Don Luis Garicano, Catedrático de Economía y Estrategia en la London School of Economics y Director de la Cátedra McKinsey en FEDEA, la Fundación de Estudios de Economía Aplicada en la que se agrupan los expertos, “los que saben” de Economía de este país, se descolgó en El País del 17/8/2011 con un artículo intitulado Los Eurobonos que vienen. Sin entrar en analizar en profundidad la cuestión que pretende abordar en su artículo, o sea, la mejor manera de resolver la llamada crisis de la deuda soberana, que ya ha sido tratada repetidamente en este blog, no me resisto, sin embargo, a cuestionar humildemente algunas de las afirmaciones contenidas en uno de los párrafos de su escrito. En este concretamente:
“Si la crisis fuera simplemente esta espiral de falta de liquidez, la actuación del BCE sería suficiente. Baja los tipos, vuelve la calma, y se terminó. Desgraciadamente, hay países excesivamente endeudados, y con pocas perspectivas de crecimiento económico. Pero ante una falta de solvencia, el BCE no puede ser el que asuma el liderazgo (es una institución monetaria, no fiscal, y las deudas no se pueden liquidar imprimiendo papelitos: hay una producción futura que ya se ha consumido en el presente, y por tanto no está disponible para el futuro)”.
Dos cosas me han sorprendido y mucho en ella, tanto que creo que pueden alterar radicalmente la sabiduría económica, así en sentido grande. De un lado, está la idea de que con los “papelitos” impresos y emitidos por el Banco Central Europeo no se puedan liquidar deudas. Dado que a esos “papelitos” los llamamos euros, lo que viene a decir Don Luis es que los euros no tienen poder liberador de deudas, o sea, que no son dinero, pues una de las características del dinero es su “poder liberador de las deudas” tal y como se recoge en incontables libros de Economía antiguos y modernos. Ni qué decir tiene que yo, a título personal, antes de que los tire al contenedor del papel reciclado estoy dispuesto a recoger gratuitamente todos esos “papelitos” que el señor Garicano estima tan impotentes para liquidar deudas.
No creo que un tan gran economista como lo es don Luis, esté dispuesto a aceptar ese desinteresado servicio que estoy dispuesto a hacerle. Así que tomaremos su afirmación despectiva de que los euros son “papelitos” como un, digamos, que deslizamiento lingüístico, o sea, un patinazo. Pero lo malo es que, probablemente, él no lo considerase así. Veamos. La idea es que el pago de una deuda requiere una transferencia de recursos reales del deudor al acreedor, o sea, si se trata de deuda pública, requiere de “una institución fiscal”, y a lo que parece el dinero no lo es. No quiero meterme aquí en si el dinero lo es o no, pero a quien quiera conocer algo sobre el asunto le remito al espléndido libro Economía y Sociedad del gran Max Weber, en la que tendrá cumplida cuenta de la historia de cómo el dinero emitido por un Estado consigue su aceptación y uso general por la sociedad conforme el Estado lo impone como medio para el pago de impuestos. Está claro, por otro lado, de que una título de deuda pública emitido por cualquier estado de la zona euro, si le es pagado a su tenedor en el momento de su vencimiento en euros, le permite a éste quedarse con una parte del producto social existente en ese momento en la medida que puede cambiar esos euros por bienes y servicios existentes en ese momento. La cantidad de bienes y servicios que pueda comprar con esos euros dependerá, obviamente, de la inflación, y, obviamente también, la capacidad de seguir emitiendo deuda o de refinanciarla dependerá de la inflación. En consecuencia, si el pago de la deuda se hace imprimiendo “papelitos” y estos generan por exceso de liquidez una inflación brutal la refinanciación de la deuda se hará más difícil. Esa sería una razón para no liquidar las deudas emitiendo más dinero. Pero la cuestión que está por debajo es la de cuál es la cantidad excesiva de liquidez. Y de eso se sabe bien poco. Si, por ejemplo, sucedió que la deuda se usó para aumentar la demanda efectiva y la producción y el empleo puesto que había recursos reales ociosos, entonces si la mayor liquidez que surge de la monetización de la deuda alcanza a los agentes económicos (consumidores y empresas) llevaría a que esta liquidez extra generada para pagar la deuda no tendría porqué convertirse en inflación, sino en una mayor producción que permitirá pagar la deuda a coste real cercano a cero. Dicho con otras palabras, en este caso, la mayor liquidez usada para "liquidar" la deuda no habría sido "excesiva".
Pero, para don Luis Garicano tal cosa es absurda por la sencilla razón de que “las deudas no se pueden liquidar imprimiendo papelitos" y la razón de ello para él es que, vía la deuda, "hay una producción futura que ya se ha consumido en el presente, y por tanto no está disponible para el futuro”(sic). Afirmación ante lo cual no me queda sino recurrir a los clásicos, y quién mejor en estos días que Don Hilarión, que en La Verbena de la Paloma afirma que “hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad”. Y cierto que debe ser así, pues el señor Garicano ya parece tener a su disposición en los sótanos de Fedea de la máquina del tempo de Wells, pues está meridianamente claro que para consumir la producción futura en el presente hay primero que traérsela de allá. ¡Viva Einstein!.
Sí, don Hilarión tenía razón, en estos tiempos se dicen muchas barbaridades.
P.S..- Una cosa más. Sobre este asunto, o sea, sobre la violación por parte de quienes analizan los problemas de la deuda pública de uno de los más elementales principios físcos incorporados en la Teoría de la Relatividad, o sea, que la velocidad de la luz en el vacío es un límite absoluto, de modo que los viajes hacia atrás en el tiempo son imposibles, ya escribí en este blog: http://www.rankia.com/blog/oikonomia/428829-colonialismo-temporal-einstein