En repetidas ocasiones se ha aludido en este blog a la llamada "economía de la señalización". Ante los problemas que la información asimétrica e imperfecta que los agentes económicos tienen los unos de los otros respecto a sus preferencias, cualificaciones, potencialidades, objetivos, etc., etc.; desconocimientos mutuos que dificultan o inhiben muchas transacciones económicas entre ellos (pues, por ejemplo, no se fían de sus respectivas capacidades o intenciones), resulta obvio que una de las formas de hacer frente a este problema informacional e incrementar el conocimiento mutuo es que los propios agentes (u otras instituciones como las Agencias de Calificación, hoy tan criticadas y con toda razón) emitan información válida sobre sí mismos o sobre los demás.
A esa emisión de información se la conoce como señalización. Obviamente, no toda emisión de información es una señalización efectiva, y ya se indicaron algunos de los requisitos fundamentales para que la información emitida por los agentes trasmita realmente información valiosa y no sea un ruido que para nada sirva, como son el que la señalización que emita un agente acerca de su calidad o de su capacidad sea, por un lado, costosa y, por otro, sea más difícil de emitir para aquellos agentes que están menos cualificados o son menos capaces (de ahí que, en el terreno educativo, teniendo en cuenta que los títulos universitarios son o pretenden ser señales de calidad, la demanda de aprobado general la hagan habitualmente los peores estudiantes, los menos capacitados o los más vagos; al igual que son ellos también los que defienden la educación superior enteramente gratuita). También, en otro post, se aludió a esa ley que lleva a que los agentes se vean obligados a emitir señales acerca de sus capacidades si algún o algunos otros lo hace so pena de aparecer, si no las emite, como de peor calidad que los que sí han emitido esa información.
Pero no toda la emisión de señales, aún satisfaciendo esos requisitos para una señalización eficiente, es válida. Y una de las razones de ello es que la información puede ser polisémica, es decir tener varios sentidos.
Un ejemplo particularmente claro a este respecto me lo ha proporcionado una información aparecida en el periódico Público del 1/6/10. En ella se comentaban algunos de los resultados de un informe elaborado por la OCU (Organizacición de Consumidores y Usuarios) a partir de la información recogida de una muestra de 10.000 pasajeros en 150 aeropuertos de todo el mundo, y entre ellos destacaba el hecho de que las maletas o equipajes precintados eran más susceptibles de ser robados que las que iban "a pelo"; concretamente las primeras representaban un 3,9% de los hurtos en los aeropuertos frente al 0,9% de las no precintadas.
Un hecho muy similar que forma parte de mi propia experiencia personal, subraya este mismo curioso y paradójico fenómeno. Ocurrió hace unos veranos cuando el edificio donde vivo padeció una epidemia de intentos de robo. Pues bien, resultó más que evidente que el objetivo prioritario de los ladrones eran las viviendas protegidas por puertas blindadas , en tanto que tendían a dejar de lado el forzar aquellas puertas más sencillas y por ende más baratas.
Y la razón que está debajo de estos fenómenos es muy simple. Una maleta precintada (al igual que una puerta blindada) envía simultáneamente dos señales, o mejor dicho, una señal polisémica, o mejor dicho, en este caso, bisémica (si bien no sé si esta palabra existe en castellano) de modo que puede ser interpretada en dos sentidos. El precinto (la "señal"), en uno de ellos, trasmite la idea de se trata de una maleta (o una vivienda) muy protegida, lo que al aumentar las dificulatades (costes) de los ladrones, encarece su actividad y por ende, por la ley de la demanda, hace que decrezca si interés en ellas. En este sentido, la señal es por tanto efectiva en la medida que logra el efecto buscado, o sea, desincentivar las "operaciones" de los ladrones.
Pero, por otro lado, el precinto o el blindaje se puede interpretar en otro sentido: en el sentido de que lo que encierra la maleta o se esconde tras la puerta es muy valioso, lo suficiente como para compensar el gasto extra en medidas de seguridad, lo que paradójicamente refuerza el atractivo para los ladrones de intentar "trabajar" en esos bienes, e incentiva por ello sus "operaciones".
Y me ha venido esto a la mente conforme se va repitiendo la paradójica respuesta de los "mercados" a los Planes de Ajuste que las distintas economías europeas están instrumentando para afrontar la llamada "Crisis de la Deuda", pues en vez de "tranquilizarse" se vuelven más"nerviosos" o volátiles
Obsérvese de salida que, como reconocen sus partidarios, el objetivo último de tales planes ha sido y es señalizar a los "mercados" la decidida disposición de los distintos Estados a responder de sus obligaciones, a pagar sus deudas.
Pero lo que está ocurriendo en estas últimas semanas es que los operadores que actúan en los "mercados", como los ladrones de los aeropuertos ante las maletas blindadas, parece como si estuvieran interpretando la señal que trasmiten los Planes de Ajuste no en el sentido deseado por los expertos que las avalan, es decir, como señal de firmeza, solvencia y capacidad decisoria, sino en el sentido opuesto: como una señal de debilidad. Como, por otra parte, es lógico si se atiende al hecho de que la implementación de esos planes probablemente sumirá a estos países en una recesión más duradera lo que -en principio, si sigue la regla del 2-3-60- pondrá en cuestión su solvencia.
Dicho de otra manera, los Planes de Ajuste son, como los precintos de las maletas, también una señal bisémica, y, a lo que parece, para los "mercados" pesa relativamente más (al menos, de momento) el sentido de debilidad que el de fortaleza.
Y, finalmente, en mi opinión un elemento importante en esta preponderancia que observo en el sentido -llamemos- "negativo" de la señal de los Planes de Ajuste que domina hoy por hoy en los "mercados" tiene su origen en la "mediocre" (ya se verá más adelante por qué elijo este adjetivo) respuesta española ante los ataques a que se vió sometida la Deuda Pública española desde el mes de enero.
Creo que en la medida que España se sometió al dictado de los "mercados" y se plegó (o sea, se "rebajó") a elaborar un estricto Plan de Ajuste, envió a la vez una señal de debilidad, de inseguridad, que en la medida que ha sido seguida por otros países ha llevado a que dominen en los "mercados" quienes estiman que en los Planes de Ajuste se revela más inseguridad que fortaleza.
Desde este punto de vista, la política adecuada hubiera sido una política "contraseñalizadora", por la que hay que entender el comportamiento de los agentes de elevada calidad que se niegan a emitir señales para no ser confundidos con agentes de baja o inferior calidad. Dicho con otras palabras, España no debería haber hecho lo que hizo Grecia pues al hacerlo se puso, para los "mercados", quizás no a su nivel, pero sí en un nivel comparable.
La contraseñalización ha sido estudiada por Feltovich, Herbaugh y To (2002), atendiendo al fenómeno tan común de que "la señalización muestra que el emisor de la señal no es un agente de tipo o calidad inferior, pero también revela la inseguridad del emisor de que sea percibido como tal a menos que emita la señal. Por contraste, la contraseñalización muestra la fe del emisor de que cualquier otra información que el receptor tenga sobre él, es consistente con el ser de elevada calidad" (p.649).
Y por si no me he explicado bien, aquí va una serie de ejemplos de contraseñalización en la vida cotidiana, proporcionados por estos autores que creo ayudarán a entender mejor de qué va esto de la contraseñalización.
Recordemos que mediante la señalización, los agentes económicos de calidad "alta" tratan de separarse de los de calidad "inferior", pero si dentro de las "gentes de calidad" (como se decía antes) diferenciamos entre los de calidad intermedia y calidad superior, suele ocurrir que son los agentes de calidad intermedia los que a menudo aparecen como los más ansiosos de enviar las señales "adecuadas".
Así, "el nuevo rico muestra ostentosamente su riqueza en tanto que el rico de toda la vida desprecia tales exhibiciones. Los funcionarios de rango inferior prueban continuamente su estatus con demostraciones de su pequeña autoridad, en tanto que los verdaderamente poderosos muestran su fuerza con gestos de magnanimidad. La gente de educación media siguen en sus formas la estudiada regularidad del guión de lo que se espera de ellos, en tanto que los bien educados a menudo escriben ilegiblemente. Los estudiantes mediocres responden a las cuestiones más fáciles que les ponen sus maestros, pero los mejores se ofenden cuando se les pide que demuestren sus conocimientos en puntos tan triviales. Los recién conocidos muestran sus buenas intenciones ignorando educadamente los defectos de uno en tanto que los amigos cercanos demuestran su intimidad explicitándolos, bromeando sobre ellos. La gente de moderada capacidad buscan títulos formales para impresionar a sus empleadores y a la sociedad, pero quienes realmente tienen talento a menudo minusvaloran sus títulos caso de que se hayan preocupado por obtenerlos. Una persona de reputación media defensivamente refuta las dudas y acusaciones acerca de su carácter, en tanto que una persona altamente respetada considera indigno rebajarse a responder a semejantes acusaciones".
NOTA.
Feltovich, N., Herbaugh,R., To, T. (2002) "Too cool for school? Signalling and countersignalling" Rand Journal of Economics, vol 33, winter, 630-49.