueden afortunadamente permitirse comprar en todo momento alimentos. El hambre ya no es pandémica en el mundo. Sencillamente, somos más ricos y podemos comprar más alimentos...y lo hacemos.
Segundo, el efecto sustitución. Y es que los precios relativos de los productos que más engordan han bajado relativamente respecto a los precios de los productos alimenticios más sanos. A consecuencia de la industrialización del sector agroalimentario, es mucho más barata relativamente la comida procesada y utraprocesada, la que engorda, que la fresca y sana. Sencillamente, es más barata relativamente la comida basura y la ley de la demanda "actúa" incentivando su consumo.
Tercero, el coste de oportunidad del tiempo, que los economistas miden por la productividad del trabajo en el mercado. Sucede que la productividad del trabajo crece continuadamente, año tas año, y en el largo plazo también lo hacen los salarios por hora. Ello significa que el coste de oportunidad del tiempo, el dinero se deja de ganar cuando dedicamos nuestro tiempo a actividades no productivas en el mercado de trabajo ha crecido, y consecuentemente, tendemos a escatimar el tiempo que dedicamos a otras actividades que no son ls de ganar dinero. Dicho de otra manera, el aumento de la productividad del trabajo y de los salarios encarece relativamente las actividades más tiempo-intensivas, y, consecuentemente, los individuos tienden a disminuir el tiempo que a ellas les dedican. Una de esas actividades muy tiempo-intensivas, o sea, que requieren de mucho tiempo y que por lo tanto que se han encarecido en el curso del crecimiento económico, ha sido la de comprar y hacerse la comida personalmente. En consecuencia, tendemos a cocinar cada vez menos, o lo que es lo mismo,. a comprar la comida ya preparada. O sea, comida basura en general.
Finalmente no quiero dejar de incluir u cuarto factor, cual es la introducción de potenciadores y estimuladores del sabor en las comidas pre-prepararadas, procesadas y ultraprocesadas. El efecto económico de ello es aumentar las preferencias de los consumidores hacia este tipo de alimentos.
En suma que, desde un punto de vista económico, la obesidad creciente se explica por la conjunción de estos tres factores económicos: 1º) el crecimiento en la renta per capita que hace crecer la demanda de comida que es un bien normal, 2º) el efecto-precio que encarece relativamente tanto los precios explícitos o monetarios como los precios implícitos (el coste de oportunidad del tiempo de preparación) de la comida sana, lo que en conjunción con el efecto -enta anterior se traduce en que crece en términos absolutos y relativos la demanda de comida-basura. y 3º) el cambio en las preferencias hacia la comida basura asociada a los potenciadores de sabor que esta incluye.
Pues bien: es enteramente razonable o explicable ( si bien no racional ) que cada vez haya más obesos por razones estrictamente económicas. Razonable en el sentido que los individuos responden en sus compras de alimentos a sus preferencias/deseos y a las señales que les transmiten los mercados de productos alimenticios. Nadie obliga a nadie a alimentarse de cocacolas, hamburguesas y palmeras de chocolate. Los individuos compran razonablemente más de esa comida basura porque les gusta cada vez más (adicción) y porque es más barata relativamente.
Sin embargo sus decisiones de alimentarse de comida basura, por muy libres y voluntarias que sean, son irracionales desde una perspectiva intertemporal. Es decir, cuando en las decisiones de hoy se tienen en cuenta los efectos futuros de las mismas. Si los consumidores incluyesen en sus decisiones de compra en el mercado las consecuencias futuras de alimentase de comida basura, con certeza si fuesen racionales se alimentarían de forma más sana. El problema es que no lo hacen.
Y no lo hacen porque los consumidores no valoran el futuro correctamente, racionalmente. Técnicamente, porque son en términos de Economía del Comportamiento, procrastinadores. Es decir, saben que no es bueno alimentarse como lo están haciendo, saben de las consecuencias de así hacerlo, saben de la obesidad y de los problemas que ello les supondrá en el futuro, saben que tienen que cambiar sus hábitos alimenticios...pero siempre lo "dejan para mañana".
(Por supuesto que no discuto que haya obesos plenamente racionales. Que son obesos como consecuencia de un comportamiento totalmente racional. Que quieren seguir comiendo comida basura y están totalmente satisfechos con su gordura y totalmente dispuestos a sufrir los costes de la misma. Pero creo que esos obesos racionales y consecuentes son minoría. Que acabamos gordos como acabamos de forma no deseada, es un ejemplo más de la tiranía de las pequeñas decisiones. el lamentable resultado agregado de una miríada de pequeñas decisiones de consumo ninguna particularmente decisiva para ese resultado final)
Y si la obesidad no es racional desde un punto de vista individual de modo general tampoco lo es, obviamente, desde el punto de vista agregado. Ya se ha hablado de los costes sociales de la obesidad
Dicho de otra manera. La obesidad es consecuencia de un comportamiento adictivo. Los obesos son como los fumadores y otros adictos a drogas, por lo que la política racional pasaría por ayudarlos desde el Estado a que no se enganchen a la comida basura. Penalizar impositivamente la comida basura es una política tan obvia como penalizar impositivamente al tabaco y al alcohol. De igual manera, sería económicamente sensato subvencionar la comida sana. De igual manera el Estado ha de controlar a la industria agroalimentaria para que no introduzcan en sus preparados potenciadores del sabor y otros productos que fomenten la adicción a los mismos
Pero, siendo eas políticas útiles, no creo que logren frenar la presente epidemia de obesidad. Fuera de poner unos impuestos brutales no parece que la política impositiva pueda revertir la tendencia a la obesidad, más aún si se tiene en cuenta que los precios de los productos no procesados (los frescos y sanos) cada vez se encarecerán más por razones de escasez y otras razones de tipo medioambiental. Y, también, el valor del tiempo, el precio implícito de la comida sana será más alto. En suma que no puede esperarse gran ayuda desde "las fuerzas del mercado" para oponerse al consumo creciente de productos alimenticios elaborados, procesados y engordantes.
Por ello, para frenar la epidemia, las políticas que fomenten los buenos hábitos alimenticios son fundamentales. Y por supuesto, lo que se conoce como "peer-pression", o sea, el efecto del la presión social a favor de la comida sana y en contra de la obesidad. Y aquí, obviamente, no entran ni la política de "normalización" social de la obesidad del Ministerio de Igualdad (No. La obesidad no debería ser "normal") ni la de su "estitización" (No. No todos los cuerpos son "bellos". Más bien, como ya argumenté, cada vez somos más feos https://www.rankia.com/blog/oikonomia/428848-economia-belleza-por-que-numero-feas-feos-aumenta-curso-crecimiento-economico). O sea, que la campaña veraniega actual del Ministerio de Igualadad es un completo despropósito y choca de frente con las políticas defendidas desde los Ministerios de Sanidad y de Consumo a favor de la comida saludable y en contra de la obesidad.
Hace un par de semanas oí una mujer de unos treintaymuchos años en un pueblo costero, que era la dueña de una pizzería y tenía un tipo magnífico, decirle a sus amigas lo siguiente: "yo, cuando sea mayor, quiero ser gorda". Luego les hablaba de sus continuados esfuerzos para mantenerse "en forma" y estar "estupenda" como todas le reconocían resistiéndose a lo que era para ella lo más inmediato: alimentarse de pasta y demás comida basura. Era una guerra contra ella misma en la que esperaba poder rendirse en un futuro. Pero, de momento, seguía en la pelea y la iba ganando. Confío en que no le haga caso a las quintacolumnistas del Ministerio de Igualdad y siga resistiéndose a la obesidad aunque lleguen a acusarla de "violencia estética" contra las gordas.
Causa asombro y hasta admiración la tozudez, el empeño indesmayable, la dedicación total con que Podemos defiende políticas que, por un lado, nada tienen que ver con los problemas sociales y económicos de la mayoría de la sociedad española, y que , por otro, y como es lo consecuente, lo conducen a la inanidad política y a su desaparición como partido en el medio plazo.
Por supuesto, ni la derecha ni la izquierda tradicionales tienen nada que objetar a estas políticas que defiende el "nuevo" Podemos. Y es que la máxima de Napoleón de que no se deben perturbar los intentos de suicidio de los generales enemigos, vale también para la política; pero sorprende bastante el que su famosa y geométrica visión de la realidad sociopolítica que distinguía y oponía verticalmente a los pocos de arriba (la élite o la casta) de los muchos de abajo (el "pueblo"), se haya trasmutado en múltiples oposiciones horizontales: hombres/mujeres, feministas/no feministas, hetero/homo, trans/no-trans, etc. Y ahora, parece que han encontrado otra: la que "enfrentaría" a gordas contra delgadas, a las guapas versus las no-guapas.
Y es que este verano, en esa su pertinaz defensa de los más "débiles" siguiendo ya no a Marx sino a la Madre Calcuta, Podemos ha decidido echar una mano a los más gordos. O mejor, a las más gordas. A lo que parece hay por ahí una suerte de ladrones raros raros que no están bajo el radar del Ministerio del Interior, cuyo negociado es en principio el perseguir a los ladrones.
Es sabido que a Sabina, hace unos años, le robaron el mes de Abril. Pero esos chorizos poco eran con los que Podemos denuncia ahora, estos ladrones de hoy amenazan ¡nada menos! con robarles "violentamente" a las gordas el verano. Sí: así como suena. Y, claro, desde el Ministerio de Igualdad, siempre tan sensibles "ellas" ante las discriminaciones sociales han decidido luchar contra tamaño desafuero y hacer una campaña para luchar contra esos gordófobos que pretenden dejar a las gordas sin verano.
Textualmente, el Ministerio, poniéndose en la piel de las gordas, ha señalado en redes sociales lo siguiente:
“El verano también es nuestro. Disfrútalo como, donde y con quien tú quieras. Hoy brindamos por un verano para todas, sin estereotipos y sin violencia estética contra nuestros cuerpos”.
Y ha pagado una campaña en que aparece la siguiente imagen:
En opinión del Ministerio podemita, las gordas (ya sean ricas o pobres, trabajadoras o capitalistas) sufren en verano de un nuevo tipo de violencia personal, la violencia estética (sic), que les impide de "alguna manera", quizás mágicamente infiltrándose en sus mentes, ir a las playas o sentirse bien en ellas a causa de su gordura. Se trata de una " violencia" sutilísima y sofisticadísima que, a lo que parece, se la infringen directamente los medios de comunicación y las campañas publicitarias que casi siempre "sacan" a mujeres muy bellas de cuerpos esculturales, e indirectamente -me imagino- que esa violencia estética también se la deben de infligir (no se si voluntaria o involuntariamente) las mujeres no-gordas por el mero hecho de no serlo cuando están también en las playas.
Afortunadamente el gasto en esta patochada ha sido mínimo. Como otros gastos públicos, no se desperdicia (alguien ha cobrado por el anuncio de marras) , aunque sí que cabe pensar que tiene un coste de oportunidad. Por ejemplo, en términos del número de arboles que se podrían plantar usando ese dinero.
Pero si traigo este asunto hoy aquí a colación es porque también se lo puede ver desde una perspectiva económica. Y es que existe un análisis económico de la obesidad cuya importancia ha ido en aumento dados los costes sociales de la misma, pues la obesidad se considera ya por la OMS una auténtica epidemia. Esos costes sociales incluyen los costes sanitarios asociados al tratamiento de todo el cúmulo de patologías directamente relacionadas con la obesidad, y también otro tipo de costes que la obesidad supone en áreas como el transporte, la defensa (para los EE.UU. la gordura de sus soldados se ha convertido en un problema que afecta a su capacidad militar) y la ecología.
Como siempre, a la hora de hablar de las causas de un fenómeno, lo mejor es partir de la clasificación aristotélica y escolástica de la causación. Así se tiene que la causa formal de la obesidad, o sea el cómo se vuelve uno obeso es, obviamente, porque uno come más de lo que su cuerpo necesita y puede asimilar/utilizar como fuente de energía. Así de simple. Sobre las causas eficiente y final de la obesidad, las que indagan el porqué y el para qué de volverse obesos son debatidas por nutricionistas, sociólogos, psicológos, etc. Y nada me importan aquí. Por contra, la causa material de la obesidad, aquello que la explica, es de interés para la economía, pues indaga en las condiciones que explican el comportamiento que produce materialmente la obesidad es decir, el qué hace o permite que los obesos se pueden permitir el hacerse así.
Pues bien, la obesidad es consecuencia de un conjunto de factores económicos. Primero, el llamado efecto-renta. Y es que, gracias al crecimiento económico, cada vez más poblaciones en el mundo pueden afortunadamente permitirse comprar en todo momento alimentos. El hambre ya no es pandémica en el mundo. Sencillamente, somos más ricos y podemos comprar más alimentos...y lo hacemos.
Segundo, el efecto sustitución. Y es que los precios relativos de los productos que más engordan han bajado relativamente respecto a los precios de los productos alimenticios más sanos. A consecuencia de la industrialización del sector agroalimentario, es mucho más barata relativamente la comida procesada y utraprocesada, la que engorda, que la fresca y sana. Sencillamente, es más barata relativamente la comida basura y la ley de la demanda "actúa" incentivando su consumo.
Tercero, el coste de oportunidad del tiempo, que los economistas miden por la productividad del trabajo en el mercado. Sucede que la productividad del trabajo crece continuadamente, año tas año, y en el largo plazo también lo hacen los salarios por hora. Ello significa que el coste de oportunidad del tiempo, el dinero se deja de ganar cuando dedicamos nuestro tiempo a actividades no productivas en el mercado de trabajo ha crecido, y consecuentemente, tendemos a escatimar el tiempo que dedicamos a otras actividades que no son ls de ganar dinero. Dicho de otra manera, el aumento de la productividad del trabajo y de los salarios encarece relativamente las actividades más tiempo-intensivas, y, consecuentemente, los individuos tienden a disminuir el tiempo que a ellas les dedican. Una de esas actividades muy tiempo-intensivas, o sea, que requieren de mucho tiempo y que por lo tanto que se han encarecido en el curso del crecimiento económico, ha sido la de comprar y hacerse la comida personalmente. En consecuencia, tendemos a cocinar cada vez menos, o lo que es lo mismo,. a comprar la comida ya preparada. O sea, comida basura en general.
Finalmente no quiero dejar de incluir u cuarto factor, cual es la introducción de potenciadores y estimuladores del sabor en las comidas pre-prepararadas, procesadas y ultraprocesadas. El efecto económico de ello es aumentar las preferencias de los consumidores hacia este tipo de alimentos.
En suma que, desde un punto de vista económico, la obesidad creciente se explica por la conjunción de estos tres factores económicos: 1º) el crecimiento en la renta per capita que hace crecer la demanda de comida que es un bien normal, 2º) el efecto-precio que encarece relativamente tanto los precios explícitos o monetarios como los precios implícitos (el coste de oportunidad del tiempo de preparación) de la comida sana, lo que en conjunción con el efecto -enta anterior se traduce en que crece en términos absolutos y relativos la demanda de comida-basura. y 3º) el cambio en las preferencias hacia la comida basura asociada a los potenciadores de sabor que esta incluye.
Pues bien: es enteramente razonable o explicable ( si bien no racional ) que cada vez haya más obesos por razones estrictamente económicas. Razonable en el sentido que los individuos responden en sus compras de alimentos a sus preferencias/deseos y a las señales que les transmiten los mercados de productos alimenticios. Nadie obliga a nadie a alimentarse de cocacolas, hamburguesas y palmeras de chocolate. Los individuos compran razonablemente más de esa comida basura porque les gusta cada vez más (adicción) y porque es más barata relativamente.
Sin embargo sus decisiones de alimentarse de comida basura, por muy libres y voluntarias que sean, son irracionales desde una perspectiva intertemporal. Es decir, cuando en las decisiones de hoy se tienen en cuenta los efectos futuros de las mismas. Si los consumidores incluyesen en sus decisiones de compra en el mercado las consecuencias futuras de alimentase de comida basura, con certeza si fuesen racionales se alimentarían de forma más sana. El problema es que no lo hacen.
Y no lo hacen porque los consumidores no valoran el futuro correctamente, racionalmente. Técnicamente, porque son en términos de Economía del Comportamiento, procrastinadores. Es decir, saben que no es bueno alimentarse como lo están haciendo, saben de las consecuencias de así hacerlo, saben de la obesidad y de los problemas que ello les supondrá en el futuro, saben que tienen que cambiar sus hábitos alimenticios...pero siempre lo "dejan para mañana".
(Por supuesto que no discuto que haya obesos plenamente racionales. Que son obesos como consecuencia de un comportamiento totalmente racional. Que quieren seguir comiendo comida basura y están totalmente satisfechos con su gordura y totalmente dispuestos a sufrir los costes de la misma. Pero creo que esos obesos racionales y consecuentes son minoría. Que acabamos gordos como acabamos de forma no deseada, es un ejemplo más de la tiranía de las pequeñas decisiones. el lamentable resultado agregado de una miríada de pequeñas decisiones de consumo ninguna particularmente decisiva para ese resultado final)
Y si la obesidad no es racional desde un punto de vista individual de modo general tampoco lo es, obviamente, desde el punto de vista agregado. Ya se ha hablado de los costes sociales de la obesidad
Dicho de otra manera. La obesidad es consecuencia de un comportamiento adictivo. Los obesos son como los fumadores y otros adictos a drogas, por lo que la política racional pasaría por ayudarlos desde el Estado a que no se enganchen a la comida basura. Penalizar impositivamente la comida basura es una política tan obvia como penalizar impositivamente al tabaco y al alcohol. De igual manera, sería económicamente sensato subvencionar la comida sana. De igual manera el Estado ha de controlar a la industria agroalimentaria para que no introduzcan en sus preparados potenciadores del sabor y otros productos que fomenten la adicción a los mismos
Pero, siendo eas políticas útiles, no creo que logren frenar la presente epidemia de obesidad. Fuera de poner unos impuestos brutales no parece que la política impositiva pueda revertir la tendencia a la obesidad, más aún si se tiene en cuenta que los precios de los productos no procesados (los frescos y sanos) cada vez se encarecerán más por razones de escasez y otras razones de tipo medioambiental. Y, también, el valor del tiempo, el precio implícito de la comida sana será más alto. En suma que no puede esperarse gran ayuda desde "las fuerzas del mercado" para oponerse al consumo creciente de productos alimenticios elaborados, procesados y engordantes.
Por ello, para frenar la epidemia, las políticas que fomenten los buenos hábitos alimenticios son fundamentales. Y por supuesto, lo que se conoce como "peer-pression", o sea, el efecto del la presión social a favor de la comida sana y en contra de la obesidad. Y aquí, obviamente, no entran ni la política de "normalización" social de la obesidad del Ministerio de Igualdad (No. La obesidad no debería ser "normal") ni la de su "estitización" (No. No todos los cuerpos son "bellos". Más bien, como ya argumenté, cada vez somos más feos https://www.rankia.com/blog/oikonomia/428848-economia-belleza-por-que-numero-feas-feos-aumenta-curso-crecimiento-economico). O sea, que la campaña veraniega actual del Ministerio de Igualadad es un completo despropósito y choca de frente con las políticas defendidas desde los Ministerios de Sanidad y de Consumo a favor de la comida saludable y en contra de la obesidad.
Hace un par de semanas oí una mujer de unos treintaymuchos años en un pueblo costero, que era la dueña de una pizzería y tenía un tipo magnífico, decirle a sus amigas lo siguiente: "yo, cuando sea mayor, quiero ser gorda". Luego les hablaba de sus continuados esfuerzos para mantenerse "en forma" y estar "estupenda" como todas le reconocían resistiéndose a lo que era para ella lo más inmediato: alimentarse de pasta y demás comida basura. Era una guerra contra ella misma en la que esperaba poder rendirse en un futuro. Pero, de momento, seguía en la pelea y la iba ganando. Confío en que no le haga caso a las quintacolumnistas del Ministerio de Igualdad y siga resistiéndose a la obesidad aunque lleguen a acusarla de "violencia estética" contra las gordas.