Siguiendo el repaso a la legislatura, la gran lucha fue con el maravilloso mundo de las compañías de los ascensores. Realmente en este mundo tenemos un oligopolio formado por pocas grandes empresas, que no es demasiado conocido y que no despierta los odios de otros oligopolios que todos conocemos, debido a que a diferencia de las eléctricas, petroleras y las “telecos” o la banca, no vemos las facturas, ya que se interpone la famosa comunidad por medio.
El contrato con los ascensores se firmó por la constructora del edificio con la empresa que instaló el servicio del ascensor. Dice la rumorología que las empresas de ascensores, regalan los ascensores a las promotoras a cambio de la firma del contrato, de forma que al final somos los vecinos los que pagamos los ascensores. Como todos los rumores, mi opinión es que es algo exagerado, pero que no va desencaminado. Es raro asumir que los ascensores les van a salir gratis, pero desde luego es descabellado negar que la firma del contrato suponga a los promotores grandes descuentos en el equipamiento.
El coste del servicio ascendía a la friolera de 270 euros al mes por cada uno de los ascensores, y el contrato era de una duración de diez años. Aparecía firmada una cláusula, (habitual) en la que si rompíamos el contrato teníamos que indemnizar a la compañía con el importe total del 50% de las cuotas que quedasen hasta completar cinco años. La justificación es que las compañías tienen que hacer una inversión para prestar el servicio de mantenimiento y en consecuencia han de cobrar la interrupción unilateral del servicio.
Ojalá los trabajadores tuviésemos esa indemnización que por otro lado es totalmente abusiva. La suerte es que es tan salvaje que hay sentencias que la anulan. Por suerte, el juzgado de Coruña, (donde se dirimiría nuestra lucha), ya tenía un par de sentencias que la anulaban por abusiva; por tanto con la oposición otra vez de la administración de fincas, decidí llevar a la junta la conveniencia de anular el contrato y para eso, pues me tocó pedir presupuestos.
En definitiva pedimos presupuestos y de casualidad pedimos presupuesto a una pequeña, que claramente estaba ganando cuota para ser absorbida por Thyssenkrupp. La negociación fue muy clarificadora. En principio pedimos presupuesto para un servicio de “todo riesgo”, que en palabras textuales nos arreglaban todos y cada uno de los elementos que se estropeasen. Por otra parte nos decían que no exigían permanencia y a pesar de que teníamos jurídicamente atado el ataque a la clausula que nos obligaba a pagar los cinco años a la anterior compañía, y que estaba dispuesto a llevar a la comunidad, (bastante mosqueada ya por cierto con lo que iba saliendo), a la guerra con quien fuese, la compañía nueva nos ofreció que se hacía cargo de la indemnización con la antigua.
El precio era de 100 euros al mes por ascensor. El resultado fue que se cambió de compañía y nos presentaron a firmar unos contratos. Estos contratos eran standard y no se correspondían a lo que habíamos hablado, porque en lugar de que estaban cubiertas todas las averías, aparecía una lista interminable de elementos incluidos. De esta forma, se hablaba de que se incluían correas, bobinas, elementos de transmisión y cuatrocientas mil cosas más que yo no tengo ni idea de que son, ni por supuesto tengo ganas. En todo caso, la diferencia de expresar las dos cosas es sutil y muy importante. Yo no tengo ni idea de las piezas que incluye un ascensor y tampoco de las posibilidades de avería en cada una de ellas. Si me dan una lista, yo simplemente no puedo saber las que faltan por incluir. En resumen, todo no es una lista de cosas, porque puede haber elementos que no estaban en la lista.
El otro gran problema es que en el contrato aparecía la misma cláusula de indemnización que en la otra compañía; es decir, la obligación de pagar cinco años de servicio si cambiábamos de compañía. Por supuesto no se recogía el compromiso de pagar la indemnización a la anterior compañía. Desde luego estas dos cláusulas eran un problema, porque aunque tuviésemos la certeza de que serían anulables, es fácil entender que nadie se quiere meter en problemas de antemano. Es decir, por mucho que la cláusula sea anulable, no tiene ningún sentido que firme a sabiendas algo que no es lo acordado, llevando a los vecinos a un conflicto nuevo, y teniendo en cuenta que no firmaba en mi nombre.
A nuestro favor jugaron las ganas de la compañía para ganar mercado en la negociación que mantenía para integrarse en la grande, y cuando llamé al gerente de la compañía me explicó que ese es el contrato típico que facilita su asociación y que quieren que todas las empresas firmen con las comunidades de vecinos. Por supuesto, parece de chiste la existencia de una práctica tan poco competitiva en un mercado en el que todos los proveedores a través de su asociación imponen un contrato leonino que limita hasta niveles absurdos las posibilidades de cambio de compañía. El que todos estén de acuerdo para que no se pueda cambiar de compañía, significa lo más alejado de un mercado que nos podamos imaginar. Por supuesto, existe un registro de industria donde se inscriben todos y cada uno de los contratos firmados, al igual que los ascensores.
La solución que me dio fue firmar un anexo en el que constaba que quedaba sin validez la lista de elementos incluidos en el seguro y se sustituía por la frase: “quedan incluidos todos los elementos actuales de los ascensores, sin excepción alguna, así como aquellos que sean necesarios en virtud de legislaciones futuras”.
En el anexo aparecía que quedaba sin efecto la cláusula de indemnización y que se harían cargo de cualquier indemnización exigible por parte de la otra compañía. Ese anexo fue firmado, incluido y registrado en industria con los contratos.
Sólo tres meses después, Thyssenkrupp, absorbió a esta compañía y por tanto tuvo que subrogarse, y nos presentó unos nuevos contratos para que la compañía de la baronesa llevase la nueva documentación a Industria. Los contratos eran similares a los que inicialmente nos habían presentado, e incluían la lista de elementos y la indemnización por cancelación. Por suerte la firma tampoco fue de trámite y aunque desde ThyssenKrupp se negaban a cambiar nada, llegué al punto de modificar con un bolígrafo todas y cada una de las copias de los contratos, incluyendo las frases del anexo. La presentación era un churro, pero el caso es que en Industria quedaron registrados los contratos con las aclaraciones realizadas a bolígrafo, para dejar claras las obligaciones que tenía la empresa absorbida.
La mala presentación y la cabezonería por lo de “pues yo no paso por firmar algo que sea lo normal, aún sabiendo que no va a pasar nada”, ha sido una de las decisiones más inteligentes que he tomado, aún a costa de quedar como un gilipollas y un toca huevos frente a la otra compañía y a la administración de fincas.
La moraleja del día no es que haya acertado, sino que lo que no se puede permitir es que los vecinos paguemos a una administración de fincas, para que negocie con una compañía que vive de nosotros y entre ellos se monte un cachondeo totalmente ajeno a lo que puede ser el libre mercado y sea un caldo de cultivo para posibles estafas, en un sector en el que los contratos van a la administración y esta calle como una señorita de vida licenciosa.
Porque hemos de entender que estamos pagando a la administración, estamos pagando a la de ascensores y estamos pagando a la administración. En definitiva estamos pagando a muchos para que defiendan nuestros derechos, de forma que tenemos que exigirlos. Y mal vamos si resulta que usan nuestro dinero para machacarnos.
Porque la historia no acabó aquí…