He hablado varias veces de la similitud de una comunidad de vecinos con un país. Creo sinceramente que las diferencias son menos que las similitudes, pero sin embargo es posible que tenga cierta fijación. El caso es que en julio por fin he cesado en el cargo de presidente de la comunidad. O sea que acabó una legislatura que ha sido bastante larga e intensa. Por cierto, lo llamo legislatura, porque no tengo ni idea del nombre correcto. Está claro que mandato no es el apropiado, porque cualquiera que haya pasado por el trance sabe que el cargo es equivalente a una combinación rara entre electricista, chico para todo, botones, psicólogo y sobre todo sparring de todas las quejas de los vecinos. De mandar… ¡poco!. El período de marrón comenzó en enero de 2007, y en principio era por un año, y mi intención era que pasase el período lo antes posible y que el siguiente se hiciese cargo. Es evidente que no todo salió como lo tenía planeado.
Mi comunidad de vecinos es una comunidad grande, (4 portales, con 44 viviendas, 8 locales y dos plantas de garajes con más de 100 plazas). Las comunidades grandes tienen ventajas y también inconvenientes, y lo cierto es que la que me ha tocado en suerte creo que es una representación bastante gráfica de lo que es España.
Han sido las circunstancias las que han provocado que la historia se haya alargado y de hecho al final ha acabado porque la situación está completamente bloqueada, por el tema de las cuentas. Voy a intentar contar un poco la historia para que se comprenda, pero pido un poco de paciencia, para poner en situación al lector antes de continuar.
Estamos hablando de un edificio de 2003, en el que yo entré en 2004. De los cuatro portales del edificio, una empresa tiene un portal completo, cerrado a cal y canto, (pura especulación), y esa misma empresa tiene varios pisos en el resto de los portales y la planta -2 del garaje. Esta situación genera que esa persona, (es una empresa formalmente, pero en realidad es todo de una persona), tiene un enorme poder en las votaciones. Por otra parte, al tener todo un portal cerrado y la planta -2 cerrada, la realidad es que esas fincas no generan gastos de electricidad, limpieza ni ascensores.
El reparto de gastos y de votos es similar al de cualquier comunidad, con sus coeficientes, sus porcentajes y su reparto de gastos.
Y al respecto de los gastos que nos encontramos, tenemos los de cualquier comunidad; electricidad, limpieza, gastos de los ascensores, (mantenimiento y líneas telefónicas), vados, gastos de reparaciones, bancarios, seguros y los gastos de una agencia de la propiedad que cobra por administrar la comunidad. Lo que es una comunidad de las de toda la vida, aunque de las grandes.
Los problemas que teníamos en el edificio cuando llegué eran varios, y en principio eran económicos, porque teníamos un déficit crónico con unas cuotas disparadas y dos o tres derramas al año y un sinfín de problemas constructivos (como en la inmensa mayoría de los edificios).
Aparte de los problemas teníamos muchas oportunidades, de mejorar, (la gran ventaja de que todo era un desastre es que siempre es fácil mejorar). Y esa es la cuestión.
Lo cierto es que el problema económico que teníamos era grave y no había forma de solucionarlo y me tocó a mí meterle mano, (¡maldita la hora!).
Hoy toca hacer balance de la legislatura, y he de reconocer que yo no me hubiese aprobado ni de coñas. Pensé que en un año, podría tener todo funcionando y tenía unas ideas que creo que eran buenas. De hecho algunas las llevé a cabo y creo que todas gustaron. Sin embargo la mayoría de las cosas, simplemente no las he podido llevar a la realidad, porque al final no todo son las intenciones.
Lo que buscaba era arreglar las cuotas, bajar los gastos, repartir los gastos entre los propietarios, (había un reparto curioso de las cuotas, de forma que unos pagábamos más de lo que nos correspondía y otros no pagaban lo que les correspondían), y poner un poco de orden en el caos que existía.
Lo primero y que fue lo que se consiguió, fue reducir los gastos, marcando a la administración de fincas. Fue tan sencillo como vigilar los gastos y pedir presupuestos de forma ajena a la administración. La diferencia fue brutal y los gastos bajaron de 35.000 euros anuales, (¡se dice pronto!) a 26.000 euros, sin perder ni un solo servicio.
Las diferencias fueron brutales, y sólo con un poco de luz, se consiguen ahorros espectaculares, aunque me generaron unos cuantos problemas. Uno que es muy ilustrativo de la situación fue el pedir precio para el seguro de la comunidad. En este caso la administración de fincas, es además agente de una compañía de seguros y nos había metido el suyo por 5.400 euros anuales. Además las coberturas eran mayores, pero sin embargo quedaban eliminadas por un condicionado draconiano.
Pues visto un problema la realidad es que tocó cambiar y le dije a la comunidad que pidiese tres ofertas; por otro lado, yo pedí tres ofertas por otro lado. El caso es que como no hay tantas compañías, pasó lo que era lógico. Coincidimos en una de las compañías, a las que le pedimos, (eso sí a dos agentes distintos), el mismo presupuesto. El que me ofrecieron a mi ascendía a 2.100 euros, mientras que el que la administración de fincas consiguió era de 2.800 euros.
El resultado final es que yo aporté tres presupuestos por el mismo precio, (porque las tres se comprometieron a igualar cualquier precio), mientras que la administración de fincas, a la que se suponía mayor capacidad de negociación se quedó en los 2.700 euros ¡del seguro que ya teníamos como el más barato!. Justo antes de la junta, el administrador se reunió conmigo y me dijo que el más barato era el que ellos llevaban y que habían hecho un gran esfuerzo negociando para pasarlo de 5.400 a 2.700. La verdad es que le convencí de que lo metiese en un cajón, dejase la idea de que tenían un seguro caro y se callase, porque la iba a liar; ¡A ver como explicaba que nos cobraron durante 5 años 5.400 y de repente nos dan lo mismo por 2.700!.
Por otra parte el hecho de que fuesen agencia y administrador, era un problema porque teníamos problemas por siniestros no cubiertos y simplemente no tramitaban las reclamaciones como deberían, por cierto conflicto de intereses. En fin. No gustó mucho, pero el caso es que en pleno cachondeo con los gastos y la necesidad de bajarlos, la realidad es que se cambió el seguro y unas cuantas cosas más, y por supuesto se renegoció la cuota de la administración de fincas, que tenían la costumbre de cobrar 3 euros por vivienda y uno por plaza de garaje al mes, lo cual era una salvajada, sobre todo teniendo en cuenta que como somos una comunidad muy grande, la realidad es que las economías de escala cuentan.
Ya digo que con un poco de presión, y desde luego mucha firmeza y no pocas discusiones, logré bajar los gastos hasta niveles razonables, de tal forma que ahora pagamos bastantes menos cuota, no hemos tenido ni una sola derrama, ¡y tenemos dinero en la cuenta!.
Este ha sido indiscutiblemente el gran éxito, pero me quedan los fracasos y me quedan las anécdotas de las estafas (he escogido la palabra con mucho cuidado y no la pienso retirar), que nos intentan colar en las comunidades. Lo que no puedo decir es quien las comete, o mejor dicho si las administraciones de fincas colaboran o no son precisamente Casillas para defender los goles que nos meten.
Eso será otro post.