Acabo de terminar de ver Persiguiendo a Madoff, Chasing Madoff, un documental del 2011 acerca de la estafa que sacudió los cimientos de las altas finanzas mundiales. Y, sin aportar datos desconocidos, o muy novedosos, lo cierto es que me ha resultado interesante, bien hecho e interpretada.

Digo interpretado porque a Harry Markopoulos, el denunciante de Madoff, se le notan sus genes griegos, y en ocasiones sobreactua de una manera exagerada. Sin embargo, su visión y la de sus compañeros embarcados en la cruzada antiMadoff, dibujan una realidad poco conocida por el gran público, la visión de los que compiten contra un fraude.

Y es que Henry Markopoulos y los compañeros que empezaron con él en esta historia no eran sabuesos de la SEC, del FBI, o de ninguno de los múltiples organismos públicos o parapúblicos que vela por la seguridad de los inversores. Que velan y cobran por velar. O es dicen que es su función. No, esos probos funcionarios cerraron los ojos a las múltiples denuncias que les llegaron

Es más, pienso, como denunciaba Rand hace décadas, que la propia existencia de esos organismos descargar de responsabilidad al inversor, y que le contribuye a crear una falsa sensación de seguridad, idónea para un megaestafador del calado de Bernie. No me digáis que ese fragmento en el que un mediático Madoff, un guru por aquel entonces, niega la vulnerabilidad de la normativa no mueve a la risa ante tanto cinismo.

Tampoco Markopoulos y los suyos eran periodistas, esos que se reclaman como fundamentales para la democracia y pretenden pasarnos su soldada. Si se incorporó alguno de pasada, si se publicó algún artículo previo, pero con desgana y sin poner toda la carne en el asador.

¿Qué eran Markopulos y los suyos?, ¿quién le puso el cascabel al gato? Eran competidores, especialistas en gestión de patrimonios, a los que Madoff arrebataba su cuota de negocio, les quitaba el pan de la boca, vendiendo algo que Harry y los suyos sabían que era imposible, la cuadratura del círculo.

Es la competencia la que desmenuza, tritura, y desmonta las ofertas de aquellos que quieren arrebatarle su cuota de negocio. El problema estriba en que, cómo se ve en el documental, los clientes, muchos de ellos con horas de vuelo, se niegan a ver lo que que no quieren ver, o se escudan en que se trata de argumentos comerciales para atacar un producto que no está al alcance de los críticos.

¿Y que hace un competidor si ve que sus denuncias son ignoradas por la prensa, los políticos, los supervisores y las víctimas? O cambias de negocio, como Markopoulos, o lo sobrellevas como puedes, o te autoconvences de que si es lo que quiere el cliente eso habrá que darle. Pensemos por un momento en todos los bancarios que criticaron con ferocidad aquellas primeras emisiones de preferentes de La Caixa y que luego acabaron colocando las suyas propias, a los mismos clientes que no querían otra cosa, por mucho que hoy lo nieguen.

¿Y cuál era la formula secreta de Madoff?, ¿cómo conseguía atraer a los inversores y que mantuviesen la fe en él? Lo resumiría en tres puntos:

1. "No te haremos rico, pero tu dinero está seguro aquí": Madoff se caracterizaba por ofrecer rentabilidades no exageradas pero siempre positivas, pasase lo que pasase. Apelaba a esa irracionalidad conservadora con un retorno atractivo, pero no demasiado fuerte como para causar desconfianza (lo que debía haber causado desconfianza, tal y como explica Markopoulos, es su constancia).
2. Madoff era generoso con aquellos que le aportaban clientes, con los gestores que le referenciaban inversores y con los fondos que trabajaban con él. Conseguía incrementar su vinculación, que no hiciesen excesivas preguntas e incrementar constantemente su base de inversores, algo fundamental en un esquema Ponzi.
3. Madoff vendía exclusividad, había una criba para poder llegar a él, y una vez dentro te hacía sentir especial al decirte que sólo estaba aceptando tu dinero y que tenía cerrada la suscripción de nuevos importes.

Fue la crisis del 2008 lo que acabó con Madoff, fueron los mercados financieros los que acabaron constatando que el emperador Madoff estaba desnudo, ante las peticiones de reinversión de fondos de clientes acuciados por su estrecheces económicas. No fueron ni Harry Markopulos, ni los medios, ni los clientes ni los funcionarios supervisores, ni los políticos.

Hablando de políticos, da grima ver a Gary Ackerman en la comisión de investigación. Me recordaba en buena medida al fenómeno de Hernández Moltó, cuando crucificó a Mariano Rubio, uno de los suyos, aplicando el principio de que para evitar que la turba te inmole ponte tu al frente de la misma. Sí, el mismo Hernández Moltó que gestionó con tanta lucidez CCM.

Os recomiendo la visión de este documental, lo tenéis facil para encontrarlo a través de Google.