El 15 de septiembre de 2009, aparece un artículo en la edición digital de expansión.com, firmado por Financial Times, bajo el titulo “Lehman y el capitalismo”. Dicho artículo estuvo por la tarde en la sección de Análisis.
El artículo es un intento burdo, puede ser que desesperado, de tratar de contrarrestar todos los esfuerzos que la mayoría de los países están llevando a cabo por modificar las reglamentaciones dentro del sistema financiero. La verdad es que no está demasiado trabajado pero cumple los requisitos que nos podemos encontrar en los artículos demagógicos que nos están cayendo por todos lados. La verdad es que a veces creo que los períodicos hace tiempo que se han convertido en recipientes de publirreportajes.
No obstante, la visión más extendida doce meses después es que los mercados están recuperando la normalidad y el crecimiento. De ser correcta esta sensación, la peor debacle financiera y económica desde la Gran depresión, habrá terminado en cuestión de un año. Japón, sin embargo, todavía sufre las consecuencias del estallido de su propia burbuja, hace ya dos décadas.
Por consiguiente, lejos de cuestionar el capitalismo occidental, en este momento deberíamos celebrar su triunfo y encomiar las raíces del sistema financiero.
Aunque ese argumento puede parecer descabellado, los inversores y las autoridades tienen que elegir una alternativa. Los que aceptan que el mundo está saliendo de la crisis financiera no pueden defender un cambio radical de las instituciones, del entorno regulador y de las prácticas que han servido para que la recuperación no tardara tanto en llegar. Sin duda serán necesarios pequeños cambios. Por otra parte, hay quien cree que la recuperación se ha conseguido sólo por la ayuda gubernamental.
No obstante, es demasiado prematuro dar por hecho que estas intervenciones han resultado positivas; rescatar a los bancos de la quiebra, intervenir en los mercados y disparar el presupuesto siempre es arriesgado. Es probable que esas intervenciones dificulten aún más la gestión de una próxima crisis.
Sin embargo, la interpretación más pesimista, lejos de ver ningún motivo para congratularse, cree que lo peor está por llegar. Aunque a Lehman se le permitió morir de muerte natural, los males que afectan al resto de entidades se han cubierto con tipos de interés mínimos, ayudas estatales, balances opacos y los recientes repuntes bursátiles.
Si estos cuidados paliativos terminan, podríamos asistir a otro colapso similar al de Lehman. Para evitar que eso ocurra, la recuperación tendrá que ser muy sólida. Si estamos verdaderamente ante una, las autoridades no deberían intervenir demasiado".