Según Wikipedia, una distopía ,llamada también antiutopía, es una utopía perversa donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal. El término fue acuñado como antónimo de utopía y se usa principalmente para hacer referencia a una sociedad ficticia (frecuentemente emplazada en el futuro cercano) en donde las tendencias sociales se llevan a extremos apocalípticos.
Cuando voy por la calle en estos días de crísis, de noticias del FT (edición germana) agoreras de cataclismos, con anuncios de huelga general y un auténtico ambiente de acoso y derribo del Gobierno (hasta los socios más conservadores de la Europa Comunitaria tiran de las orejas a Rajoy por ello) veo locales cerrados, letreros de "SE VENDE" o "SE ALQUILA" por doquier pero no veo que la gente esté suicidándose a lo bonzo, tirándose por el balcón o enfrentándose al ejército en acciones propias de la disolución del Estado.
Veo a la bolsa subir y bajar como si fuera el gráfico del Tour de France y sé que los tontos compran caro y que los listos de siempre se están forrando en el negocio a corto. Me entero de que un ex-colega anda metido en el negocio del oro, mucho más fácil en estos tiempos en los que se abandona la empresa pero se sigue trabajando sumergido o se cambian los famosos billetes mitológicos de 500€ por oro mientras otros venden el suyo para pagar el último recibo que podrán pagar. Mientras, los grandes ejecutivos del IBEX en plena euforia elevada a menos uno se suben el sueldo un 14%. De media y sin contar dietas. ¡Con dos coj...!
Leo en estos días que la gente dejará de ir a restaurantes pero que no quiere perder su móvil ni la conexión a internet. Hace 10 años no se tenía ni lo uno ni lo otro pero ahora no sabemos hacer pis sin manos libres ni tener amigos sin Facebook. ¿Cosas de la moda o gilipollez 2.0? Hay opiniones para todos los gustos.
Cuando voy a un restaurante veo gente corriente comiendo como siempre. Y la gente que veo en las librerías, en el Corte Inglés o en la panadería compra como siempre. Seguramente, en conjunto, haya bajado la cifra de negocio (comparada con los años de la locura colectiva, no si se compara con años en los que imperaba cierta sensatez) pero no se ve terror en la mirada de la gente. Nadie se abalanza sobre la última hogaza de pan del estante del supermercado por miedo a no volver a comerlo en la vida ni nadie hace cola toda la noche ante la sucursal del banco para ser el primero en poder reintegrar su saldo y evitar el corralito.
España no es la que nos quieren vender ciertos políticos ni tampoco la que nos dibujan algunos medios. O mucho me equivoco o nos la intentan presentar como esa distopía que nos define, tan bien, Wikipedia.
Me pregunto a quién le puede interesar o convenir que esa sociedad ficticia que nos quieren vender tenga las tendencias sociales llevadas a extremos apocalípticos.
También me pregunto si la inteligencia emocional colectiva estará a la altura de lo que precisa el país y arrimará el hombro para sacarnos a todos de este estercolero en el que andamos metidos gracias a la codicia, la ignorancia, la villanía, la insolidaridad y la podredumbre de unos pocos grandes hombres y mujeres.