Supongo que a más de uno le habrá asaltado la duda "¿estará Carlos dedicándose al latín para entender de qué va esto de los seguros?". Aclaro que no.
Solo se trata de que a uno le va lo de leerse cuanto pilla y en esto que me encontré hace tiempo con un texto que dibujaba una situación disyuntiva, en la que una u otra vía debían tomarse como planteamiento de negocio y no cabían situaciones intermedias. Me apunté el asunto y aquí me tenéis exponiéndolo ante vosotros, a exámen.
"Intuitu pecuniæ es una locución latina que significa ‘en atención al dinero’. Hace referencia a aquellos actos o contratos que se celebran en atención a la suma de dinero en juego o aporte, constituyen la regla general. Significa que la atención al capital aportado por uno de los contratantes es más importante que la calidad de la persona que lo aporta, contrario al caso cuando el contrato es intuitu personae.
La sociedad anónima, los contratos de compraventa, arrendamiento, mutuo, hipoteca, leasing, prenda, permuta; el joint venture y las apuestas se encasillan en este concepto.
Intuitu personæ es una locución latina que significa ‘en atención a la persona’. Hace referencia a aquellos actos o contratos que se celebran en especial consideración de la persona con quien se obliga.
El matrimonio, los contratos de trabajo, franquicia, mandato, depósito, comodato, sociedad colectiva; la constitución de usufructo, fideicomiso y de los derechos de uso y habitación se encasillan en este concepto."
Esta reflexión va para mis queridos consumidores y va también para mis apreciados colegas.
Porque de esa tonta conclusión que apuntaba dos líneas antes, cabe extraer de un modo tajante que:
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Nadie debería esperar de un negocio que se transa solo por dinero que la otra parte no tenga otro objetivo que el dinero. Y de ahí que, no nos engañemos, en una solución de seguro en la que como consumidores hemos arañado hasta el último céntimo no podamos esperar otra cosa que en caso de siniestro sea la otra parte la que arañe hasta el último céntimo. Y viceversa.
- Nadie debería esperar de un negocio que se transa con una persona concreta, precisamente porque esa persona es quien es y no por otro motivo, que esa persona corresponda a dicha confianza ofreciendo soluciones que entran en el punto anterior. Porque si algo mantendrá la fidelidad de quien confía, no es otra cosa que corresponder a dicha confianza con lo mejor que uno tiene para dar a su cliente. No hay opción.
- Nadie debería esperar que quien maneja negocios que solo atienden al dinero sea capaz de cambiar de registro y pasar a negociar asuntos que se realizan solo en interés a la persona. Por ello este corredor no se sintió cómodo en su día con los productos bancarios y abandonó esa lucrativa (entonces) vía de negocio. No encajaba con un estilo de empresa donde lo importante era con quién se hacía el negocio y no cual era el volumen de la operación.
Por tanto, entiendo natural que todos, consumidores, mediadores, bancaseguros y compañías acabemos posicionándonos en uno de los dos postulados: o la pasta pura y dura o la confianza sin trampa ni cartón. No hay término medio ni concesiones. A partir de ahí, los maridajes deberían ser naturales, cada oveja con su pareja y sin engaños previos.
Pero, desgraciadamente, hay mucho tunante suelto. Así hay quien pide a su corredor que haga de funambulista con el precio sin tocar la calidad y hay quien corresponde a la confianza de sus clientes como sólo los mercenarios sabían hacerlo porque otro señor es su amo.
Para terminar, os dejo una cita de Cicerón. Ha llovido pero para mí sigue aún vigente:
"La primera ley de la amistad es pedir a los amigos cosas honradas; y solo cosas honradas hacer por ellos."
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