Se trataba de un piso que los subasteros habíamos valorado aproximadamente en unos doscientos mil euros y por el que nadie pensábamos pagar más de ciento cuarenta mil. Estaba en buen estado y lo ocupaban dos padres junto a su hija de treinta y tantos.
Salía a subasta por la primera hipoteca cuya deuda ascendía solo a unos cincuenta mil euros, de principal pero luego había un embargo de unos treinta y seis mil y una segunda hipoteca del mismo banco de otros sesenta mil euros (solo los principales de la deuda). Por lo visto el embargo se le había colado al banco justito antes de poder inscribir la segunda hipoteca. Estas cosas suelen pasar cuando no se hacen las cosas bien.
Los subasteros no teníamos demasiadas esperanzas porque si el banco pretendía cobrar toda su deuda iba a tener que pujar lo suficiente para cubrir también las dos deudas posteriores a la que se estaba ejecutando, pero no estábamos preparados para presenciar lo que a continuación relato.
Justo en el momento en que la secretaria termina de leer las condiciones de subasta, se levantan dos abogados que manifiestan representar a la hija de los demandados como arrendataria de la vivienda subastada, lo que quieren poner en conocimiento de los posibles postores (para acojonarnos, por supuesto) junto con el anuncio de que se han personado en autos el día anterior.
La secretaria se queda pasmada y advierte que el juzgado aún no ha decido respecto a si el arrendamiento es válido o un fraude y que, en todo caso, la subasta sigue adelante.
Comienza la subasta y la parte actora ofrece cien mil euros, que son superados por la hija de los demandados, allí presente como un postor más, cosa que puede hacer perfectamente, y las pujas se van sucediendo entre el actor y la hija-arrendataria hasta llegar nada menos que a doscientos mil euracos del ala, ante la mirada estupefacta de los veinte subasteros presentes en el acto.
Al final fue el actor quien se adjudicó la vivienda y los abogados y la hija-arrendataria tuvieron que irse con el rabo entre las piernas.
¿Qué había ocurrido? Muy sencillo, la familia de demandados había pensado que la mejor manera de quedarse con el piso sin tener que pagar las deudas posteriores sería que la niña acudiera a la subasta como una postora más y seguramente los abogados les dijeron que para adjudicárselo baratito lo mejor sería acongojarnos antes a los subasteros con un supuesto contrato de arrendamiento.
Mal pensado porque a los subasteros profesionales difícilmente les puede asustar un contrato ficticio entre unos padres y su hija, presentado a última hora y viviendo todos juntos en la misma vivienda. Si yo hubiera sido su abogado les habría aconsejado trabajar mucho mejor el asunto del contrato de arrendamiento (no pienso decir cómo) y nos habríamos personado en autos con suficiente antelación para que el juzgado tuviera tiempo para decidir que el arrendamiento era válido y la ocupación legítima y sobre todo sobre todo, una vez conseguido lo anterior, LO ÚLTIMO QUE LES HABRÍA ACONSEJADO HABRÍA SIDO PUJAR EN LA SUBASTA Y SUBIR EL PRECIO, CON LO FÁCIL QUE HABRÍA SIDO DEJAR QUE EL ACTOR SE LO ADJUDICARA POR CIEN MIL EUROS Y HABER EJERCIDO EL RETRACTO SOBRE ESA CIFRA.
¡¡¡Mendrugos!!!