PARTE III . Seguros de Ahorro.
Los seguros de ahorro son productos financieros en los que generalmente se incorpora un interés técnico garantizado durante un cierto periodo de tiempo estipulado en la póliza (el contrato de seguro) y que puede alcanzar a toda la duración del seguro.
Estos seguros acostumbran a tener una fecha de vencimiento (finalización) pactada libremente por lo que pueden o no hacerse coincidir con el final de la vida laboral legal de una persona. Incluso pueden destinarse a situaciones muy distintas como son el pago de estudios de los hijos, una reforma, comprar el barco de sus sueños o liquidar la hipoteca anticipadamente. ¡Usted elige!
Además gozan de derechos contractuales tales como la REDUCCIÓN ( "dejo de pagar nuevas primas y al vencimiento recibiré un capital más "reducido" que el que inicialmente pacté"), el RESCATE (recuperar el dinero en cualquier momento cancelando el seguro - normalmente se exige una permanencia mínima en el seguro que oscila entre uno y dos años si bien hay productos en los que se puede disponer desde el primer día) y ANTICIPO ("necesito dinero y tiro del que tengo ahorrado a cambio de un interés pactado pero puedo devolverlo en cualquier momento y continuar el plan de ahorro inicialmente previsto"). Aunque hay que leer bien la famosa letra pequeña (que por cierto está resaltada en negrita) y entender bien las reglas del juego porque hay contratos que incluyen encerronas que son auténticas minas antipersona.
Uno de los mayores riesgos que hallamos en estos productos lo constituye la confusión existente acerca del citado interés técnico.
Porque un interés técnico nada tiene que ver con el concepto "bancario" de interés. Si a Ud le ofrecen un seguro con un 3,5% de interés técnico no es necesario que saque la calculadora financiera y calcule como si fuera una TAE, un TIN o una TIR. Todo eso fallará, se lo adelanto.
Porque en seguros de ahorro 3X2=6 es una falacia. Así como suena. Porque el 3 no es exactamente el mismo 3 en la "compañía A" o en la "compañía B" y, si me apuran, ni siquiera es lo mismo en el "producto ALFA" y en el "producto BETA" de la "compañía A".
Voy a explicarme.
Imagine Ud que tiene una tarta sobre el mostrador de la pastelería ¿le gusta? Pues va el pastelero y quita un trozo para pagar al casero, otro para pagar al proveedor de la harina, otro para pagar al mozo y otro para sí. Lo que queda es lo que a Ud le queda para la fiesta para la que encargó la tarta.
Pues en seguros de ahorro pasa algo parecido.
A la prima que Ud paga (por ejemplo: 1.000 €) se le descuentan los gastos de administración (imaginemos que emitir la póliza, generar los apuntes contables, efectuar las inversiones afectas, etc suponen un gasto del 10% con lo que quedan 900 € de los 1.000 € de partida).
A continuación vienen los gastos comerciales: publicidad (esos posters a todo color que cuelgan en el escaparate del banco, los regalos de captación, los anuncios en prensa, radio y televisión y... ¡las comisiones de comercialización!; imaginemos que suponen otro 10%; quedan 800 €).
Pues bien, esos 800 € son lo que en seguros se denominan "provisiones matemáticas de balance" (tome ahora su seguro de ahorro y busque el término porque está ahí; ahora entenderá lo que eso significa). Y a esos 800 € (no a los 1.000 €) se les aplicará el interés técnico. Por eso un 4% de interés técnico sobre 1.000 € jamás da 40 € de rentabilidad.
¿Sorprendido? ¡Pues aún hay más!
TODO seguro de ahorro incorpora un riesgo de fallecimiento, como mínimo. Eso, amigos, no se lo regalan sino que se lo cobran. Y cuanto más "chulo" es el seguro (dobles, triples o cuadruples capitales,...) más paga por ello. Así que resulta fácil que esos 800 € no sean sino 600€ tras experimentar tal cura de adelgazamiento. El problema grave de esto es que el coste de estas garantías (que suelen proporcionar capitales muy pequeños) es opaco y podemos estar pagando por ellos un sobreprecio de impresión.
Bueno, y esto solo ha sido abrir la caja de Pandora.
¿Por qué? ¡Sencillo! Porque la rentabilidad de un seguro de ahorro depende directamente de parámetros opacos, que escapan al control del asegurado y (en parte) del mediador.
Veamos:
- No conocemos cual es el coste de los gastos internos o de administración.
- No conocemos cual es el coste de las coberturas de riesgo (considero más inteligente contratar un seguro de ahorro puro y un seguro de vida riesgo aparte; eso como primera recomendación)
- No conocemos cuales son los gastos comerciales si bien: a) un cliente espabilado sabe lo que vale un tostador o un plasma de 30" así que puede saber que lo va a pagar (en este caso las preguntas clave son "¿lo necesito? y, si lo necesito ¿porqué no me compro la tele que quiero si total la voy a pagar?"); b) mucha campaña en los medios puede afectar más a su rentabilidad que ser asesorado por un profesional que controle el gasto imputado a la póliza ajustando su corretaje y c)el mediador conoce por supuesto que el peso de su comisión afectará a la rentabilidad real del producto; de ahí que ciertos conocidos agentes de cierta conocida aseguradora no sean muy estimados entre sus clientes gracias al 60% de comisión que obtenían (de mi cosecha: hay que ser o tonto o muy cínico para alegar que ese porcentaje no afecta a la rentabilidad del cliente ¿no creen?)
De todo ello se desprende que en seguros de ahorro un producto con un 2% de interés garantizado puede llegar a ser más rentable que otro al 6% por el simple efecto de los malditos gastos que se le hayan cargado a este último. Incluso puede darse el caso, desgraciadamente frecuente, de que alguien intente rescatar sus ahorros a los 8 o 9 años y reciba menos dinero del que ha aportado.
A lo indicado habrá que añadirle otros elementos ya meramente de perfil inversor. Una incorrecta evaluación acerca de la aversión al riesgo, de las intenciones de permanencia en el programa de ahorro, de la finalidad o de herramientas alternativas puede suponer una debacle financiera añadida o una insatisfacción de expectativas derivada de una cierta impericia profesional. El mediador debe contar con los conocimientos adecuados y suficientes para poder acompañar a su cliente hasta la solución que realmente necesita.