Cuando una persona es capaz de generar ahorro, tiene varias opciones para acumular este error. Entre otras muchas cosas, puede comprar un piso, puede invertir en algún tipo de activo financiero o simplemente puede contratar un depósito en el banco. Esta pequeña introducción será clave para explicar que se esconde tras determinadas propuestas.
Lo normal es que cuando alguien formaliza un depósito en una entidad financiera, o incluso incrementa su saldo en la cuenta corriente, es que espere una rentabilidad. Evidentemente esta rentabilidad sale (o debería salir) de que el banco usa estos fondos para conceder préstamos que pagan una rentabilidad. Este es el requisito principal del proceso de creación de dinero, (explicado en un post previo), mediante el cual entre los bancos centrales, (que influyen sobre la base monetaria y sobre los coeficientes de caja), y los bancos privados acaban determinando la cantidad de dinero en la economía.
El caso es que de repente, desde el ámbito de la escuela austríaca nos encontramos con la propuesta de establecer un coeficiente de caja del 100%, en un esquema de pensamiento que enlaza con la identificación de los bancos centrales como un elemento distorsionador, que no acaba generando otra cosa que problemas.
Normalmente la primera idea que se nos viene a la cabeza es que si los bancos no pueden prestar el dinero que reciben vía saldos en cuentas corrientes o depósitos, parece que estamos ante una medida que limita el desarrollo financiero y el poder de los bancos. Pero sin embargo, esta conclusión choca invariablemente con la procedencia de la idea. Y como en todo habrá trucos.
Para entender las implicaciones de esta idea, tendremos que pensar en la situación en la que nos encontraríamos en un hipotético escenario en el que los bancos estuviesen obligados a mantener un coeficiente de caja del 100%.
El primer efecto es muy obvio; si los bancos no pueden prestar los fondos que obtienen, es completamente inviable que obtengan rendimientos de estos fondos, por lo que no tendría sentido retribuir de ninguna forma el ahorro. En este escenario, dejarían de ser los instrumentos que intermedian entre ahorradores y agentes que necesitan financiación, y pasarían a ser lugares donde se almacenaría el dinero. Como sea que los bancos únicamente almacenarían el dinero, bien aquel físico o bien aquel electrónico, (cuando recibimos la nómina no se ingresan normalmente billetes en el banco), lo único que generaría para estos serían gastos de tal forma que pasarían oficialmente a cobrar en concepto de almacenaje. (y digo oficialmente porque en la práctica la situación ya se acerca mucho a esto). En todo caso, no tendría sentido alguno la retribución del dinero.
El segundo efecto es derivado de la razón de ser del sistema financiero. La razón de un sistema financiero pasa por la intermediación entre ahorradores y personas que necesitan financiación, solucionando dos problemas claves, que se ven en un ejemplo claro; si a cualquiera de nosotros nos sobran 1.000 euros que necesitaríamos dentro de seis meses, tendríamos que encontrar a alguien que necesitase 1.000 euros para devolver en seis meses. En tanto no logren coincidir los plazos y cantidades de los ahorradores, con las necesidades de los prestatarios; el acuerdo sería imposible. Es aquí donde entran las entidades financieras canalizando multitud de ahorradores con circunstancias variables, (en importe de ahorros y plazo), con multitud de prestatarios.
El hecho de que las entidades financieras no pudiesen prestar, limitaría los préstamos hasta casi hacerlos desaparecer; esto nos llevaría a pensar en la conclusión de que el sistema financiero desaparecería, al no tener sentido. Pero esta afirmación queda completamente desvirtuada si nos acordamos de un pequeño detalle, que es la otra forma de financiar por parte del sistema financiero.
Para poner de acuerdo a múltiples ahorradores y múltiples captadores de fondos, se pueden instrumentar un sistema en el que por un lado muchas personas depositan sus ahorros y por otro lado otros agentes piden préstamos, o se puede instrumentar el sistema mediante el cual existen inversores y agentes que captan inversiones.
Hoy, todos podemos ir a depositar dinero al banco y que el banco lo preste, o bien podemos ir al banco y adquirir fondos de inversión, acciones de empresas o cualquier activo financiero. Está claro que las rentabilidades no son las mismas, de acorde a los diferentes riesgos de ambas opciones. Pues si el coeficiente de caja es del 100%, la realidad es que la única opción que queda para obtener rentabilidad de los ahorros es invertirlos y que cada persona asuma el riesgo. Está claro que de esta forma, las personas son las que asumen la totalidad de los riesgos, tanto de pérdida de la inversión, como de liquidez; (si llegado un momento se necesita el dinero invertido, habrá que liquidar la operación al importe que cotice en este momento).
De la misma forma, todas aquellas personas que necesiten fondos, tampoco formalizarán créditos sino que emitirán su financiación mediante instrumentos financieros, (bonos, emisiones de obligaciones, capital); y por supuesto estarán a lo que suceda en ese momento.
En definitiva, lo que se consigue con una propuesta de este estilo es que las dos actuales ramas de la banca, (comercial y de inversión), dejen de competir, y todo el mundo pase a la banca de inversión, donde los rendimientos de las entidades financieras provienen de la intermediación pura y dura, sin asumir ningún tipo de riesgo; (salvo el propietary trading, o aquel que se corra con los fondos propios de la entidad).
Las ventajas de este sistema para la banca son espectaculares, y sobre todo permiten un desarrollo hasta el infinito de los mercados financieros, con una entrada de dinero brutal y un control absoluto de los recursos del sistema. Los bancos en teoría dejan de asignar los recursos monetarios entre las opciones al no elegir los prestatarios, pero en la práctica, mediante todo el complejo sistema de la banca de inversión; siguen asignando los recursos, sin incurrir en los riesgos del error, que trasladan a prestatarios e inversores.
El papel de los bancos centrales, en todo este proceso no sólo no desaparecería, sino que en realidad se incrementa, ya que el proceso de creación de dinero no tendría sentido, (recordemos que dependía de depósitos y préstamos). Por tanto, la cantidad de dinero en la economía no se decidiría según un proceso en el que los bancos centrales inyectasen dinero, (base monetaria), y actuasen sobre los requisitos de caja, (oficialmente o a través de otros requisitos como el de capital), sino que sería determinada por los Bancos Centrales directamente. La cantidad de dinero que existiría sería la que se decidiese, sin que hubiese la mínima desviación. De esta forma el poder de los bancos centrales se incrementaría.
Aquí encontramos la razón de que este tipo de propuestas, siempre vienen acompañadas de la necesidad de retornar al patrón oro, (o a cualquier otro). Es sencillo entender que si la cantidad de dinero total es inalterada, y además en el fondo de todo estaba el problema de las injerencias de los bancos centrales; es del todo inviable este sistema sin volver a un sistema en el que la cantidad de dinero esté limitada específicamente por algún elemento.
El grave problema de este sistema monetario, es que por definición estaríamos hablando de referenciar la moneda a cualquier activo que tuviese pocas variaciones, (tendría que ser escaso, no producible, y que se incremente muy poco). Pero el problema es que ante cualquier avance en la producción de bienes y servicios, lo que ocurre es que la cantidad de bienes crecería mientras que la cantidad de dinero no. Esto significa que cualquier avance de producción implicaría inmediata y matemáticamente activar un proceso de deflación, (mayor número de bienes en la misma cantidad de dinero implica menores precios).
En definitiva esta idea, lo que haría es trasladar los riesgos, mientras el sector financiero asume totalmente el control e instaurar un sistema en el que cualquier avance sería prácticamente imposible acabando siempre en una depresión. ¡pero sería el esquema ideal para generar negocios!.
Hace unos meses puse un post explicando de otra forma algo muy parecido, un post en el que afirmaba que o se restauraba la ley Glass-Steagall; o íbamos a un desastre. Recordemos que el espíritu de esta ley era separar las actividades de inversión de la banca comercial. Pues esta propuesta es acabar con la banca comercial, ¡aunque no pocos problemas hayan venido precisamente de la banca de inversión!.