FERNANDO ESTEVE MORA
Sí, tenía razón don Antonio Machado, "todo necio confunde valor con precio". Y es que parece haber en la experiencia de cualquiera cosas de mucho valor con escaso precio, y cosas de alto precio de poco valor. Ello llevó a los economistas a hilar más fino: no es el valor total de algo lo que está relacionado con su precio de algo sino su valor marginal. Sí el agua tiene mucho valor total, sin duda, pero poco precio, pero no es el AGUA así a lo bruto a lo que el mercado pone precio, sino al humilde vaso de agua adicional, al litro o al metro cúbico que en el margen consumen los individuos. De modo que cunando no hay sequía el precio del agua es muy bajo, porque al ser abundante, tener un vaso más cuesta muy poco y por ello el valor de tener un lito más es bajo, pero en mitad del Sáhara, agotadas nuestras reservas, por un vaso de agua adicional o marginal podríamos llegar a pagar lo que se nos pidiese. Es decir que el precio del agua no depende de la utilidad total del agua, sino de su utilidad en el margen o marginal, y esta depende de la cantidad que se tenga en relación a las necesidades, y de u escasez relativa.
Y esta escasez depende, a su vez, del coste de producción. En suma, que la cantidad de esfuerzo o de trabajo que es necesario realizar para obtener más de algo, también influye en su valor marginal y por ende en su precio.
Por supuesto cuando hay fallos del mercado, cuando los mercados no hacen bien su trabajo, cuando hay externalidades positivas o negativas, o cuando no hay la suficiente competencia, los bienes alcanzan precios diferentes a sus valores, por lo que los recursos no se asignan correcta, eficientemente.
Todo lo anterior es lugar común. Pero pese a su verdad aceptada por todos los economistas, hay algo que -de alguna manera- falla en la argumentación. Que la vuelve incompleta. Y es que aunque estuviésemos en un mundo económico ideal e imaginario en que no hubiese fallos en los mercados, creo que don Antonio seguiría teniendo en buena medida razón, pues el usar de los precios para medir el valor de los bienes, y por ello para equiparar, comparar o agregar los distintos bienes que se producen e intercambian en los mercados (como se hace cuando se usa la cifra del PIB como medida del poder económico o capacidad de toda una sociedad o de una economía a la hora de solventar sus necesidades) es algo demasiado simple y por ello falaz.
A ver si me explico bien. Supongamos que dos objetos, un libro y una botella de vino tienen el mismo precio, 20 euros. Son obviamente muy diferentes, satisfacen diferentes necesidades o gustos o deseos, pero por tener el mismo precio tienen el mismo valor económico: ambos se pueden intercambiar, comprar o vender, por 20 €. Y parecería que así se podría hacer con todos los bienes y servicios pro lo que la forma de argumentar y proceder de los economistas parecería justificada: el precio sería la expresión monetaria del valor.
Pero, hasta en ese mundo económico ideal e ilusorio, ¿pasaría lo mismo con todos los bienes? ¿Seguro? Veamos. Hace tiempo que no me he metido en la Deep Web, cosa que por motivos docentes suelo hacer con cierta irregularidad, no con GOOGLE sino con otro buscador, TOR,, para ver a cuánto va el precio por contratar un sicario colombiano para que asesine a alguien en Europa (la última vez que lo hice estaba en torno a los 25000$ incluido el coste del viaje de ida y vuelta) o a cuánto le puede salir a uno un kalashnikov (estaba a unos 400€ en el mercado negro de Amberes, creo recordar). De acuerdo, estos "bienes" son ilegales, pero "mercancías" al fin y al cabo, que se intercambian en unos mercados, no negros pero sí escondidos. ¿Son sus precios una buena medida de su valor? ¿Se cumple también aquí que el valor y el precio son casi la misma cosa? Pues creo que no. Creo que las armas son unos "bienes" muy especiales, unas mercancías para las que el precio no es la correcta medición de su valor. Y ello, además, tiene sus implicaciones.
Para entender lo que quiero decir, visualicemos una compra cualquiera. Por ejemplo, la compra de marisco en una pescadería: uno va con su dinerito a la compra de unas langostas para una mariscada que les va a ofrecer a sus amigos, las compra y paga por ello pongamos que 400€, y se va tan contento. Pero de camino a casa, decide comprar "otra cosa" , quizás para enseñársela a sus amigos el día de la mariscada. Así que va a un vendedor de armas en los "bajos fondos" del que le han hablado y le compra un kalasknikov, también por 400€. Lo compra, lo paga....pero, antes de irse del "local", se da la vuelta, apunta al vendedor y le pide amablemente que le devuelva los 400€, el dinero por el que lo ha recién comprado. Eso es algo que, obviamente, no lo pudo hacer en la pescadería pues uno no puede apuntar con una langosta al pescadero y pedirle también "amablemente" que le devuelva el dinero. El comportarse así lo posibilita o permite el tipo de bien que es un kalashnikov a diferencia de una langosta, un libro o una botella de vino. Por eso los vendedores de armas, hasta en las tiendas legales, tienen a diferencia de los pescaderos muchísimas medidas de seguridad que les separan físicamente de sus clientes.
Vilfredo Pareto, el gran economista y sociólogo, señaló que había dos formas por las que los individuos satisfacían sus necesidades de bienes y servicios. Una, produciendo (y luego intercambiando) bienes valiosos para los demás. La otra, apropiándose mediante la violencia o la amenaza del uso de la violencia de lo producido por otros. Y es esta segunda forma posible de satisfacer las necesidades humanas, lo que le proporciona un claro valor añadido a las armas. Es un valor de opción : las armas pueden servirle al individuo que las posee para obtener de los demás por coerción los bienes que necesita. Es decir que a diferencia de los libros o de los vinos que pueden venderse a cambio de dinero, las armas pueden crear dinero, como ya señalé en otra entrada (https://www.rankia.com/blog/oikonomia/4391131-pancho-villa-teoria-monetaria-moderna ). Si se tienen armas, si se puede ejercer la violencia, uno puede crear su propio dinero de la nada y obligar que los demás lo acepten por la buenas... o, más bien, por las malas como "medio de pago" a cambio de los bienes que producen o tienen. Eso es algo que la mafia siempre ha sabido, y que los economistas en general, salvo genios como Mancur Olson, han preferido no considerar.
Olson, siguiendo a Pareto, consideró las consecuencias de que hubiese individuos que, a diferencia de los "productores" y comerciantes pacíficos, se especializasen en el uso de la violencia. Los llamó "bandidos". Y distinguió entre dos tipos de bandidos: los nómadas o itinerantes y los sedentarios. Los primeros, sencillamente, iban y venían expoliando los bienes de los pacíficos productores con quienes se tropezaban sin pensar en nada más, sin pensar en el futuro. El efecto de este comportamiento sobre los "productores" pacíficos es que estos no tenían el menor interés en innovar, invertir y en producir nada por encima de lo imprescindible para la subsistencia, pues en cualquier momento podía aparecer un bandido itinerante con un kalashnikof para apropiarse de lo que hubiesen producido.
Los bandidos nómadas son, obviamente, unos estúpidos económicos, o sea, unos ineficientes. No es nada extraño que desapareciesen frente a (o se transformasen en) bandidos sedentarios. Y es que un bandido sedentario tiene un claro interés en no expoliar en demasía a "sus" gallinas de huevos de oro, o sea a "sus" productores pacíficos, pues así estos productores/gallinas seguirán esforzándose y produciendo/ poniendo esos "huevos" que son los bienes y servicios económicos.
Dicho de otra manera, los bandidos sedentarios que controlan el uso de la violencia contra los productores pacíficos y les permiten disfrutar de algo de sus esfuerzos son mucho más eficientes que los bandidos itinerantes. La historia de estos bandidos sedentarios es la historia de la humanidad y de los estados. Y las formas que ha adquirido su dominio es la historia de las formas políticas. Cierto que en un estado democrático frente a un estado autocrático o aristocrático la lógica del bandidaje es distinta, peo cabe descubrirla si uno mira bien. Sigue habiendo en él gentes que usan de las armas y de su control para obtener (legalmente, eso sí) lo necesario para vivir.
Por supuesto, las relaciones internacionales, o sea el comportamiento de los distintos estados que hay en el mundo y sus zonas de influencia pueden contemplarse desde esta perspectiva olsoniana. A fin de cuentas, cada estado puede entenderse como la "granja" de un bandido sedentario cuya posesión y disfrute trata de defender frente a otros bandidos externos que siempre están al acecho y amenazan con quitársela. Por supuesto, hay una jerarquía casi feudal de estados/ bandidos sedentarios en función de su relativa capacidad militar de modo que, normalmente, un "bandido sedentario" relativamente débil se raliará con otro más fuerte para defenderse, a cambio eso sí, de permitir que ese superbandido disfrute de parte de lo que producen sus productores/gallinas. Esa ha sido siempre la lógica imperial o, si se quiere, la lógica mafiosa de "vender" protección.
Y en ella, resulta obvio, las armas ocupan un papel fundamental. Y por eso su contribución al poder económico no puede medirse sólo por su precio. Dicho de forma más precisa: el poder económico de un agente (o sea, su capacidad de satisfacer sus necesidades de bienes y servicios) no depende solamente de la cantidad de bienes que tiene y puede utilizar en los para adquirir en los intercambios bienes y servicios producidos por otros agentes sino también de los bienes y servicios de que puede apropiarse mediante su poder coercitivo (el que se manifiesta en su capacidad de usar la violencia contra esos otros agentes).
Por supuesto que ese poder coercitivo para apropiarse de lo que otros producen es RELATIVO, es decir que depende de si su capacidad para usar de la violencia es mayor o menor que la de esos otros agentes. No basta, para "poder" ser un bandido sedentario, o sea, para "poder" convertir poder coercitivo en poder económico contra otros el tener armas, es necesario (además de tener la voluntad de hacerlo) al menos el tener más armas que esos otros, pues si no, esos "otros" no se dejarán usar como gallinas ponedoras. Desde esta perspectiva, las guerras no serían sino un mecanismo para asignar a cada bandido sedentario una posición en esa escala jerárquica del poder coercitivo.
Es por todas estas consideraciones que resulta tan patético, por no decir otra cosa, por no usar otro calificativo, el enfoque de la mayoría de los economistas en cuestiones de Geopolítica que siguen mirando el mundo desde una perspectiva infantil en la que los intercambios entre países se deriva solo y exclusivamente de las necesidades de bienes y servicios y de las capacidades productivas de sus poblaciones, de modo que la cifra del PIB es un indicador de sencillo de poder económico.
Por ejemplo, cabe citar en estos tiempos, el absurdo de comparar a Rusia con otros países en términos de sus respectivos PIBs. Cierto, el PIB de Rusia es más bajo que, por ejemplo, el de India, Canadá, Italia. Pero ¿es acaso su poder económico más bajo a tenor del superior poder coercitivo de Rusia? Y, en la misma onda, podemos pensar en Corea del Norte. ¿Acaso su descontrolado gasto en armamento no cuenta nada a la hora de "explicar" las "ayudas" que percibe de otros países de los que se considera enemigo? Y ¿no cuenta nada la posible renuncia de Irán al desarrollo de armas nucleares para que se le permita acceder a los mercados mundiales y así aumentar su poder económico? . Y para concluir y salir de este "diabólico" grupo de países, cabe citar el privilegio exorbitante que el país con el ejército más potente del mundo, los "ángélicos" Estados Unidos de Norteamérica gozan por ser su PAPEL-moneda, el dólar, la moneda de reserva internacional que pueden producir a voluntad a coste cero.
Sí, tenía razón don Antonio Machado, "todo necio confunde valor con precio". Y es que parece haber en la experiencia de cualquiera cosas de mucho valor con escaso precio, y cosas de alto precio de poco valor. Ello llevó a los economistas a hilar más fino: no es el valor total de algo lo que está relacionado con su precio de algo sino su valor marginal. Sí el agua tiene mucho valor total, sin duda, pero poco precio, pero no es el AGUA así a lo bruto a lo que el mercado pone precio, sino al humilde vaso de agua adicional, al litro o al metro cúbico que en el margen consumen los individuos. De modo que cunando no hay sequía el precio del agua es muy bajo, porque al ser abundante, tener un vaso más cuesta muy poco y por ello el valor de tener un lito más es bajo, pero en mitad del Sáhara, agotadas nuestras reservas, por un vaso de agua adicional o marginal podríamos llegar a pagar lo que se nos pidiese. Es decir que el precio del agua no depende de la utilidad total del agua, sino de su utilidad en el margen o marginal, y esta depende de la cantidad que se tenga en relación a las necesidades, y de u escasez relativa.
Y esta escasez depende, a su vez, del coste de producción. En suma, que la cantidad de esfuerzo o de trabajo que es necesario realizar para obtener más de algo, también influye en su valor marginal y por ende en su precio.
Por supuesto cuando hay fallos del mercado, cuando los mercados no hacen bien su trabajo, cuando hay externalidades positivas o negativas, o cuando no hay la suficiente competencia, los bienes alcanzan precios diferentes a sus valores, por lo que los recursos no se asignan correcta, eficientemente.
Todo lo anterior es lugar común. Pero pese a su verdad aceptada por todos los economistas, hay algo que -de alguna manera- falla en la argumentación. Que la vuelve incompleta. Y es que aunque estuviésemos en un mundo económico ideal e imaginario en que no hubiese fallos en los mercados, creo que don Antonio seguiría teniendo en buena medida razón, pues el usar de los precios para medir el valor de los bienes, y por ello para equiparar, comparar o agregar los distintos bienes que se producen e intercambian en los mercados (como se hace cuando se usa la cifra del PIB como medida del poder económico o capacidad de toda una sociedad o de una economía a la hora de solventar sus necesidades) es algo demasiado simple y por ello falaz.
A ver si me explico bien. Supongamos que dos objetos, un libro y una botella de vino tienen el mismo precio, 20 euros. Son obviamente muy diferentes, satisfacen diferentes necesidades o gustos o deseos, pero por tener el mismo precio tienen el mismo valor económico: ambos se pueden intercambiar, comprar o vender, por 20 €. Y parecería que así se podría hacer con todos los bienes y servicios pro lo que la forma de argumentar y proceder de los economistas parecería justificada: el precio sería la expresión monetaria del valor.
Pero, hasta en ese mundo económico ideal e ilusorio, ¿pasaría lo mismo con todos los bienes? ¿Seguro? Veamos. Hace tiempo que no me he metido en la Deep Web, cosa que por motivos docentes suelo hacer con cierta irregularidad, no con GOOGLE sino con otro buscador, TOR,, para ver a cuánto va el precio por contratar un sicario colombiano para que asesine a alguien en Europa (la última vez que lo hice estaba en torno a los 25000$ incluido el coste del viaje de ida y vuelta) o a cuánto le puede salir a uno un kalashnikov (estaba a unos 400€ en el mercado negro de Amberes, creo recordar). De acuerdo, estos "bienes" son ilegales, pero "mercancías" al fin y al cabo, que se intercambian en unos mercados, no negros pero sí escondidos. ¿Son sus precios una buena medida de su valor? ¿Se cumple también aquí que el valor y el precio son casi la misma cosa? Pues creo que no. Creo que las armas son unos "bienes" muy especiales, unas mercancías para las que el precio no es la correcta medición de su valor. Y ello, además, tiene sus implicaciones.
Para entender lo que quiero decir, visualicemos una compra cualquiera. Por ejemplo, la compra de marisco en una pescadería: uno va con su dinerito a la compra de unas langostas para una mariscada que les va a ofrecer a sus amigos, las compra y paga por ello pongamos que 400€, y se va tan contento. Pero de camino a casa, decide comprar "otra cosa" , quizás para enseñársela a sus amigos el día de la mariscada. Así que va a un vendedor de armas en los "bajos fondos" del que le han hablado y le compra un kalasknikov, también por 400€. Lo compra, lo paga....pero, antes de irse del "local", se da la vuelta, apunta al vendedor y le pide amablemente que le devuelva los 400€, el dinero por el que lo ha recién comprado. Eso es algo que, obviamente, no lo pudo hacer en la pescadería pues uno no puede apuntar con una langosta al pescadero y pedirle también "amablemente" que le devuelva el dinero. El comportarse así lo posibilita o permite el tipo de bien que es un kalashnikov a diferencia de una langosta, un libro o una botella de vino. Por eso los vendedores de armas, hasta en las tiendas legales, tienen a diferencia de los pescaderos muchísimas medidas de seguridad que les separan físicamente de sus clientes.
Vilfredo Pareto, el gran economista y sociólogo, señaló que había dos formas por las que los individuos satisfacían sus necesidades de bienes y servicios. Una, produciendo (y luego intercambiando) bienes valiosos para los demás. La otra, apropiándose mediante la violencia o la amenaza del uso de la violencia de lo producido por otros. Y es esta segunda forma posible de satisfacer las necesidades humanas, lo que le proporciona un claro valor añadido a las armas. Es un valor de opción : las armas pueden servirle al individuo que las posee para obtener de los demás por coerción los bienes que necesita. Es decir que a diferencia de los libros o de los vinos que pueden venderse a cambio de dinero, las armas pueden crear dinero, como ya señalé en otra entrada (https://www.rankia.com/blog/oikonomia/4391131-pancho-villa-teoria-monetaria-moderna ). Si se tienen armas, si se puede ejercer la violencia, uno puede crear su propio dinero de la nada y obligar que los demás lo acepten por la buenas... o, más bien, por las malas como "medio de pago" a cambio de los bienes que producen o tienen. Eso es algo que la mafia siempre ha sabido, y que los economistas en general, salvo genios como Mancur Olson, han preferido no considerar.
Olson, siguiendo a Pareto, consideró las consecuencias de que hubiese individuos que, a diferencia de los "productores" y comerciantes pacíficos, se especializasen en el uso de la violencia. Los llamó "bandidos". Y distinguió entre dos tipos de bandidos: los nómadas o itinerantes y los sedentarios. Los primeros, sencillamente, iban y venían expoliando los bienes de los pacíficos productores con quienes se tropezaban sin pensar en nada más, sin pensar en el futuro. El efecto de este comportamiento sobre los "productores" pacíficos es que estos no tenían el menor interés en innovar, invertir y en producir nada por encima de lo imprescindible para la subsistencia, pues en cualquier momento podía aparecer un bandido itinerante con un kalashnikof para apropiarse de lo que hubiesen producido.
Los bandidos nómadas son, obviamente, unos estúpidos económicos, o sea, unos ineficientes. No es nada extraño que desapareciesen frente a (o se transformasen en) bandidos sedentarios. Y es que un bandido sedentario tiene un claro interés en no expoliar en demasía a "sus" gallinas de huevos de oro, o sea a "sus" productores pacíficos, pues así estos productores/gallinas seguirán esforzándose y produciendo/ poniendo esos "huevos" que son los bienes y servicios económicos.
Dicho de otra manera, los bandidos sedentarios que controlan el uso de la violencia contra los productores pacíficos y les permiten disfrutar de algo de sus esfuerzos son mucho más eficientes que los bandidos itinerantes. La historia de estos bandidos sedentarios es la historia de la humanidad y de los estados. Y las formas que ha adquirido su dominio es la historia de las formas políticas. Cierto que en un estado democrático frente a un estado autocrático o aristocrático la lógica del bandidaje es distinta, peo cabe descubrirla si uno mira bien. Sigue habiendo en él gentes que usan de las armas y de su control para obtener (legalmente, eso sí) lo necesario para vivir.
Por supuesto, las relaciones internacionales, o sea el comportamiento de los distintos estados que hay en el mundo y sus zonas de influencia pueden contemplarse desde esta perspectiva olsoniana. A fin de cuentas, cada estado puede entenderse como la "granja" de un bandido sedentario cuya posesión y disfrute trata de defender frente a otros bandidos externos que siempre están al acecho y amenazan con quitársela. Por supuesto, hay una jerarquía casi feudal de estados/ bandidos sedentarios en función de su relativa capacidad militar de modo que, normalmente, un "bandido sedentario" relativamente débil se raliará con otro más fuerte para defenderse, a cambio eso sí, de permitir que ese superbandido disfrute de parte de lo que producen sus productores/gallinas. Esa ha sido siempre la lógica imperial o, si se quiere, la lógica mafiosa de "vender" protección.
Y en ella, resulta obvio, las armas ocupan un papel fundamental. Y por eso su contribución al poder económico no puede medirse sólo por su precio. Dicho de forma más precisa: el poder económico de un agente (o sea, su capacidad de satisfacer sus necesidades de bienes y servicios) no depende solamente de la cantidad de bienes que tiene y puede utilizar en los para adquirir en los intercambios bienes y servicios producidos por otros agentes sino también de los bienes y servicios de que puede apropiarse mediante su poder coercitivo (el que se manifiesta en su capacidad de usar la violencia contra esos otros agentes).
Por supuesto que ese poder coercitivo para apropiarse de lo que otros producen es RELATIVO, es decir que depende de si su capacidad para usar de la violencia es mayor o menor que la de esos otros agentes. No basta, para "poder" ser un bandido sedentario, o sea, para "poder" convertir poder coercitivo en poder económico contra otros el tener armas, es necesario (además de tener la voluntad de hacerlo) al menos el tener más armas que esos otros, pues si no, esos "otros" no se dejarán usar como gallinas ponedoras. Desde esta perspectiva, las guerras no serían sino un mecanismo para asignar a cada bandido sedentario una posición en esa escala jerárquica del poder coercitivo.
Es por todas estas consideraciones que resulta tan patético, por no decir otra cosa, por no usar otro calificativo, el enfoque de la mayoría de los economistas en cuestiones de Geopolítica que siguen mirando el mundo desde una perspectiva infantil en la que los intercambios entre países se deriva solo y exclusivamente de las necesidades de bienes y servicios y de las capacidades productivas de sus poblaciones, de modo que la cifra del PIB es un indicador de sencillo de poder económico.
Por ejemplo, cabe citar en estos tiempos, el absurdo de comparar a Rusia con otros países en términos de sus respectivos PIBs. Cierto, el PIB de Rusia es más bajo que, por ejemplo, el de India, Canadá, Italia. Pero ¿es acaso su poder económico más bajo a tenor del superior poder coercitivo de Rusia? Y, en la misma onda, podemos pensar en Corea del Norte. ¿Acaso su descontrolado gasto en armamento no cuenta nada a la hora de "explicar" las "ayudas" que percibe de otros países de los que se considera enemigo? Y ¿no cuenta nada la posible renuncia de Irán al desarrollo de armas nucleares para que se le permita acceder a los mercados mundiales y así aumentar su poder económico? . Y para concluir y salir de este "diabólico" grupo de países, cabe citar el privilegio exorbitante que el país con el ejército más potente del mundo, los "ángélicos" Estados Unidos de Norteamérica gozan por ser su PAPEL-moneda, el dólar, la moneda de reserva internacional que pueden producir a voluntad a coste cero.